EL MUNDO › LA INFORMACION CON CUENTAGOTAS QUE
BRINDO SOBRE LA MUERTE DEL BRASILEÑO
Todo lo que no puede responder Scotland Yard
Se supo que fueron ocho y no cinco los disparos que dejaron sin vida a De Menezes, el electricista brasileño inocente. La versión oficial de cómo sucedió el trágico equívoco abre muchos interrogantes.
Por Marcelo Justo
Desde Londres
A cuatro días de la muerte de Jean Charles de Menezes, el electricista brasileño que fue abatido por error por agentes de seguridad británica que lo vieron como un sospechoso terrorista, la información policial sigue saliendo con cuentagotas. En medio, el gobierno de Tony Blair defendió la política de “tirar a matar” contra supuestos atacantes. La siguiente secuencia de los hechos es una reconstrucción de los escasos comentarios oficiales y las numerosas versiones que filtró la policía a los medios.
El jueves 21 por la noche la policía comenzó a vigilar el monoblock de departamentos en que vivía De Menezes luego de hallar la dirección en una de las mochilas de los supuestos autores de los fallidos atentados ocurridos ese mismo día. El viernes a las 9.30 de la mañana, policías de civil vieron salir a De Menezes y lo siguieron por dos calles poco transitadas hasta la parada del autobús 2. Según las filtraciones policiales a la prensa, el brasileño habría despertado sospechas porque en pleno verano llevaba un saco grueso que podía servir para esconder explosivos.
Según esta versión, cuando De Menezes tomó el autobús, los policías se comunicaron con el escuadrón de operaciones especiales, el SO19, especializado en intervenciones armadas. En una de sus pocas declaraciones públicas sobre el hecho, el jefe de la policía metropolitana sir Ian Blair dijo que De Menezes salió a la carrera cuando el pelotón del SO19 le ordenó que se detuviera. Según la reconstrucción, el brasileño saltó los molinetes del subterráneo, bajó por la escalera mecánica, se tropezó en el andén, donde la policía lo alcanzó y le disparó ocho balazos ante la posibilidad de que fuera un atacante suicida.
Esta versión tiene contradicciones y puntos oscuros:
- En el monoblock había ocho departamentos. ¿Por qué la policía no realizó un allanamiento?
- ¿Qué le impidió a la policía verificar los nombres de los distintos inquilinos para saber quién podía estar vinculado a los atentados de ese día?
- ¿Por qué no lo abordó cuando caminaba hacia la parada de autobuses por dos tranquilas calles que no hubieran puesto a nadie en peligro?
- Si efectivamente era sospechoso de ser un atacante suicida, ¿cuál es la razón por la que lo dejaron abordar el autobús? Dos de los atentados ocurridos este mes fueron en autobuses. El del 7 de julio, en el colectivo 30, produjo el segundo mayor número de víctimas de la jornada.
- ¿Cómo se hizo todo el seguimiento desde la parada del autobús hasta la estación de Stockwell, unas siete paradas más adelante? Según sir Ian Blair la policía lo enfrentó (“era desafiante”) y De Menezes salió corriendo. Aparentemente esto ocurrió cuando estaba entrando a la estación.
- Si efectivamente era un potencial atacante suicida, ¿por qué lo dejaron ingresar? ¿No era un peligro que entrara aunque solo fuera unos metros?
- ¿Qué tipo de orden de alto le dieron?
- ¿Suficiente para que De Menezes supiera que esos hombres de civil eran policías y no delincuentes?
- ¿Quién tomó la decisión de “tirar a matar”? ¿Fue el policía que ejecutó los disparos o hubo una orden de un alto comando fuera de la cadena operativa?
El código del SO19 para este tipo de operaciones, denominado Cratos (de la mitología griega, “fuerza”), estipula que en caso de posible atentado suicida la policía debe apuntar a la cabeza porque un disparo al pecho podría activar la explosión. El hermetismo policial en torno del caso ha generado suspicacias. Según indicó a Página/12 la Asociación de Jefes de Policía, un centro de estudio para el asesoramiento de las altas jerarquías policiales, el silencio policial se debe a que no pueden decir nada mientras la Independent Police Complaints Commission (IPCC) esté investigando los hechos (ver nota aparte).
La IPCC investiga automáticamente cualquier incidente policial en el que se utilicen armas. Como mecanismo institucional para neutralizar casos de “gatillo fácil”, la IPCC es un instrumento admirable: investiga cualquier hecho de violencia policial bajo el tácito principio de que la fuerza debe ser un recurso de última instancia. Pero es igualmente cierto que muchas veces –y este parece ser un caso– la IPCC puede ofrecer una coartada institucional para no decir nada mientras el tiempo baja la temperatura política de un hecho.