El último samurai se lanzó a una nueva batalla. Al ex presidente peruano Alberto Fujimori no le gusta perder el tiempo y menos aún desperdiciar una buena victoria, como la que se anotó el miércoles cuando la justicia chilena rechazó su extradición a Lima. Menos de 24 horas después de conocer el fallo del juez Orlando Alvarez, el político con más vidas de Perú volvió a renacer y se metió de lleno en su nueva aventura política, la campaña legislativa nipona. Millones de japoneses se sorprendieron ayer por la mañana al ver la cara sonriente de Fujimori en una pantalla gigante en el barrio de Shinjuku, uno de los centros neurálgicos de Tokio. “Estoy dispuesto a dar mi vida por el país de los samurais”, prometía el candidato a senador desde su arresto domiciliario en Santiago.

El video es el primer discurso electoral de Fujimori para la campaña nipona. Sin embargo, el lanzamiento oficial fue unas horas antes. Adelantándose a su victoria en las cortes chilenas, el ex presidente peruano preparó sus festejos al estilo tradicional de la tierra de sus ancestros. Comió sushi y brindó con sake con su hija Keiko, que había viajado desde Lima la semana pasada para acompañar a su padre durante el anuncio del veredicto. Todos los detalles, los abrazos y las lágrimas fueron captados por cuatro periodistas japoneses, que se ocuparon de hacer de la no extradición uno de los temas principales de la agenda de los medios de Tokio ayer. El último samurai se presentaba, purificado por la gracia de la Justicia chilena, a sus nuevos electores.

Además de presentarse como un hombre inocente, perseguido por sus rivales políticos en Lima, la estrategia del ex presidente es mostrarse como heredero de las tradiciones niponas y dirigente duro e intransigente en temas de seguridad. “Corea del Norte, la diplomacia asiática, la brecha entre ricos y pobres. Como especialista en terrorismo y presidente peruano, pondré mi experiencia a disposición y resolveré estos problemas sin fracasar”, aseguraba Fujimori en su video. Ese mismo mensaje quisieron transmitir ayer sus aliados del Nuevo Partido del Pueblo (NPP) en el acto de inauguración de la campaña que realizaron en Tokio. “Alberto Fujimori es la gloria de Japón, un héroe”, sostuvo Dewi Sukarno, la viuda del ex presidente nacionalista de Indonesia.

La dirigente del NPP aprovechó el pequeño acto –no había más de 20 personas– para recordar “el coraje y el corazón” que demostró Fujimori durante la toma de rehenes en la residencia del embajador japonés en Lima hace diez años. Sukarno habló de la resolución y la tenacidad del samurai peruano, que después de 126 días liberó a los rehenes y detuvo a los guerrilleros del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Lo que la oradora olvidó mencionar fue que el asalto del ejército peruano a la residencia japonesa terminó con 17 muertos. La mayoría fueron guerrilleros y, según investiga la Justicia de Lima, algunos de ellos habrían sido fusilados después de ser capturados.

El lanzamiento de la lista de senadores que encabeza Fujimori terminó con un aplauso y un reconocimiento al juez chileno Orlando Alvarez, que el miércoles decidió que no había pruebas para comprobar los doce cargos de violaciones de los derechos humanos y corrupción que le imputaba la Fiscalía peruana al ex presidente. Su esposa, la empresaria japonesa y supuesta artífice de la alianza entre Fujimori y el NPP, Satomi Kataoka, le agradeció a la pequeña multitud. “Estoy abrumada por la emoción”, dijo Kataoka, con lágrimas en los ojos.

El NPP es una pequeña fuerza de ultraderecha, que se separó hace dos años del oficialista Partido Liberal Demócrata. Según una encuesta publicada ayer por el diario Tokyo Shimbun, sólo goza de un apoyo del 0,4 por ciento, aunque todavía casi un cuarto de los japoneses está indeciso. Sin embargo, actualmente el partido posee cuatro bancas en el Senado y 10 en Diputados. El próximo 29 de julio deberá consolidar su presencia en la Cámara alta, en donde se renovará la mitad de sus 242 escaños.

No le será fácil a Fujimori remontar la imagen del partido nipón, y menos aun a millones de kilómetros de distancia. No podrá participar del día de la elección ni asumir inmediatamente su banca, en caso de que llegue a ganar. Pero nada de eso parece preocupar a sus aliados en Tokio. Para ellos es el último samurai. O como se lo ve en los carteles, con un chaleco antibalas, un eterno sobreviviente.