EL MUNDO › PYONGYANG PRUEBA UN MISIL, TEHERAN ADVIERTE
El ojo W2 en el “eje del mal”
Por Rupert Cornwell*
Desde Washington
Las conversaciones sobre lo relacionado con proliferación nuclear que empiezan hoy en Nueva York están destinadas a fracasar, amenazadas de estancamiento por dos propuestas y ensombrecidas por las nuevas amenazas desde Irán y Corea del Norte, los dos países que según Washington están más cercanos a construir sus propias armas nucleares.
El régimen reservado de Pyongyang creó una nueva incertidumbre al probar y disparar un misil de corto alcance en el mar de Japón ayer, la víspera de la inauguración de la conferencia en la ONU por la revisión –que tiene lugar cada cinco años– del Tratado de No Proliferación. El disparo del misil, confirmado por la Casa Blanca, ocurrió días después de que un oficial de alto rango de la inteligencia de EE.UU. alertara que Corea del Norte tenía la capacidad de poner una cabeza nuclear en un misil de balística. Esa revelación provocó nuevas especulaciones de que el país podría conducir una prueba bajo tierra el próximo mes.
Mientras tanto, Irán –el llamado “eje del mal” junto con Irak e Irán por parte de Estados Unidos–, un firmante del tratado a diferencia de Corea del Norte, dijo que las conversaciones con EE.UU. sobre su programa nuclear no estaban yendo a ningún lado y amenazó con terminar su suspensión voluntaria del enriquecimiento de uranio. Teherán insiste en que quiere combustible nuclear para propósitos puramente pacíficos, pero EE.UU. y sus aliados creen que está defendiendo un proyecto secreto para asegurarse armas nucleares.
Las crecientes tensiones con Corea del Norte e Irán subrayan la desorganización de las iniciativas antiproliferación y el fracaso de los esfuerzos internacionales para acabar con los vacíos legales en el tratado, que no condena específicamente la producción de uranio enriquecido y plutonio, que son esenciales para las armas nucleares.
En un intento de ganar tiempo, Mohamed el Baradei, el jefe de la Agencia Internacional de Energía Atómica, el guardián nuclear de la ONU, propuso una moratoria global de cinco años en enriquecimiento de uranio.
Sin embargo, la sugerencia fue rechazada, no sólo por Irán sino también por Francia, Japón y EE.UU., todos con el argumento de que una suspensión causaría estragos en sus programas nucleares civiles.
El estancamiento deja la conferencia de revisión sin una agenda acordada y hace más probable que los procedimientos terminarán el 27 de mayo con las declaraciones finales más suaves, una aún más probable de ser menos efectiva que los “13 Pasos” para el desarme acordado por la revisión del Tratado de 2000 y ampliamente ignorado desde entonces.
Sin embargo, esta impasse refleja un quiebre más profundo, socavando el campo de liderazgo de EE.UU., que ve al tratado como un medio para prevenir que otros países adquieran armas nucleares, contra aquellos que creen que Washington y las otras potencias nucleares no están cumpliendo su parte en “gran negocio” del tratado.
Esto estipula que a cambio de que otros acepten no volverse nucleares, las cinco potencias nucleares oficiales reducirían y, en última instancia, eliminarían sus propios arsenales. En cambio, la administración Bush se ha negado a firmar un tratado abarcativo que prohíbe las pruebas nucleares y está desarrollando nuevos tipos de armas, provocando ataques diplomáticos desde el exterior. Estas medidas, argumentan los críticos, bajarían –no aumentarían– el umbral nuclear.
Las señales son que la Casa Blanca, no admiradora de la ONU en la mayoría de los casos, ha decidido rodear la figura mundial, intentando asegurar un acuerdo informal entre las potencias nucleares civiles –el así llamado Grupo de Proveedores Nucleares– para negar la venta de tecnología nuclear y de equipamiento a Corea del Norte, Irán y a los demás sospechosos de buscar armas nucleares.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Laura Carpineta.