EL MUNDO
El PT se hace un harakiri político
Las disputas dentro del oficialista Partido de los Trabajadores de Brasil otorgan la presidencia de Diputados a la derecha.
Por Jorge Marirrodriga*
Desde San Pablo
En una especie de “harakiri” político, la izquierda brasileña entregó ayer la presidencia del Parlamento Federal a un candidato de la derecha, después de que no se lograran superar las rivalidades internas en el interior del Partido de los Trabajadores (PT), que lidera el actual presidente Luiz Inácio Lula da Silva. El candidato de Lula, Luiz Eduardo Greenhalgh, quien en un principio parecía que iba a ser elegido presidente de la Cámara sin dificultades, se vio superado en la segunda vuelta por Severino Cavalcanti, del derechista Partido Progresista (PP). El principal enemigo de Greenhalgh fue un compañero de partido, Virgilio Guimaraes, quien se postuló al puesto y se negó a retirar la candidatura. Se trata de la peor derrota política sufrida por el PT y de la primera vez en la historia reciente de la democracia brasileña en que la presidencia de la Cámara –tercera autoridad más importante de la República Federativa de Brasil– no es ostentada por alguien perteneciente al principal partido.
La importancia de la elección generó gran tensión en los diputados, que prolongaron la sesión durante toda la madrugada. Varios ministros federales del PT discutían acaloradamente con sus compañeros de partido el destino de su voto, mientras los pasillos del edificio, construido por el arquitecto Oscar Niemeyer, aparecían empapelados con los rostros de los candidatos, como si se tratara de unas elecciones en la calle. Tras una primera votación, Cavalcanti y Greenhalgh pasaron a la segunda ronda. Las negociaciones se multiplicaron y entre promesas –Cavalcanti prometía aumentar los salarios de los diputados– y amenazas, se llegó a la votación definitiva y secreta, donde Cavalcanti obtuvo 300 votos contra 195 de Greenhalgh, quien abandonó la sala sin hacer declaraciones. Algunos diputados de la izquierda no podían evitar su decepción. “Es un hecho inusitado. Es la primera mesa que preside el Parlamento en el que se excluye al partido mayoritario”, destacó el diputado del Partido Socialista Brasileño (PSB) Beto Alburquerque. “Tiene que haber un respeto mínimo a las reglas democráticas, porque lo contrario es revanchista y sectario.” Para Alburquerque, lo sucedido, más allá de una maniobra parlamentaria, es un asunto muy grave y serio. “A partir de ahora se abre una nueva era en la que vale todo.”
En el Parlamento se desató la algarabía y al grito de “¡Severino, Severino!”, Cavalcanti –quien en su vida política ha militado en ocho partidos diferentes– subió al estrado y apenas tardó un par de minutos en anunciar que actuará contra los llamados decretos provisionales, una suerte de decreto-ley con que la administración de Lula ha adoptado numerosas medidas para evitar que queden empantanadas en el Congreso. Además Cavalcanti, de 74 años, puede influir en la velocidad con la que se tramitan las leyes en la Cámara baja. Pero lo más preocupante para Lula es que el principal rival de su candidato ha sido un hombre de su propio partido. Ratificando el refrán “tu peor enemigo, tu hermano”, Virgilio Guimaraes, perteneciente al ala izquierdista del PT, desde un principio expresó su rechazo por el candidato oficialista y anunció que se postulaba para “defender los intereses de la sociedad y no los del partido”. Guimaraes aguantó la presión y no quiso retirar su candidatura a la primera vuelta, en la que resultó derrotado por Greenhalg. Para la segunda vuelta, sus seguidores votaron al candidato de la derecha.
La derrota del PT escenifica la teoría manejada desde hace meses en medios de comunicación y círculos políticos brasileños. Existen dos partidos diferentes con las mismas siglas. Por un lado un PT pragmático que se ha desplazado al centro político cuando le ha llegado la responsabilidad de gobernar, y por otro un PT fiel a los comienzos de lucha obrera, más reivindicativo, que considera que las reformas realizadas desde que se alcanzó el poder son insuficientes. Y en medio Lula, que hace malabarismos para mantener la paz entre sus filas.
Al presidente brasileño, de visita en varios países de Latinoamérica, entre ellos Venezuela, tampoco le llegaron buenas noticias desde el Senado, donde si bien se impuso por mayoría aplastante Renan Calheiros, del Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), aliado del PT, Lula ha tenido que prometerles cargos y ministerios a sus aliados para mantener la paz en la Cámara alta.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.