Domingo, 28 de octubre de 2007 | Hoy
EL MUNDO › URUGUAY
Por Mercedes López San Miguel
Como no podía ser de otra manera, Uruguay mira los comicios en Argentina casi como si fueran propios. A la habitual familiaridad con que los uruguayos piensan y sienten la política argentina, se suma ahora la esperanza de que cambie el clima enrarecido generado a causa del conflicto por las papeleras. Y el reclamo oriental por hacer más simétrica la relación en el Mercosur, un factor que es explotado por la oposición de derecha a Tabaré.
El cambio de gestión en la Argentina, aun a manos del mismo signo político, mejoraría la atmósfera a ambos lados del Río para tratar de solucionar el conflicto sobre la instalación de la papelera de la empresa Botnia. Así lo expresó a Página/12 el diputado del oficialista Frente Amplio, Carlos Varela. “Actualmente existe un gran nivel de desconfianza; un cambio de gobierno dará oxígeno y una nueva vitalidad para generar un espacio de entendimiento. Dado que el actual gobierno de Néstor Kirchner está muy comprometido por lo que se ha dicho, un gobierno de Cristina Kirchner podría encontrar más matices.”
A diferencia de los opositores partidos Colorado y Blanco –críticos fervientes del gobierno argentino–, el Frente Amplio tiene un lineamiento político afín. El analista Jorge Lanzaro, director del Instituto de Ciencia y Política de la Universidad de La República, remarca la empatía ideológica del gobierno de Tabaré Vázquez con el de Kirchner como base para discutir intereses particulares. “En términos generales, se mira de modo favorable al gobierno de Kirchner, como orientación ideológica similar a la del FA en Uruguay”, señala a este diario. Rafael Michelini, senador de Nuevo Espacio (oficialista), destaca por su parte la absoluta coincidencia entre los gobiernos en términos de derechos humanos. “Son notables los esfuerzos del gobierno de Kirchner y de Tabaré por acabar con la impunidad”, dijo a Página/12.
En cuanto al horizonte para resolver el conflicto por la instalación de la planta de celulosa, Lanzaro esboza un cauto optimismo. “La idea que pesa en el ambiente es que después de las elecciones puede haber una mayor posibilidad de negociar. Podría quizás avanzar en un entendimiento con la mediación española, especulando un eventual gesto de aproximación en la próxima cumbre Iberoamericana, a principios de noviembre.” El senador Michelini insiste en el no impacto ambiental de la gigantesca papelera y espera soluciones. “Compartimos la misma preocupación y nuestro objetivo es que, frente a la actual controversia, se pueda solucionar el asunto de las pasteras. Se va a lograr un nivel de impacto ambiental cero, superior a Europa.”
Varela señala que, precisamente por la empatía ideológica, “Uruguay esperaba establecer un ámbito más amigable” en torno del conflicto. El legislador se despacha. “Hay una irracionalidad sobre todo de parte de los ambientalistas, así como actitudes inexpertas de ambos gobiernos.” A lo que agrega: “uno tiene la sensación de que se podrían recorrer caminos amigables, y si analiza el discurso de Cristina Kirchner encuentra puntos interesantes de contacto”.
En el juego específico de intereses, el politólogo Lanzaro señala otro plano de negociación: la relación en el Mercosur. Uruguay pide una mayor flexibilidad por parte de las dos economías más grandes –Brasil y Argentina– para salvar los obstáculos determinados por las restricciones arancelarias y las políticas de incentivo que dañan, al entender oriental, las exportaciones de Uruguay y Paraguay. Mientras, Montevideo coquetea con la ampliación del comercio con Estados Unidos, que no es bien visto por los líderes del bloque sudamericano.
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