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Por Pilar Lozano*
Desde Bogotá

El obispo de la ciudad colombiana de Yopal, Misael Vacca Ramírez, secuestrado el pasado sábado, fue liberado ayer cerca del lugar en el que fue capturado por hombres armados, al parecer del Ejército de Liberación Nacional (ELN). El lunes, la Iglesia colombiana advirtió que el secuestro del obispo “afecta la posibilidad de un proceso de paz”. Horas antes, el papa Juan Pablo II pidió su inmediata liberación. Es el cuarto secuestro de un prelado que perpetran los grupos armados en la última década. Mientras, seguía en Colombia la controversia por la presencia, hoy en el Congreso, de tres líderes paramilitares, que tienen el control militar y político en importantes regiones del país y que sostienen un diálogo con el Ejecutivo.
El obispo realizaba una labor pastoral en la pequeña población Morcote, a 350 kilómetros de Bogotá, cuando un grupo de hombres armados, con los brazaletes del ELN, lo alejaron de sus acompañantes, con el pretexto de enviar con él un mensaje al gobierno. Hace un mes el ELN inició acercamientos con el gobierno bajo la mediación mexicana, y hace pocos días aceptó la invitación para realizar en el Congreso una convención nacional, indispensable, según el ELN, para llegar a la paz. Los tres cuestionados personajes, Salvatore Mancuso, máximo comandante de estos grupos, y dos negociadores: Ernesto Báez y Ramón Isaza, llegaron ayer a Bogotá. Los que se oponen a esta visita aseguran que es un regalo prematuro para un proceso que apenas ha arrancado y en el que los paramilitares no han cumplido con la exigencia de detener las acciones violentas en todo el país.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.