EL MUNDO
Vencer a la izquierda con las armas de la izquierda
Por Ciro Krauthausen *
Desde Frankfurt
“La era de la socialdemocracia en Europa está llegando a su fin. España, Austria, Italia, Noruega, Dinamarca, Portugal, Holanda y ahora Francia.” La frase parece obvia, pero en boca de Edmund Stoiber, primer ministro bávaro y presidente de la Unión Social Cristiana (CSU), cobra importancia, ya que él tiene en sus manos la posibilidad de acentuar el comienzo de la nueva era con un triunfo sobre los socialdemócratas alemanes, hasta ahora confirmado por las encuestas, en los comicios del 22 de setiembre. Pero Stoiber pretende ganar con un ideario del todo centrista. En un discurso en la clausura del congreso de la Unión Cristiana Democrática (CDU), ayer en Frankfurt, Stoiber rechazó “posturas radicales”, prometió una que otra reforma con guantes de seda, y hasta llegó a criticar los altos sueldos que ganan los grandes ejecutivos. Todo ello no es demasiado distinto de lo que proponen el canciller Gerhard Schroeder y su gobierno rosaverde. La diferencia, según el mensaje reiterado por Stoiber en 90 minutos de intervención, más bien radica en que los conservadores son más “capaces” y “serios” que los “ineptos” y “vividores” socialdemócratas.
“La Unión pretende llegar al poder en coche cama, y hasta ahora su cálculo está resultando”, comentaba ayer el periódico suizo Neue Züricher Zeitung, uno de los más atentos observadores de la realidad alemana. El discurso de Stoiber no hizo más que confirmar el símil: el líder de los conservadores, que encabezan los sondeos, promete cambiar Alemania, pero sin que esto acarree traumatismo alguno a sus votantes. “No podemos pedir demasiadas reformas a los ciudadanos”, dijo en un auditorio que parecía un sauna por una ola de calor. Las reformas concretas anunciadas ayer para los días inmediatamente posteriores a la eventual formación de un gobierno, por tanto, o son ajustes menores, como no volver a aumentar el impuesto sobre la energía convencional y posibilitar más empleos de baja remuneración, o son anuncios de nebulosa puesta en práctica, como una reforma del régimen de desempleo, mayores recursos para el este del país, o la reestructuración del apenas reformado sistema de pensiones. Eso sí, nada de un “régimen laboral a la norteamericana”, nada de poner en tela de juicio la protección frente al despido, nada de “posiciones radicales”. Stoiber incluso llegó a criticar ácidamente los millonarios sueldos de los directivos de las grandes empresas. Schroeder no lo hubiera podido decir mejor.
La gran cautela para no dar pie a ser tildado de derechista y así movilizar en su contra a los votantes de centroizquierda fue evidente también en la postura mantenida sobre la inmigración, enfocada desde el razonable ángulo de los problemas de integración que acarrean los recién llegados, sobre todo en los colegios, donde muchos niños no hablan suficientemente bien el alemán. Independientemente de lo que sucederá con la actual legislación rosaverde, aún pendiente de ser refrendada por el presidente, Stoiber reiteró que presentará una nueva ley de inmigración una vez que llegue al poder. El político bávaro –que extrañamente casi no criticó a Los Verdes– espera poder formar una coalición con el Partido Liberal Democrático (FDP), al cual, sin embargo, instó indirectamente a rechazar cualquier tentación populista y antisemita.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.