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Ese irresistible atractivo propio del cine de acción “hecho en Hong Kong”

Con la edición en video de Arma virtual, se puede entender un poco más el universo irreal que propone este alocado subgénero.

 Por Horacio Bernades

Ya se sabe de sobra que el cine de acción producido en Asia deja chiquititos a sus pares estadounidenses. Hasta el punto que ya casi no hay película occidental del género que no contenga alguna referencia, derivado o plagio liso y llano de los desarrollos orientales en la materia. Llegando, claro, a Kill Bill, que directamente se prosterna ante ellos como ante un altar. A pesar de todos esos esfuerzos de apropiación, la razón de la superioridad asiática en la materia sigue quedando envuelta en el secreto, casi como si se tratara de la fórmula de la Coca-Cola. Y sin embargo está ahí, bien a la vista.
Sirva como ejemplo Arma virtual, producción hongkonesa de hace un par de años –su título de distribución internacional es So Close– que el sello LK-Tel edita por estos días en video. Véase y revéase la secuencia inicial, aprovechando las ventajas del rebobinado. Allí, una muchacha espectacular llega hasta el despacho de un poderoso y supercustodiado empresario. Va vestida de blanco, de la cabeza a los pies. Coloca sus anteojazos de sol sobre el escritorio. Intentan negociar algo, pero la chica se muestra inflexible y amenazante. De pronto, el empresario aprieta un botón y desde el techo baja un cilindro de vidrio blindado (que recuerda enormemente al “cono de silencio” del Super-Agente 86) en el que el hombre queda encapsulado. Siempre sin perder la sonrisa, la chica sale disparada hacia atrás en su sillón giratorio, al tiempo que saca un arma y tira contra una ventana, haciendo estallar los vidrios en pedazos. Por alguna razón, éstos salen despedidos hacia el interior del salón, bañándolo como copos de nieve. En medio de esa lluvia en ralenti, la chica desencadena una tormenta de tiros, cabriolas y patadas voladoras contra media docena de guardaespaldas. Pero eso es sólo el comienzo.
Más veloz que la vista, la heroína pega un salto hacia arriba y clava los tacos de sus zapatos en el cielo raso, como si fueran tarugos. Colgada boca abajo como un murciélago, dispara a repetición, aprovechando que, por lo visto, el cargador de su arma admite infinita cantidad de municiones. Con sus adversarios fuera de combate, se dirige hacia el empresario, que le recuerda, con sonrisa canchera, la protección inviolable que lo cubre. No hay problema: de los anteojos –que la chica había dejado sobre el escritorio, recuérdese– comienza a salir un gas venenoso, que lo liquida en cuestión de segundos. Mientras por los parlantes del edificio suena Close to you (en la clásica versión de The Carpenters, por supuesto) la chica sale del despacho, caminando con suficiencia de top model. Se dirige hacia la terraza del gigantesco rascacielos y desde allí se descuelga, como una plumita, gracias a un sistema de ganchos lanzables que controla desde una riñonera.
Allí está todo lo que hace imbatible al cine asiático de género: la total ruptura con la realidad y la consecuente fundación de un territorio propio en el que todo lo imaginable se hace posible. Una concepción del género como zona liberada de las leyes físicas, dramáticas y humanas. La imaginación desatada para concebir una coreografía del asombro y la invitación al espectador a asociarse en el disfrute cómplice: la cámara y el montaje como instrumentos ideales para acompañar y construir, en el espacio, líneas kinéticas de perfecta armonía. Producida por la división asiática de la Columbia Pictures y dirigida por Corey Yuen (director y especialista en escenas de acción que es el favorito de Jet Li, y tuvo a su cargo el departamento respectivo en Arma mortal 4 y X-Men) el mayor interés de Arma virtual en las escenas de reposo pasa por la contemplación de la taiwanesa Shu Qi, cuya hipnótica, casi sobrehumana belleza tan bien había aprovechado Hou Hsiao Hsien en Millenium Mambo.
Con la excepción de Shu Qi y la de la abierta atracción homoerótica entre sus dos partenaires femeninas (Vicky Zhao y Karen Mok), no hay duda de que el interés de Arma virtual decae drásticamente cada vez que lascabriolas y patadas voladoras cesan. A quién le importa, si enseguida va a toparse con una increíble batalla a patada limpia adentro de un ascensor, un “sandwichito” entre cuatro personajes que se apuntan entre sí (todos abrazados) o la fusión entre fútbol y artes marciales que proponen un par de escenas, en las que los contendientes recurren a “medias chilenas” y “bicicletas” para pasarse armas entre sí. Euclides destronado, imaginación kinética a toda prueba, cuerpo hecho magia, dinámica visual incesante: bienvenidos al cine de acción hongkonés.

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La deslumbrante Shu Qi en acción, en la escena inicial de Arma virtual.
 
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