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El Vía Crucis “oficial” y el Vía Crucis del Papa

Por primera vez, el papa Juan Pablo II, por su estado de salud, no pudo participar ayer del Vía Crucis de Semana Santa, en medio de múltiples signos de un inminente fin de reinado.

Los ritos litúrgicos de esta Semana Santa, los más importantes del calendario cristiano, estuvieron marcados por la tristeza ante la ausencia del papa Juan Pablo II, quien vive un personal y doloroso calvario por el agravamiento de su enfermedad. Mientras los católicos de todo el mundo oraban y revivían la pasión de Cristo, conmemorando la muerte del hijo de Dios en la cruz para redimir a los hombres, el Papa vivió por primera vez en 26 años de pontificado una semana distinta, caracterizada por la incertidumbre sobre su recuperación. Aconsejado por sus médicos, ayer sólo hizo una aparición virtual mediante una transmisión de video y un comunicado en que dijo: “Ofrezco mi sufrimiento para que el designio de Dios se cumpla y su palabra haga su camino a través de la gente”. Mientras tanto, la decisión papal de que una comitiva de cardenales lo reemplazara en los oficios para que no parezca haber un sustituto, no logró apagar la hoguera de rumores que se avivaban ante un clima de inminente fin del reinado.
“De todas las cosas a las que ha tenido que renunciar el enfermo Papa, el Vía Crucis es con toda seguridad la que más le duele”, publicó ayer el rotativo Corriere della Sera. El Papa, relegado al silencio después de la traqueotomía y custodiado severamente desde su segunda recaída, no pudo presidir anoche el Vía Crucis en el Coliseo, por orden expresa de sus médicos, a pesar de su empeño por hacerlo, y debió conformarse con seguir la ceremonia desde una pantalla de video. Seis cardenales fueron los elegidos a la manera de una “guardia” para oficiar la celebraciones de la Semana Santa por pedido del Papa, en un gesto claro que persigue el objetivo concreto de repartir las tareas entre varios religiosos y evitar así dar la impresión de que un reemplazante ocupa el lugar del Sumo Pontífice. Los clérigos elegidos por el Papa figuran en la lista de “papables”, es decir, sus posibles sucesores.
“Sólo hay que evitar la impresión de que hay un sustituto del Papa”, explicó una fuente del Vaticano informada sobre la estrategia del reparto de funciones. “Una vez uno, otra el otro –con toda seguridad– ésta es la intención del Papa”, agregó.
Mientras la Semana Santa sin el Papa revela el inminente fin del reinado del Juan Pablo II, y la pregunta sobre quién dirige la Iglesia si su máxima autoridad no puede recibir a sus colaboradores resuena en los pasillos, las luchas intestinas por la sucesión se inician. Las rivalidades dentro de la Curia se perfilan ante la posibilidad anunciada por Orazio Petrosillo, vaticanista del diario Il Messaggero, de que el Papa aceptará después de la Semana Santa la renuncia del cardenal italiano Angelo Sodano, de 77 años y calificado de “número dos” del Vaticano y que va a nombrar al cardenal italiano Giovanni Battista Re, de 71 años, prefecto de la Congregación para los Obispos, en el cargo. Sodano dimitió en el 2002 al cumplir los 75 años. A pesar de que el vocero del Vaticano Joaquín Navarro Valls desmintió dichos rumores, la disputa pareciera entablarse entre Sodano y Re. El primero provocó el disgusto del Vaticano por sus declaraciones sobre la posible renuncia del Papa, mientras que Re, según el diario La Repubblica “no logra hacer llegar al pontífice su lista de los obispos a designar”. Mientras tanto, miles de fieles se congregan a diario frente al palacio apostólico con la esperanza de que Juan Pablo II se asome a la ventana a saludarlos. Sin embargo, la emoción y los vítores de los peregrinos no logran esconder lo que para muchos resulta evidente: el Papa se está apagando.

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El Papa fue reemplazado por una comitiva de cardenales.
 
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