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La Constitución europea, próxima escala tras el negativo test electoral

Luego de los catastróficos resultados de las elecciones para los líderes europeos este domingo, aumentó la presión para que éstos limen asperezas con respecto a la aprobación del texto constitucional de la Unión. Gran Bretaña mantiene sus reservas.

 Por Marcelo Justo

La Constitución europea que deben acordar los 25 países de la Unión Europea este fin de semana podría ser la primera víctima del desastroso resultado electoral del laborismo en las euroelecciones este domingo. La oficina del primer ministro señaló ayer que Londres no aceptará un acuerdo a “cualquier precio” y que sólo firmará uno “que respete los intereses nacionales”. En una conferencia de prensa, el portavoz de Tony Blair declaró que Gran Bretaña defenderá el interés nacional para mantener la independencia sobre el presupuesto, la defensa y la política exterior. En estas áreas, los cancilleres deberán encontrar una salida que sea potable para Gran Bretaña o arriesgarse a que no se pueda aprobar el proyecto de Constitución en la cumbre de este 17 y 18 de junio. “La Constitución es un medio para un fin, no un fin en sí mismo. El fin es tener una Europa eficiente que permita a sus miembros trabajar conjuntamente desde su identidad nacional. Es posible, pero todavía hay cosas que resolver”, indicó el portavoz de Blair.
En Bruselas, el canciller británico Jack Straw reconoció el impacto de las elecciones, aunque dejó en claro que Gran Bretaña quería la aprobación del texto constitucional. “La gente quiere una Unión Europea que funcione y eso es lo que quiere nuestro gobierno. Por eso buscamos un texto constitucional que pueda satisfacer estas expectativas”, indicó Straw. El canciller británico interpretó de esta manera el veredicto de las urnas de la enorme mayoría de las 25 naciones que, con la excepción de España y Grecia, votaron en contra de los partidos gobernantes y revelaron un claro descontento con el actual funcionamiento de la Unión. En ningún lugar este descontento fue más patente que en Gran Bretaña, tradicionalmente el más euroescéptico de los países de la Unión.
Los resultados finales de las elecciones a eurodiputados arrojaron un significativo avance de un partido prácticamente desconocido y marginal, el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP, según las siglas en inglés), a costillas de conservadores y laboristas. Con un mensaje claramente negativo, que lisa y llanamente propone la retirada de Gran Bretaña de la Unión Europea, el UKIP obtuvo un 17 por ciento de los votos. Ayer, la ex celebridad televisiva británica y flamante eurodiputado por el UKIP, Robert Kilroy-Silk, declaró que se proponía desbarrancar el Parlamento europeo. “Quiero exponer el despilfarro, la corrupción y el modo en que está erosionando nuestra independencia y soberanía. Nuestra misión es ir y decir: ‘Miren lo que están haciendo, así se malgasta nuestro dinero’”, indicó Kilroy-Silk.
En una clara señal del impacto que tuvo el UKIP, las planas mayores de laboristas y conservadores estaban inmersas anoche en un prolongado post-mortem para analizar las repercusiones de las eurournas. En el laborismo hay un claro alivio por el impacto que el UKIP tiene sobre sus rivales conservadores, divididos internamente por el tema europeo. Los sectores más euroescépticos de los conservadores están presionando al líder de la oposición, Michael Howard, para que radicalice su posición frente a Europa.
El problema para Howard es que el tema europeo es una caja de Pandora: abrirla puede dejar libres los demonios partidarios que condujeron a las catastróficas derrotas electorales de 1997 y 2001. Por su parte, los laboristas tendrán que responder al mensaje del crecientemente euroescéptico electorado británico en los tramos finales de estas negociaciones para una Constitución europea. De Atenas a Londres, de Varsovia a Madrid, las urnas dejaron un mensaje muy claro: el electorado percibe a las instituciones europeas como lejanas e irrelevantes. En base a este veredicto, el primer ministro británico puede arrancar concesiones a Francia y Alemania, dos de las naciones más federalistas, cuyos gobiernos recibieron un duro golpe en las elecciones del fin de semana.

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El canciller británico, Jack Straw, llega a la conferencia ministerial de la Unión.
 
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