EL MUNDO › RESISTEN LA ASUNCION DEL POLEMICO
TITULAR DEL SENADO COMO PRESIDENTE DE BOLIVIA
Un Congreso que no tiene la Vaca atada
Hormando Vaca Díez, representante de la clase alta de Santa Cruz, podría quedar ungido mañana como nuevo presidente de Bolivia en una sesión del Congreso en Sucre, pero el MAS de Evo Morales y el renunciante Carlos Mesa salieron a resistir la posibilidad de una sucesión por el cuestionado senador.
Por Pablo Stefanoni
Desde La Paz
“Llamo a Hormando Vaca Díez a que renuncie al privilegio de la sucesión constitucional. Es la hora del renunciamiento. El llamado también vale para Mario Cossío. Y el hecho de que alguien que controla a sus 157 parlamentarios y garantiza orden en su Congreso critique la falta de orden en el país es una ironía inaceptable.” Con estas palabras, el renunciante presidente Carlos Mesa se lanzó anoche a atajar el inminente golpe institucional con que el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR, el partido del depuesto ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR, de centroderecha, al que pertenece Vaca Díez, presidente del Senado) se aprestaban a preparar la toma de posesión del cuestionado senador en un Congreso convocado para mañana en Sucre.
Evo Morales y los movimientos sociales han advertido que resistirán esa opción, que amenaza con polarizar aún más el convulsionado país andino, y el líder del MAS llamó a constituir Comités de Autodefensa en la zona cocalera del Chapare. “Mineros potosinos y chuquisaqueños se movilizarán para impedir la sesión a la que ha convocado ese traidor de Vaca Díez”, advirtió Morales.
De renunciar los dos jefes del Congreso (Cossío lo es de la Cámara de Diputados), la sucesión iría al presidente de la Corte Suprema, Eduardo Rodríguez, quien tiene el poder de convocar a elecciones anticipadas.
Entretanto, la Federación de Juntas Vecinales de El Alto –en su tercera semana de paro cívico– aceptó el diálogo convocado por la Iglesia pero “sin levantar las medidas de fuerza” en favor de la nacionalización.
Con la sede de gobierno virtualmente tomada por los manifestantes, la megacoalición que otrora sostuvo al gobierno de Sánchez de Lozada se atrincheró en la oriental Santa Cruz de la Sierra, desde donde está operando a favor de la investidura de Vaca Díez. Así lo confirmaron el diputado del MNR Luis Eduardo Siles, y los dirigentes del MIR. Según la agencia Bolpress, el propio senador confesó ante allegados su intención de llegar a la presidencia, “aunque sea por seis meses”.
El encono popular hacia el presidente del Congreso puede percibirse en las marchas que ocupan a diario la sede de gobierno. “Vaca cabrón, te espera el paredón”, “Vaca, te espera el matadero”, coreaban ayer los manifestantes.
El otro ex miembro de la megacoalición, Nueva Fuerza Republicana (NFR), mantiene una posición ambigua, sosteniendo que antes de aceptar la renuncia de Mesa deben abordarse los temas que están polarizando el país (constituyente, referéndum autonómico y nacionalización de los hidrocarburos).
Por su parte, el portavoz del Departamento de Estado de EE.UU., Sean McCormack, instó a “una solución pacífica, democrática y constitucional” ante las tensiones por las que atraviesa el país, lo que fue leído por algunos analistas como un apoyo velado a la sucesión constitucional.
“Cómo es posible que los corruptos vuelvan al poder, son parte de la mafia política y va a haber una fuerte resistencia”, advirtió el líder del MAS, Evo Morales. “Ya no basta con los bloqueos, hay que organizar comités de autodefensa en El Chapare”, agregó, lo que parece abrir el camino a la formación de milicias armadas. “Va a ser una joda total”, sintetizó el diputado Gustavo Torrico ante una consulta de Página/12. La sede de gobierno –transformada en un campo de batalla y virtualmente paralizada–continúa sitiada por los alteños. La céntrica Plaza Murillo era custodiada ayer por fuerzas militares, ante la posibilidad de que los grupos que quieren tomar el Congreso puedan sobrepasar a la policía. La ciudad tronó ayer por la mañana con el ingreso de los cooperativistas mineros que, organizados marcialmente, se hicieron paso al ritmo de ensordecedoras detonaciones de dinamita que literalmente hicieron temblar la ciudad, ante el aplauso de otros sectores movilizados. Por algunos minutos revivía la Bolivia minera, cuando los obreros del socavón constituían la vanguardia del movimiento popular, con capacidad para negociar de igual a igual con las autoridades estatales. De esta forma, los mineros relevaron a los alteños, que ayer no bajaron a la hoyada paceña. La Plaza San Francisco se convirtió desde el mediodía en un campo de batalla entre mineros, campesinos y policías. Por primera vez desde el comienzo de la crisis, la policía actuó con violencia contra los manifestantes, con el objetivo de decomisar la dinamita portada por los mineros. Según voceros policiales, fueron incautados entre 40 y 50 kilos, junto a bombas molotov y algunas armas de fuego. La Plaza de los Héroes y las cercanías de la Plaza Murillo fueron los epicentros de los enfrentamientos, con un fuerte aumento de la tensión cuando los mineros intentaron ingresar a las áreas valladas. Posteriormente, las fuerzas policiales fueron movilizadas para tomar el control de varios puntos céntricos de la ciudad, con el saldo de unos 30 detenidos y varios heridos, producto de los gases lacrimógenos y balas de goma.
Otros enfrentamientos ocurrieron en Santa Cruz de la Sierra cuando la policía, junto a la Unión Juvenil Cruceñista, intentó desbloquear carreteras ocupadas por campesinos e indígenas. La potencia de la resistencia y la fuerza para colapsar el Estado desplegada por los movimientos sociales no tiene como correlato –hasta el momento– la capacidad para construir una alternativa para terciar en las batallas político-institucionales que determinarán quién gana y quién pierde con la salida de Carlos Mesa. Y, en ese sentido, algunos temen que –de no mediar cierta capacidad de articular un frente de las organizaciones sociales con proyección política– esta potencia pueda contribuir, paradójicamente, a la recuperación del poder por quienes lo perdieron en octubre de 2003.