EL MUNDO › CONVOCATORIAS EN CARACAS DE CHAVISTAS Y OPOSITORES
Memoria del golpe de abril
El enviado de Página/12 a Venezuela relata en esta crónica el clima polarizado en la conmemoración del golpe de abril de 2001 que sacó del poder a Hugo Chávez por 47 horas.
Por Martín Piqué
Venezuela recordó los dos años del golpe de Estado del 11 y 12 de abril de 2001. Y lo hizo de dos formas muy distintas, revelando la polarización que se vive en este país. La gente que habita en los barrios humildes -que parecen un calco de las “favelas” de los morros de Río de Janeiro–, junto a los militantes y dirigentes del oficialismo, se encontró para recordar el golpe en un lugar paradigmático de la ciudad: el puente Llaguno, donde los chavistas se habían convocado el 11 de abril para resistir el alzamiento que quiso terminar con el mandato de Chávez. En ese lugar hubo francotiradores que dispararon contra la multitud –con una veintena de muertos de ambos lados– y tanto el arco gubernamental como el opositor se acusaron por esos hechos. La oposición, en tanto, se convocó en el territorio que controla con mano de hierro: los barrios del este de Caracas, con la plaza Altamira como centro político, y en los cuatro canales de televisión privados, a los que popularmente se conoce como “las cuatro jineteras” del Apocalipsis.
Tanto los hombres del Gobierno como los de la oposición apelaron al poder simbólico para recordar el golpe. En el puente Llaguno, dirigentes reconocidos de las fuerzas bolivarianas que tuvieron mucho protagonismo en aquellos días –Tarek William Saab y Diosdado Cabello, sentados en el medio del puente– recordaron cómo fue que la manifestación de la oposición se desvió de su destino original y se dirigió para el Palacio de Miraflores, y cómo la policía metropolitana empezó a reprimir a los chavistas que querían impedir que llegaran a su destino y defender al Presidente. El acto fue transmitido en vivo por la cadena estatal, el Canal 8, que en estos días está haciendo una cobertura especial. A unos kilómetros de allí, en la zona residencial, la oposición festejó la Pascua quemando muñecos que representaban a Judas pero que tenían las caras de Chávez y Fidel Castro. También en el acto del chavismo se habían quemado muñecos, pero ésos tenían el rostro de Pedro Carmona –el ex titular de la patronal venezolana que se hizo designar presidente y derogó por decreto la Asamblea nacional–.
La serie de homenajes del arco político que apoya a Chávez (en el que están agrupados varios partidos y movimientos sociales bajo la coordinación del Comando Ayacucho) continuó ayer con la llegada de varias delegaciones internacionales convocadas a un encuentro de solidaridad con la revolución bolivariana. Han llegado comitivas de toda América latina: una de las más numerosas es la cubana, un dato que no sorprendió demasiado porque Fidel Castro y Chávez son amigos personales, mientras que Cuba y Venezuela han firmado muchos acuerdos de cooperación económica y social. Venezuela provee de petróleo a la isla, y La Habana ha enviado varios miles de médicos que están trabajando en los barrios pobres de Caracas y las demás ciudades venezolanas. Ese plan, del que observadores extranjeros admiten que está dando resultados, fue bautizado con el nombre de “Barrio Adentro”. También cuenta con asesoramiento cubano la “Misión Robinson”, un programa de alfabetización que se desarrolla en los mismos barrios.
Esa supuesta influencia de Cuba irrita a la oposición. Hace dos años, el día en que el golpe parecía un éxito, los opositores atacaron la embajada de la isla, le cortaron los teléfonos y rompieron los coches de la delegación. Ese sentimiento muy adverso contra los cubanos se refleja en los diarios tradicionales del país y en muchos libros que denuncian la injerencia “castrocomunista”. La visión es muy distinta desde los simpatizantes del Gobierno, que cuentan que la población de los morros ha tomado como responsabilidad propia la seguridad de los médicos cubanos. La confrontación llega hasta tal punto que un dirigente sindical del Movimiento Quinta República –el partido de Chávez– admitió a Página/12 que desde el golpe de abril de 2001 los médicos cubanos se convirtieron en un “objetivo militar” para los grupos armados de la oposición. Con todos estos antecedentes, el gobierno tenía previsto para ayer realizar una marcha “de desagravio” a la embajada de Cuba. Al final, según dijeron los propios organizadores, se tuvo que suspender por cuestiones de “seguridad”.
El enfrentamiento también se puede ver en las paredes. Sobre la avenida México, frente al hotel Caracas Hilton y en una zona céntrica se ven leyendas que dicen “Ortega fascista” y “la Patria no se vende, se defiende”. Fueron hechas por simpatizantes del presidente Hugo Chávez, y acusan a Carlos Ortega, ex titular de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) que apoyó el golpe de 2001. También por el centro de la capital –en el barrio Los Caobos, que concentra hoteles internacionales, teatros y centros culturales– se pueden ver pintadas antichavistas, pero en mucha menor cantidad. Pasan casi desapercibidas. “Chávez asesino”, dice una que quedó de la última manifestación de la oposición, en la que algunos opositores usaron bengalas como proyectiles y la Guardia Nacional reprimió duramente. Pero distinto es el panorama en la zona este de la ciudad, la parte más residencial, donde vive la clase media alta. Ese lugar es el “escualidrátero”, porque allí viven los “escuálidos”, como llaman los chavistas a quienes odian a Chávez y su gobierno.
En la prensa también se refleja esa distancia, que parece irreconciliable. En la gran cantidad de diarios que ofrecen los kioscos –hay una oferta muy amplia, característica de tiempos de mucha politización y polarización de las opiniones–. Se pueden leer opiniones de la prensa de la derecha tradicional que se preguntan en tono amenazante por el objetivo de Chávez: “¿Hasta dónde puede llegar? La experiencia dice que muy lejos, siempre y cuando su vida no se encuentre en peligro”. O también, en los diarios que los vendedores definen como “del gobierno”, se lee que los oficialistas demandarán en tribunales internacionales al embajador estadounidense en Caracas, Charles Shapiro, por su intervención en los episodios que desembocaron en el golpe.