EL MUNDO
El otro 11 de septiembre en un clima enrarecido
En medio de las críticas a Lagos por los derechos humanos, se recordó el golpe de Estado.
Si hubo algo que demostró el 32º aniversario del golpe de Estado que llevó a Augusto Pinochet al poder y a Salvador Allende al suicidio, fue que en Chile aún falta para cerrar del todo las heridas. Ayer hubo cuatro ceremonias o actos, todos bien diferenciados. Por un lado, el presidente Ricardo Lagos se reunió con la familia de Allende en una ceremonia íntima. El ejército realizó una misa privada totalmente hermética. Pinochet, aunque se mantuvo recluido en su casa, recibió a unos amigos que lo pasaron a “saludar”. El último, y quizás el más emotivo, fue el acto que realizaron unas cuatro mil personas, lideradas por figuras de la izquierda y organizaciones de derechos humanos. Terminó con enfrentamientos con los carabineros y 12 detenidos.
Como lo percibió la hija del primer presidente socialista que tuvo Chile, la diputada Isabel Allende, el clima ayer estaba “enrarecido” por las recientes decisiones del gobierno en cuanto a los represores que actuaron durante la dictadura. Principalmente se refería al proyecto de ley impulsado por dos senadores de derecha, Hernán Larraín y Jorge Arancibia, que establece beneficios similares a otros otorgados a extremistas de izquierda, como por ejemplo una pena única de diez años de prisión por la totalidad de los delitos cometidos. Lagos lo apoyó porque lo ve como una forma de ir cerrando heridas. Este argumento no es nuevo. Lo utilizó hace muy poco para indultar a un ex militar que estaba condenado por el asesinato de un líder sindical en 1982. Esta decisión le valió críticas de la izquierda y de sus aliados. “Es que la reconciliación no es algo que se pueda imponer por decreto”, cuestionó Isabel Allende.
La viuda de Allende, Hortensia Bussi, fue aún más dura: “Allende sólo quería plena democracia para Chile”, y hoy “no estamos viviendo la plena democracia que debería haber”. Una de las razones, según Bussi, es que Pinochet sigue libre. En cambio, Lagos buscó en las palabras de Allende un discurso de conciliación: “El presidente Allende, en su mensaje final, dijo: ‘Llegarán otros hombres para superar este momento gris y oscuro’. Creo que está llegando el momento de superar ese momento gris y oscuro”.
El acto multitudinario, escoltado por 600 efectivos de la policía militarizada de Carabineros, también tuvo como centro los cuestionamientos a la actual política del gobierno con los represores. Entre los miles se leían carteles que decían “No a los indultos, no a la impunidad” y “No a la impunidad encubierta, locura de Pinochet es una vergüenza para la Justicia”. También se escuchaban consignas como “¡Lagos, aprende, la dignidad de Allende!”. Uno de los que lideraban la marcha, el candidato presidencial de la izquierda, Tomás Hirsch, afirmó: “El sentido profundo de esta marcha es rechazar la verdadera operación de impunidad que estamos viendo por parte del gobierno”. Y por si el mensaje no sido claro, en los jardines de la Plaza de la Constitución, frente a la Casa de Gobierno, un grupo de jóvenes clavó una cincuentena de cruces salpicadas de pintura roja en recuerdo de las víctimas.
El 11 de septiembre no fue un día reivindicado solamente por la izquierda chilena. Durante la dictadura, Pinochet se ocupó personalmente de hacer de esta fecha toda una conmemoración. No por nada fue la elegida, en 1980, para la promulgación de la Constitución que le permitió quedarse “legalmente” en el poder hasta 1990. Y aunque hoy todavía Chile no ha podido levantarse con una voz unánime, parte del camino ya se ha recorrido o así parece al escuchar a Lagos decir: “No se trata de olvidar el pasado, se trata de sacar las experiencias para que aquellos hechos no vuelvan a ocurrir”.