EL MUNDO › TOLEDO HIZO SU MEA CULPA A UN AÑO DE ASUMIR EL PODER EN PERU
Golpe de timón a quién sabe dónde
El presidente peruano dijo que cambiará de política económica, pero no dio ningún anuncio concreto de hacia dónde la cambiará.
Página/12
en Perú
Por Carlos Noriega
Desde Lima
Con un golpe de timón hacia el centro, buscando alejarse de la ortodoxia neoliberal y acercarse a las demandas ciudadanas, y un ensayo de autocrítica –aunque bastante débil– que intenta recomponer su deteriorada imagen, el presidente Alejandro Toledo conmemoró su primer año en el poder con un mensaje al Congreso. Un año en el que ha visto evaporarse el respaldo popular que lo llevó al gobierno mientras se aferraba a continuar con el neoliberalismo económico que marcó la década fujimorista, y durante el cual han ido creciendo los fantasmas del argentino De la Rúa y del ecuatoriano Mahuad como temidas amenazas que han comenzado a rondar el Palacio presidencial peruano. También ha sido un año que ha hecho trizas la credibilidad de Toledo y alimentado su imagen de gobernante dubitativo, factores que abonan la inestabilidad de su gobierno.
“Vamos a reorientar la política económica”, anunció Toledo en su discurso de casi dos horas de duración. Una exigencia lanzada a gritos desde las calles y hasta ahora desoídas. Pero el cambio de gabinete realizado hace dos semanas, que marcó la salida del duro ministro neoliberal de Economía Pedro Pablo Kuczynski, abrió las puertas para el anuncio de una mayor flexibilidad económica. El largo mensaje presidencial sólo dio algunos trazos generales de lo que sería el nuevo rumbo económico y dejó muchos interrogantes sueltos. Especialmente en lo que se refiere a cómo se financiarán algunas de las nuevas políticas anunciadas, como un subsidio estatal para la construcción de viviendas populares, el incremento de la inversión pública o el apoyo para la reactivación del agro y su rescate financiero.
Apostar como prioridad por la producción nacional es otro de los ejes de la nueva política económica toledista. Para esto, Toledo se comprometió a que el Estado incremente sus compras a la industria y a los agricultores nacionales. Todo esto en momentos en que el nuevo ministro de Economía, Javier Silva Ruete, ha sido muy claro en decir que su prioridad es cerrar la brecha fiscal que llega a casi 200 millones de dólares. Cómo hará el gobierno para compatibilizar ambos anuncios es algo que todavía está por verse.
En su largo mensaje Toledo no dijo una sola palabra sobre su futura política de privatizaciones, tal vez el aspecto más polémico y explosivo de su primer año como presidente. Su empeño privatizador gatilló las protestas ciudadanas y puso a su gobierno en jaque. Luego de dos muertes, cambió de gabinete y suspendió “temporalmente” las privatizaciones. Esta fue una notoria ausencia. Otra ausencia fue el tema de la deuda externa que consume alrededor del 20 por ciento del producto bruto. Como alternativa para obtener más recursos económicos y financiar sus anuncios, Toledo se refirió a una reforma tributaria para “que paguen más los que más tienen”. Pero se quedó en esa frase genérica, sin desarrollar la idea. “Toledo debía haber anunciado un programa de renegociación y de replanteamiento de los contratos de estabilidad tributaria firmados durante el fujimorismo y mediante los cuales las grandes empresas no pagan impuestos”, señaló a Página/12 el congresista de izquierda Javier Diez Canseco.
Diez Canseco calificó el anunciado cambio de rumbo económico como “positivo” porque “es un giro hacia una política económica más pragmática y más alejada del neoliberalismo”. Pero matizó su optimismo: “Hay que ver si lo que se ha anunciado se lleva a la práctica, para eso es central terminar con las exoneraciones tributarias a las grandes empresas y haceruna renegociación de la deuda externa, pero de eso no se dijo nada”. Jorge Del Castillo, congresista y secretario general del partido socialdemócrata APRA, el principal grupo de oposición, calificó los anuncios económicos como “un pequeño giro que abandona la rigidez del primer año”.
Analistas y políticos de oposición le habían pedido a Toledo en todos los tonos un mensaje sin promesas y con mucha autocrítica, como una necesidad para revertir su deteriorada imagen y pérdida de credibilidad. Y el presidente intentó satisfacer en algo esa exigencia. “Ha llegado la hora de incorporar la humildad y la autocrítica”, señaló Toledo al inicio de su discurso. Luego agregó: “No voy a hacer promesas”. Pero acto seguido largó varias promesas. Después de anunciar humildad, dedicó buena parte de su discurso a un listado de supuestos éxitos de su gobierno. Y cuando inició su autocrítica, dijo que su mayor error no era haberse equivocado, sino “no haber sabido comunicar bien los logros del gobierno”. Para Luis Benavente, director del Grupo de Opinión Pública de la Universidad de Lima, “ésa no es una autocrítica, es un autobombo; el pequeño mea culpa que ha hecho Toledo no va a tener mayor impacto en la opinión pública”. Diez Canseco coincidió en calificar como “muy superficial” la autocrítica presidencial. Por su parte, Del Castillo destacó como lo más positivo de ese mea culpa público el reconocimiento presidencial de “no haber sabido llevar adelante la reconciliación nacional”. Todos coinciden en que Toledo necesita con urgencia que en pocos meses sus nuevas promesas comiencen a hacerse realidad. De lo contrario, su futuro como presidente estaría seriamente comprometido.