SOCIEDAD › UN ARGENTINO EN LA NASA

“Siempre se está al borde del error”

 Por Pedro Lipcovich

El programa espacial norteamericano se ha puesto a la altura de la mejor ciencia ficción... es decir, de esa ciencia ficción que anticipó la idea, paradójica, de un progreso decadente. La tecnología que anima al Spirit es inferior a la que sustentaba a los Viking, que se posaron en el planeta rojo hace más de treinta años. Porque los fondos de que dispone la NASA son cada vez menores, y esto hace que, en el proyecto de poner hombres en Marte, tal como lo enunció el presidente George Bush, se advierta “un desfasaje entre los objetivos planteados y los fondos disponibles”. Así lo señaló Mario Acuña, el científico argentino que trabaja en la NASA desde 1967. El investigador comentó para este diario los nuevos misterios que el robot va dejando planteados en su minucioso paseo de 40 metros por día, y narró algunas de las particularidades recién encontradas en ese extraño planeta donde la erosión, en vez de redondear las piedras como en la Tierra, las hace más agudas. Acuña resumió también cuáles son las perspectivas de la exploración espacial, donde hay que dar por finalizada la era de los trasbordadores y se retornará, todo así lo indica, a la vieja y segura estrategia de las cápsulas que se usan una sola vez.
“Son extrañas las rocas fotografiadas por el Spirit –empieza por los misterios Acuña, investigador principal en el Mars Global Surveyor y director de otra media docena de misiones–: si está, como suponemos, en el fondo de lo que fue un mar o un lago, las piedras debieran ser redondeadas, como canto rodado, pero no: tienen cortes muy agudos, todos en la misma dirección. Este es uno de los misterios que deberán ser explicados a corto plazo.” Una posible explicación es la rarísima erosión producida por las mortales tormentas marcianas.
“Marte tiene sólo el uno por ciento de la atmósfera terrestre pero gran cantidad de polvo en suspensión. Y allí las tormentas son globales, no locales: en la Tierra las grandes tormentas de arena, en el Sahara, abarcan un centenar de kilómetros; en Marte son miles de kilómetros.” En esos vendavales las partículas de polvo, con tan escasa atmósfera que las modere, son como agujas de titanio tallando la piedra y “esto pudo causar esa especial forma de erosión”, hipotetiza el científico.
Pero “con Marte uno siempre está al borde de equivocarse porque tiende a aplicar criterios provenientes de la Tierra, y ese planeta es tan distinto. Allí está el volcán más grande del sistema solar: tiene 25 kilómetros de altura y 600 kilómetros de diámetro, se llama Olympus Mont; es como un puño que hace elevar la atmósfera. Y hay muchos otros volcanes gigantescos en Marte”, comenta Acuña.
Esas sorpresas encuentra el Spirit. Pero, ¿qué es lo que busca? “La historia del agua –contesta Acuña–: el objetivo que domina toda nuestra exploración de Marte es la historia del agua.” Y la pregunta central es: ¿qué pasó con el agua que, se sabe casi con certeza, existió en Marte?
“El agua abunda en el Universo y en el Sistema Solar: los anillos de Saturno son agua; ‘Europa’, una de las lunas de Júpiter, es puro hielo. En el pasado Marte tuvo mucha agua pero se perdió, y es bueno saber por qué, ya que lo mismo puede llegar a pasarle a la Tierra.” Ya hay hipótesis: “Marte perdió su campo magnético, no sabemos por qué, hace 4500 o 5000 millones de años: sin campo magnético, el viento solar llega libremente a la atmósfera, la ataca y, sobre todo en un planeta de poca gravedad (la marciana es 40 por ciento inferior a la terrestre), se va llevando la atmósfera... y el agua”.
Para estudiar ese suelo castigado, “el Spirit cuenta con cámaras microscópicas, espectrómetro de alfa protones y rayos equis para estudiar la composición de las rocas y una herramienta especial para limpiar las rocas del polvo que se les pegó a lo largo de millones de años”. En cambio el Pathfinder, que amartizó en 1997, “tenía mucho menos instrumental, y básicamente se proponía ensayar la tecnología”.
Lo que esencialmente aporta el Spirit es su movilidad: “La posibilidad de moverlo permite elegir qué investigar. Por ejemplo, en las fotos sepuede ver una zona donde no hay ninguna piedra: lisa, misteriosa, no sabemos cómo se formó. El Spirit va a llegar hasta ahí”. Va a llegar tan lejos como lo permita su velocidad de 40 metros diarios en sus tres meses previstos de vida.
Pero nada de esto debe impresionarnos demasiado.
Porque “estos artefactos son primitivos en comparación con los primeros, los Viking, que amartizaron en 1973: eran muy sofisticados, tenían incluso análisis sobre evolución de consumo de oxígeno para determinar si en el suelo había microbios”, señala Acuña.
¿Por qué?: money. “Esas naves frenaban sólo mediante retropropulsión, con cohetes a combustible químico; no necesitaban paracaídas como el Spirit: era un sistema más eficiente, que permitía llevar diez veces más carga útil, pero mucho más caro”, explica el científico argentino.
Es que “desde que se ganó la carrera a la Luna y, sobre todo, desde que desapareció la Unión Soviética, el presupuesto de la NASA vino en baja, y se adoptó el criterio de aceptar más riesgos a cambio de bajar costos”. ¿Incluso en vuelos tripulados? Sí. “El informe sobre la catástrofe del trasbordador Columbia admite esto, y también el hecho de que se delegaron funciones críticas en la industria privada, cuyo objetivo no es explorar el espacio sino dar ganancias a los accionistas. Y el trasbordador espacial no es sino una bomba controlada, donde el margen de error es mínimo.”
Así las cosas, ¿cuál puede ser el futuro del programa espacial? Cuando George W. Bush dice que irán a la Luna y a Marte, ¿es tan veraz como cuando aseguraba que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva?
“El programa anunciado por Bush implica instalar una base en la Luna para poder utilizar sus recursos locales: producir combustible utilizando agua, que ya sabemos hay allí, y helio e hidrógeno provenientes del sol; la menor gravedad lunar, un sexto de la terrestre, permitiría, con mucha menos energía, partir hacia Marte y otros lugares. Se empezaría por una exploración robótica en la Luna para decidir el lugar de la base, y luego misiones tripuladas, para instalar la base alrededor de 2015; para llegar a Marte harían falta no menos de 30 años”, enumera Acuña, pero, ¿qué piensa él de todo esto?: “Creo que hay un desfasaje entre los objetivos y los fondos”.

Compartir: 

Twitter

SUBNOTAS
  • “Siempre se está al borde del error”
    Por Pedro Lipcovich
 
SOCIEDAD
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.