EL MUNDO › QUIEN ES Y COMO OPERA EL ASESOR Nº 1
Supercitizen Rove
Por Mercedes López San Miguel
George W. Bush tiene su cerebro en una oficina de la Casa Blanca: la de Karl Rove. Este consultor está detrás de la agenda política del cowboy texano y es el digitador de las publicitarias apariciones y alocuciones del mandatario –a quien no le gusta dar discursos–. Inescrupuloso y calculador, un “freak” como lo suelen llamar, Rove acompaña a George W. desde antes de la gobernación de Texas. Cuando asumió en el 2000, Rove ya estaba pensando en la campaña de 2004 para la reelección. La guerra de Irak pudo significar para “el chico genio” –como le dice el presidente de EE.UU.–, una forma de mejorar los pronósticos de la administración actual –sí, suena surrealista–. Basta prestarle atención a la semántica que utilizó Bush tras finalizar la campaña militar en ese país a bordo del portaaviones “USS Lincoln”: “La guerra no ha terminado”, porque para mayo de 2003 a Rove (perdón: a Bush) le importaba que el tiempo de guerra echara un manto de humo a la alicaída economía. Ahora precisa un giro temático. ¿Construir una base en la Luna?... Corre el año electoral.
Rove se cree un experto en la ciencia política y las políticas porque en verdad no distingue una de otras. No obstante, está involucrado en cada decisión que sale de la Oficina Oval, resulta ser categórico con algunas de ellas y tiene el receptor que se le ajusta. La motivación de la guerra en ese país del golfo Pérsico –“la peligrosidad de las armas de destrucción masiva”– fue producto seguramente de la usual ciencia anticipatoria de Rove: vio una anémica economía y el reclamo de la opinión pública norteamericana de hallar a Osama bin Laden y logró una síntesis. Convenció a Bush de la necesidad de establecer una conexión entre Hussein y Bin Laden, algo que la CIA no había podido confirmar. Según fuentes de la administración, Rove estuvo presente en una reunión en la que se trató el posible ataque a Siria después de Irak, en la que habría dicho que no era el “momento indicado”. Tener un asesor de imagen involucrado en esa clase de temas demuestra lo politizada que está la toma de decisiones estratégicas externas en esta administración.
El niño mimado de Bush, de 53 años, ha sido cuestionado por tácticas nixonianas de hacer campaña que se remontan a 20 años, tiempos en los que Rove era un jugador político nato, un autodidacta, en Texas y se ganaba cuantiosos enemigos. “Este chico es peor que Haldeman y Ehrlichman”, dijo a la prensa estadounidense una fuente que trabajaba entonces en la oficina de Hightower, comparándolo con los asesores de Richard Nixon en pleno caso Watergate. La misma fuente pidió que su afirmación no fuera publicada con su nombre, según dijo un artículo de la revista Time. George Bush padre, que había dejado Washington por Texas, contrató a Rove tras su fracaso en la carrera de las primarias contra Ronald Reagan en 1980.
Rove estuvo al lado de Bush hijo desde el principio con su firma Karl Rove & Co., primero para la campaña a la gobernación de Texas (1994) y luego la presidencial (1999) puliendo su imagen y midiendo las encuestas de opinión. El feudo de Rove es el Comité Nacional Republicano. Nació en Denver (Colorado) y es un adicto a la política. El “nerd” natural llegó a Washington con 148 cajas de libros y nunca se graduó –estudió en media docena de universidades hasta que abandonó la de Utah luego de que su madre se suicidara–. Dijo que estaba muy preocupado trabajando en el Colegio Republicano. Y llegó a la presidencia de éste en 1973, cuando muchas de las universidades estaban sumergidas en protestas contra la guerra de Vietnam. Ya pertenecía al grupo de Lee Atwater, el que luego pasara a ser conocido como el “perro de ataque”, un propagandista que asesoraría a Reagan y al viejo Bush.
Para el gobernante a la sombra de la Casa Blanca todo se vuelve un eslógan político. Ha definido al rol del candidato como de “unificador, no separador”. Haciendo un juego de palabras ha advertido que una campaña política debería hacer foco en “cheer” (celebrar) y no “jeer” (burlar). Pero “celebrar” podría bien reemplazarse por “representar” porque las apariciones de Bush son una puesta en escena guionada de principio a fin. Rove está detrás de la cinematográfica imagen del presidente norteamericano de tipo Top Gun parado sobre la cubierta del portaaviones “USS Abraham Lincoln”, debajo del neón con la frase “Misión cumplida” que sirvió de marco para su anuncio de final de las operaciones militares en Irak, el 1º de mayo del año pasado. Podría haber llegado en helicóptero, pero lo hizo en avión para dar un efecto de espectacularidad, del papel “patriota” disfrazado de piloto militar.
En diciembre de 2003 de la posguerra, Bush apareció con un pavo junto a las tropas de su país en Irak, para “celebrar” –de nuevo el concepto– el día de Acción de Gracias. El ave resultó ser un adorno del buffet, y una vez más, la Casa Blanca fue señalada de embellecer artificialmente un acontecimiento de circulación mundial. Como la estabilización de Irak no llega –nada parece indicar que suceda pronto, aun cuando EE.UU. fijó para el 1º de julio el traspaso de poder político a los iraquíes–, el arranque de 2004 vio a la administración estadounidense nuevamente de cara a los asuntos de casa. Rove reconoce el peso electoral de la población latina. Y Bush propone blanquear por tres años a los ilegales latinos que demuestren tener trabajo. O sea, intenta seducir al voto hispano. El plan ya fue oficializado y todavía debe ser debatido en el Congreso, donde hay opiniones enfrentadas. Pero hay más. Como parte de la campaña, inusualmente el Comité Nacional Republicano eligió a Nueva York como sede de la convención del partido, a realizarse en septiembre de 2004. No era una elección inocente: la ciudad –cuyo electorado tradicionalmente vota al Partido Demócrata en elecciones presidenciales– sufrió la destrucción del World Trade Center en septiembre de 2001. Michael Bloomberg, actual alcalde republicano de la Gran Manzana, estará allí, como su predecesor, el también republicano Rudolph Giuliani, vitoreado por la actuación tras el 11/9.
Según un perfil de Texas Monthly, el primer libro que Rove recuerda haber leído fue Grandes momentos en la Historia. Del texto, este “competitivo” por definición habrá sacado material inconsciente para combinar su interés por la historia y la ciencia ficción y fabricar el anuncio que leyó Bush esta semana: la extravagante aspiración de la administración a que el “hombre americano” vuelva a pisar la Luna en 2015 como trampolín a otras misiones espaciales futuras –Marte, en principio—, y la exhortación a que siga “soñando” en “poner las manos en objetos celestes”. Como el cielo de la reelección, que el presidente cree tocar con las manos.