EL MUNDO › A DOS SEMANAS DEL 7-J, OTROS CUATRO ATENTADOS GOLPEARON GRAN BRETAÑA
La muerte y la brújula atacan Londres
Repitiendo el método de los cuatro atentados del 7 en Londres, que fueron casi simultáneos y golpearon el sur, el norte, el este y el oeste de la ciudad, otros cuatro impactaron ayer en la capital británica, pero esta vez sin víctimas y con pocos daños. La investigación se desarrolla en un cerrado hermetismo.
Por Marcelo Justo
Desde Londres
A dos semanas de los atentados que dejaron un saldo provisorio de 56 muertos y 700 heridos, Londres conoció otra vez el sabor del miedo. En una escalofriante réplica del 7 de julio, tres líneas de subte y un autobús fueron sacudidos ayer por explosiones o por lo que el jefe de la Policía Metropolitana, sir Ian Blair, definió como “intentos de explosiones”. Los hechos se produjeron al sur, norte, este y oeste de la capital inglesa y dejaron un solo herido, pero sir Ian no dudó en calificarlo de “incidente grave”. “La intención de estos atentados era matar. No lo consiguieron”, dijo Blair. Por su parte, su homónimo, el primer ministro, Tony Blair, suspendió de inmediato el encuentro que estaba sosteniendo con su homólogo de Australia y aliado en la guerra contra Irak, John Howard, para reunirse con su gabinete de emergencia. En una improvisada conferencia de prensa, el primer ministro británico hizo un llamamiento a la calma. “No debemos permitir que estos atentados consigan lo que se están proponiendo: atemorizarnos”, dijo Tony Blair.
Los atentados ocurrieron en el subte de Oval, al sur del Támesis, que divide la ciudad; en Warren Street, a dos estaciones de King’s Cross, epicentro de los hechos del 7 de julio; en Sheperds Bush, oeste de la capital, cerca del centro televisivo de la BBC, y a bordo de un autobús en el barrio de Hackney, al este de la ciudad. Al igual que los atentados del 7 de julio, las explosiones sucedieron casi simultáneamente, en torno a las 12.38 hora local, pero en este caso se trató de explosivos de mucho menor potencia. Las tres estaciones de subte fueron evacuadas de inmediato. Según algunos presentes en la estación de Warren Street, la gente salió de los vagones en “estampida”. Un pasajero aseguró ver humo que salía de una mochila que quedó abierta en dos luego de una pequeña detonación. Este testimonio es similar al de los pasajeros del autobús 26 que viajaban de la city de Londres al popular barrio de Hackney. “Hubo una explosión y humo. Las ventanas del vehículo explotaron. El chofer se detuvo en la primera parada, hizo bajar a todos y después supimos que vio un paquete sospechoso en la parte trasera”, señaló a la BBC uno de los pasajeros.
La policía acordonó las zonas en torno de los atentados para realizar la minuciosa tarea forense que tan espectaculares resultados dio en los atentados anteriores. En cuanto a la marcha de la investigación, guardó un cerrado hermetismo que fue cubierto por distintas versiones que salían con cuentagotas por los medios de información. Uno de los lugares que suscitó mayor interés fue el Hospital College de Londres, cerca de la estación de Warren Street donde, según testigos, un hombre ingresó a la carrera con la actitud de estar huyendo. La policía evacuó la zona y el director del hospital envió un correo electrónico a todo el personal para que avisaran a las autoridades si veían a un hombre joven, alto, de aspecto paquistaní que tenía una campera con un agujero del que salían cables. La policía rodeó el lugar y durante dos horas no se permitió que nada saliera. Un paciente entrevistado por la BBC dijo haber presenciado cómo la policía arrestaba a una persona a la que puso contra la pared durante dos horas mientras revisaba el lugar.
En este nuevo jueves de miedo, llamaron la atención las similitudes y diferencias con el 7 de julio. Como en el borgiano La muerte y la brújula, los atentados respetaron los puntos cardinales de la ciudad. Hace dos semanas las bombas explotaron en subtes que iban al sur, este y oeste de la ciudad y se supone que la que explotó en el autobús tenía como objetivo original la línea norte, cuyo servicio había sido suspendido. El primer comunicado de los tres que se atribuyeron aquel atentado, el de una oscuraOrganización Secreta de Al Qaida en Europa de la Jihad, decía que Londres “arde en una cruz de fuego”, en aparente alusión a los puntos cardinales. Los atentados de ayer parecieron respetar esta tenebrosa geometría, así como la simultaneidad temporal, pero al mismo tiempo dieron la impresión de una mayor improvisación logística y metodológica. Uno de los objetivos lo lograron: crear pánico y desorientación. En la calle de los ministerios, Whitehall, que va de la Plaza Trafalgar al Parlamento, un joven que caminaba como miles de turistas se vio rodeado de policías que otrora raramente portaban armas y que ahora lo apuntaban a los ojos con sus fusiles y ametralladoras. Su pecado era la mochila que llevaba en la espalda.
En la conferencia de prensa que dio a pocos metros de ese incidente, en 10 Downing Street, residencia oficial del primer ministro británico, Tony Blair tuvo que defenderse de una pregunta que cada vez empieza a sonar con más fuerza en el Reino Unido: ¿no se siente responsable de haber colocado al pueblo británico en la primera línea de fuego con su política en Irak? Como era de esperar, el primer ministro no dio el brazo a torcer. “Sabemos cuál es el objetivo de este tipo de hechos. El objetivo es atemorizar a la gente, preocuparlos, impedirles una vida normal. Es importante conservar la calma”, dijo Blair. Lo cierto es que la unidad política de las primeras dos semanas, cuando casi nadie se atrevió a vincular Irak con los atentados, está empezando a mostrar grietas. El miércoles, el intendente de Londres, el laborista Ken Livingstone, condenó los atentados pero señaló que no se podía desligarlos de la política occidental hacia el mundo árabe y musulmán de las últimas décadas. “Esta política se ha guiado por la única necesidad de proteger el suministro petrolero... En los ’80 Estados Unidos reclutó y entrenó a Osama bin Laden para enseñarle a hacer bombas y matar con tal de que expulsara a los soviéticos de Afganistán... Muchos jóvenes ven una continua duplicidad. Ven lo que pasa en Guantánamo y creen que ésta no es una política justa”, dijo Livingstone.