Martes, 2 de enero de 2007 | Hoy
La organización separatista vasca usó cerca de 800 kilos de explosivos para atentar el sábado contra un estacionamiento del aeropuerto de Barajas. Capturó a un joven para robarle el auto.
Por Oscar Guisoni
Desde Madrid
Dos días después del violento atentado de ETA que destruyó uno de los estacionamientos de la nueva terminal del aeropuerto de Madrid, los equipos de rescate continuaban ayer buscando a los dos ciudadanos ecuatorianos desaparecidos bajo las cuarenta mil toneladas de escombros que provocó la explosión. Los expertos calculaban que la furgoneta bomba con la que el grupo separatista vasco rompió violentamente la tregua que mantenía desde el 24 de marzo pasado contenía cerca de ochocientos kilos de explosivos.
Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio, los dos jóvenes ecuatorianos que no oyeron la advertencia de la policía cuando desalojó el estacionamiento minutos antes de que estallara la bomba, continuaban ayer formalmente como desaparecidos aunque las esperanzas de hallarlos con vida se desvanecían con el paso de las horas. Al cierre de esta edición los equipos de socorro habían logrado llegar al sitio donde se hallaba la furgoneta negra robada en Francia dos días antes del atentado.
Para agenciarse con la furgoneta ETA puso en pie esta vez un nuevo tipo de estrategia. Secuestró a un joven español en territorio francés, al que le robó el vehículo. Luego mantuvo al dueño prisionero hasta dos horas después del atentado, evitando de ese modo que se denunciara el robo del coche. Esto le permitió a la banda circular sin problemas por España, sin necesidad de recurrir a su práctica habitual de fabricar patentes falsas.
Los servicios de inteligencia franceses habían advertido ya a sus colegas españoles en más de una ocasión acerca de la renovada actividad de la banda separatista vasca en territorio galo. Más que un grupo terrorista esperando el momento propicio para entablar una definitiva negociación de paz, ETA parecía estar aprovechando la impasse abierta con la tregua para reorganizarse. La inteligencia francesa se lo advirtió a Madrid, pero el gobierno español parecía estar confiado en la buena voluntad de la banda.
La jornada de ayer estuvo caracterizada por la ausencia de repercusiones políticas forzada por el feriado de primero de año, lo que no ha impedido que se propagase entre la opinión pública la sensación de que el gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero ha pecado de ingenuidad, confundiendo sus deseos con la realidad, a lo largo de los nueve meses que duró la tregua. Las hipótesis policiales que ayer hablaban de la aparición de un nuevo grupo de activistas etarras a los que las fuerzas de seguridad no tienen fichados se suman a la constatación de la inteligencia francesa, dando la sensación de que ETA aprovechó la tregua para rearmarse, sin haber estado nunca interesada en negociar.
El gobierno de Rodríguez Zapatero fue incapaz de prever que iba a ocurrir un atentado, aun después del fracaso de las conversaciones secretas entre representantes de ambas partes que tuvieron lugar a mediados de diciembre. En esas reuniones, que según varias versiones de prensa duraron dos días, ETA se presentó con su programa de máximos, pidiendo la independencia del País Vasco y la integración de la Comunidad de Navarra en el nuevo territorio, sin ningún gesto acerca de su desarme y pretendiendo que se legalizara a su brazo político, Herri Batasuna, de cara a las elecciones municipales y regionales del próximo mes de mayo. Los socialistas no concedieron nada.
El único argumento a su favor que podrá utilizar ahora el gobierno socialista será el de no haber negociado nunca con ETA sobre cuestiones serias y visibles para la sociedad. No se acercaron presos etarras a las cárceles del País Vasco, no se legalizó a Batasuna, no se liberó de la presión de la Justicia a ninguno de los cientos de procesados que tiene actualmente el grupo independentista.
Rodríguez Zapatero tenía muchas expectativas en que se podía alcanzar un acuerdo de paz definitivo y se había mostrado muy molesto con la virulenta oposición del Partido Popular a su política. La derecha española rompió por primera vez en democracia el consenso en política antiterrorista y le enrostraba al gobierno que se estaba negociando sin tener suficientes pruebas de que ETA no iba a volver a matar. Ahora que las advertencias de la oposición se han cumplido, a Zapatero sólo le queda redoblar su apuesta para salir vivo él también de debajo de los escombros políticos que le dejó el ataque del sábado.
El domingo el gobierno socialista tuvo una muestra de lo que se le avecina. Una multitudinaria manifestación de la Asociación de Víctimas del Terrorismo en Madrid, convocada para repudiar el atentado, terminó con una pequeña concentración de manifestantes que se desplazaron a la sede del Partido Socialista con carteles pidiendo la dimisión de Zapatero. La misma asociación convocó para hoy a marchas en todo el país para repudiar la política del gobierno del PSOE. La AVT es la más derechista de las asociaciones de afectados por el terrorismo en España y ha sido el instrumento privilegiado del PP a la hora de restarle apoyo a Zapatero en su estrategia con ETA. Más allá del ruido, serán las próximas elecciones regionales y comunales de mayo la mejor ocasión para poder medir los daños políticos que le ha producido a Zapatero el inesperado atentado.
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