EL PAíS › GABINETE DE CAVALLO
En la sombra
Por José Natanson
Con Enrique Mathov se reunió para mirar cómo su mujer, Sonia, lo defendía en televisión. Carlos Carballo, ex secretario de Producción para la Defensa, lo asesoró en los aspectos técnicos de la causa de la venta de armas. El ex juez Hernán Bernasconi le dio unos consejos legales. Con Rubén Santos comparte la lectura de los diarios, y hasta intercambia alguna opinión. Fiel a su estilo, Domingo Cavallo convirtió a sus compañeros de encierro –en el Escuadrón Buenos Aires primero, en Campo de Mayo después– en una especie de equipo que lo asesora. O, para usar el concepto inventado por los partidos políticos norteamericanos a los que tanto admira, en un verdadero Gabinete en las Sombras.
Un mes atrás, cuando Cavallo, desorientado y golpeado, ingresaba a la cárcel, Mathov fue uno de los primeros en acercarse a consolarlo. Es cierto que no habían tenido una gran relación durante su convivencia en el gabinete delarruista: Cavallo lo consideraba un radical típico, lo que desde su óptica significa básicamente alguien que no sabe gobernar. Mathov, por su parte, se quejaba de la falta de fondos para su secretaría. El encierro no los convirtió en amigos del alma, pero les dio tiempo para conocerse y los unió bastante.
Fue Mathov quien le explicó las claves del lugar: los horarios de comida, el trato con los guardias, cómo conseguir agua caliente. Y fue también Mathov quien le prestó su notebook en su primera mañana tras las rejas, para que repasara las repercusiones de su detención en los principales diarios del mundo.
Unos días después, los dos se sentaron frente al televisor de 24 pulgadas ubicado en el “living” del cuartel a mirar la aparición de Sonia en “Hora Clave”. Quizá porque de todos sus compañeros de prisión Mathov es el que tiene más experiencia política, Cavallo permitió que deslizara algunos consejos cuando concluyó el programa.
Hoy, ya recuperado del shock, Cavallo reconoce la ayuda del radical en los primeros días de encierro. “Enrique está muy deprimido. Cuando salga voy a hacer lo posible por ayudarlo”, le dijo Cavallo a una de sus visitas.
Sin embargo, no fue Mathov sino Carlos Carballo su principal sostén durante los días en el Escuadrón Buenos Aires. Cavallo no conocía a este amigo de Antonio Erman González que integraba la comisión que debía controlar la venta de armas, pero no le costó encontrar temas en común. Antes de llegar a la función pública, Carballo asesoraba a bancos importantes, y además es un experto en cuestiones financieras y económicas.
Sin buscarlo, se fue convirtiendo en el interlocutor favorito del Mingo, que descargaba sobre su nuevo amigo largas peroratas sobre los errores de política económica del gobierno de Eduardo Duhalde. Sin embargo, el tema que más los unía (y casi el único en el que Cavallo estaba dispuesto a escuchar a Carballo) era la causa por la venta de armas.
“Este tipo sabe un montón. Se conoce el expediente de punta a punta”, le dijo el cordobés a sus abogados. Y transformó al ex funcionario menemista en su virtual asesor sobre la causa. “El podría haber pedido la excarcelación pero no lo hizo. Presentó un recurso directamente ante la Corte y ahora está esperando que lo resuelvan”, les comentó hace poco a sus abogados, que analizaron la posibilidad de copiar la estrategia de Carballo.
Las cosas no arrancaron bien con Bernasconi. Apenas ingresó Cavallo, el ex juez preguntó por qué le dieron un cuarto individual mientras que él, que ya lleva preso varios años, tenía que compartir la celda con Jorge Varando, el militar (RE) preso por la represión del 20 de diciembre. Con el correr de los días, sin embargo, Cavallo y Bernasconi se fueron acercando. Al final hablaban de tanto en tanto y el ex juez federal deDolores –viejo conocedor de los secretos de la Justicia– lo asesoró en algunos aspectos de su estrategia legal.
¿Por qué desaprovechar los consejos de un radical con experiencia política, de un hombre que conoce como pocos el complicado expediente de la venta de armas o de un ex juez que maneja los secretos de la Justicia? Pragmático como siempre, Cavallo descartó cualquier reparo y convirtió a sus compañeros de detención en un virtual equipo de colaboradores.
Dos semanas después fue trasladado a Campo de Mayo. Aunque las condiciones de detención son similares (una celda de tres por tres, caminatas diarias, celular e Internet), la ventaja es el verde del conurbano contra el smog del Escuadrón Buenos Aires, y la mayor libertad para recibir visitas. Sin embargo, el ex ministro extraña a sus antiguos compañeros de encierro.
Ahora sólo habla con Rubén Santos, el ex jefe de la Federal, con el que comparte la lectura mañanera de los diarios, algunas charlas y una cena de vez en cuando. “Este tipo no sabe nada. Es un desastre”, le dijo la semana pasada, cuando se enteró de la designación de Roberto Lavagna como ministro de Economía. Santos suele escucharlo con atención. No tiene mucho en común con Cavallo, pero es un compañero agradable al lado del otro preso en Campo de Mayo: el represor Jorge “El Tigre” Acosta.
Según todos sus amigos, el ex ministro de Economía se mantiene entero la mayor parte del tiempo, y a veces se deprime cuando atardece, las visitas vuelven a sus casas, el pabellón se vacía y los gendarmes se preparan para le cena. Sólo queda la televisión, Internet y la lectura: Cavallo suele decir que no leía tanto desde sus épocas de estudiante. De vez en cuando lo sorprende algún llamado: sus allegados dicen que los empresarios más importantes de la Argentina se han comunicado con él. Además, Cavallo recibió llamados de Fernando de la Rúa (una conversación casi protocolar poco después de su detención); de Chrystian Colombo (su ex archienemigo de gabinete, con el que habló durante casi media hora); y, lo más sorprendente de todo, dos llamados de Carlos Menem: aunque no hablaban desde hace años, la venta de armas ha vuelto a unirlos como en los viejos tiempos.