EL MUNDO

Cuatro años de sangre, de ataques suicidas y asesinatos selectivos

Por Anne Penketh *

Una provocación de Ariel Sharon gatilló la segunda Intifada o levantamiento palestino, el 28 de septiembre de 2000. Ese día, el corpulento jefe del partido derechista Likud se puso sus anteojos de sol y caminó hacia uno de los sitios más sagrados de Islam, Haram al Sharif, conocido por los judíos como el Templo Monte, en Jerusalén este, y ocupado por los israelíes. El predecible resultado fue una explosión de palestinos tirando piedras y nació la segunda Intifada. En total, 3350 palestinos y 970 israelíes han muerto.
La primera Intifada, la revuelta espontánea contra la ocupación israelí que duró de 1987 a 1991, dio lugar al primer intento internacional por lograr un acuerdo comprensivo y permanente entre israelíes y palestinos: la conferencia de paz de Madrid en 1991. Cuatro años de esta Intifada han producido otro intento por llegar a la paz. Pero la escalada de la devastación de ambos lados hasta llegar a Sharm el Sheij ha impactado al mundo. La imagen icónica de Mohammed Durra, de 12 años, que murió en brazos de su padre mientras se refugiaban de una batalla armada entre palestinos y soldados israelíes defendiendo la colonia israelí de Netzarim, se convirtió en un símbolo de la Intifada. Dos días después de la visita de Sharon a la mezquita al Aqsa, el video filmado por un cámara francés intensificó la furia palestina opuesta a que Israel hiciera blanco en niños. El ejército pidió disculpas, pero en los siguientes días dispararon a otros dos niños por tirar piedras.
Las imágenes horrorosas siguieron apareciendo. El 12 de octubre de 2000, dos soldados israelíes fueron linchados en la comisaría palestina en Ramalá; un joven palestino exultante pudo verse en la ventana levantando sus manos manchadas con la sangre de las víctimas. Después, en la noche anterior a las Pascuas, el 27 de marzo de 2002, un kamikaze se inmoló en la ciudad vacacional de Netanyah, matando a 28 personas mientras se preparaban para celebrar una de las noches más sagradas del calendario judío.
La represalia de Sharon, para ese entonces primer ministro, no se hizo esperar: Israel lanzó un asalto militar masivo sobre Cisjordania, teniendo por objetivo las oficinas de Yasser Arafat en Ramalá, condenándolo a ser prisionero en su bunker. Sólo dejó el lugar para morir.
El ejército israelí persiguió a militantes palestinos hasta la Iglesia de la Natividad en Belén. Esto provocó una crisis internacional que duró cinco semanas y fue solucionada sólo con la negociada salida de los 39 militantes de la iglesia. Los kamikazes palestinos –incluyendo a mujeres– no cedieron. En respuesta, en abril de 2002 Israel envió sus tanques a un campo de refugiados palestinos en Jenin y cientos de casas fueron demolidas por topadoras.
Esa primavera, el gobierno israelí comenzó a construir el muro de seguridad diseñado para no dejar entrar a los kamikazes a Israel, pero fue criticado por los palestinos por penetrar en su tierra. La disputa llegó hasta la Corte Suprema israelí, que dictaminó en junio del año pasado que el muro de seguridad debía desviarse para ser levantado en otro lugar, por la inconveniencia que significaba para los palestinos. Pero Israel desechó otro dictamen de la Corte Internacional, el cuerpo judicial de la ONU, como “inmoral y peligroso”. Nueve días después la Corte hizo un llamamiento para que se tirara abajo la barrera “ilegal”. Pero incluso la pared no detuvo a los kamikazes. Después de un cese de fuego que duró siete semanas durante el primer y corto período de Mahmud Abbas como primer ministro palestino, el 20 de agosto de 2003, un kamikaze mató a 20 personas en un ómnibus de Jerusalén. Los militantes que reivindicaron el ataque dijeron que fue en venganza por el asesinato de líderes palestinos llevado a cabo por israelíes. Dos días después, otro líder militante fue objetivo de Israel: el cofundador de Hamas, Ismail Abu Shanab, murió por un ataque con misiles de helicóptero en la ciudad de Gaza. Después los israelíes se envalentaron aún más: el 22 de marzo de 2004 asesinaron al líder de Hamas, Sheikh Yassin, que se movilizaba en silla de ruedas, y a su sucesor Abdel Aziz al Rantissi, cuyos asesinatos gatillaron otra ronda de violencia. Pero todavía faltaba el acto final de la intifada.
Sin que se detuviera la violencia, el plan unilateral de Sharon para la evacuación de Gaza comenzó a ganarse la opinión de que se podía tratar de una forma de volver a la Hoja de Ruta con apoyo internacional que sentaba un calendario para la creación de un Estado palestino.
El telón cayó sobre Yasser Arafat con su muerte en París el 11 de noviembre del año pasado. Había estado políticamente muerto desde que fue declarado como un obstáculo para la paz por el gobierno israelí en septiembre de 2003. Con ambos lados hastiados por el conflicto, se ha abierto otra ventana de oportunidad.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Ximena Federman

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