EL MUNDO
La derecha ya festeja el cambio de mayoría europea
De continuar el actual giro a la derecha, serán los conservadores y xenófobos quienes tendrán en sus manos la tarea de reformular la Unión Europea. Y, desde luego, muchos de ellos quieren destruirla.
Por Carlos Yarnoz
Desde Bruselas
Los resultados de la primera vuelta francesa, con los precedentes de Austria (1999), Italia (2001), Dinamarca (2001) y Portugal (2002), no sólo confirman la crisis de la izquierda clásica europea, sino que también ponen de relieve el ascenso de una ultraderecha xenófoba y antieuropeísta que ha hecho saltar todas las alarmas en Bruselas y en las demás capitales de la Unión. De continuar la tendencia, como se prevé, la UE contará pronto con una mayoría de líderes conservadores en el Consejo de la Unión, que controlarán el gran debate sobre el futuro de la UE, que debe culminar en 2004, coincidiendo con su histórica ampliación al Este.
Mientras Jonathan Faull, portavoz de la Comisión Europea, confiaba esta semana en que Francia “permanezca fiel a los valores fundamentales de la Unión”, y el presidente del Parlamento Europeo, el liberal Pat Cox, reclamaba a los franceses que permanezcan firmes “contra la intolerancia y la xenofobia”, el ultra Jean-Marie Le Pen llamaba desde París a “oponerse a la Europa tecnocrática” y a formar “una fuerza popular de defensa de la independencia nacional” que luche “contra una Europa federalizante”. El discurso del dirigente francés ya ha tenido abundantes pre ecos similares en los últimos tres años. En Austria, el populista y nacionalista Joerg Haider logró el 27 por ciento de los votos en 1999 y, tras imponer al canciller Wolfgang Schüssel la entrada de su partido (FPOe) en el gobierno, no ahorró críticas al euro o a la ampliación. Como casi tres años después lo hizo Umberto Bossi, líder de la xenófoba Liga del Norte y ministro de Reformas Institucionales en el gobierno de Silvio Berlusconi.
El ascenso de la ultraderecha también ha tenido claros ejemplos en Bélgica, Holanda y Dinamarca. En Flandes, el ultraderechista Vlaams Blok, con su líder independentista Filip Dewinter a la cabeza, fue el partido más votado (33 por ciento de sufragios) en las municipales de octubre de 2000. En Dinamarca, la ultraderechista Pia Kjaersgaard convirtió el pasado noviembre al Partido del Pueblo en la tercera fuerza del país con el 12 por ciento de los votos. Cuatro meses más tarde, el holandés Pim Fortuyn, al grito contra la inmigración de “Holanda está llena”, se hizo con un tercio de escaños en el Ayuntamiento de Amsterdam.
Si algo une a todos estos líderes es su discurso xenófobo, concretado en una apuesta por la seguridad frente a la emigración e incluso a la ampliación. Con esto han captado votos entre una población europea más y más preocupada por la paz y la seguridad, como lo demuestra un sondeo elaborado por Eurostat en octubre y noviembre del año pasado. Preguntados sobre las prioridades que debe tener la UE, un 91 por ciento eligió “preservar la paz y la seguridad”, y sólo el 30 por ciento eligió “acoger a los nuevos países miembros”.
Si el giro a la derecha ya se vislumbró en las elecciones europeas de 1999, cuando el Grupo del Partido Popular Europeo se convirtió en mayoritario en la Eurocámara (232 sobre 626 escaños), los resultados en Austria e Italia ratificaron una tendencia que, según los sondeos, se ha disparado tras los ataques del 11 de setiembre y la consiguiente demanda de más seguridad. “El 11-S ha sido mortal para la izquierda europea”, se lamenta Enrique Barón, líder de los socialistas europeos en la Eurocámara.
Como consecuencia, el Consejo de la UE, controlado en los últimos cinco años por una mayoría de líderes de la izquierda europea, está a punto también de cambiar su color dominante. Tras las recientes elecciones portuguesas, la Unión tiene hoy ocho primeros ministros socialistas o socialdemócratas frente a siete de centroderecha o conservadores.
El vuelco puede producirse tras cualquiera de las legislativas en Holanda (mayo), Francia (junio) o Alemania (setiembre), porque, según los sondeos, sólo el laborista Tony Blair, que se embarcó en unatransformación de la izquierda británica, parece resistir bien el empuje conservador. De producirse el relevo en la mayoría, serán líderes de formaciones de derechas las que tengan la llave para controlar el proceso de la gran transformación interna de la UE.