Miércoles, 2 de enero de 2008 | Hoy
EL MUNDO › HILLARY CLINTON Y MIKE HUCKABEE, FAVORITOS EN LAS INTERNAS DE IOWA
Tanto en el campo de los demócratas como en el de los republicanos el proceso electoral que se inicia en Iowa y culmina en las presidenciales de noviembre trae más dudas que certezas, con candidatos afianzados y otros que necesitan destacarse en las primeras elecciones primarias para seguir en carrera. Cómo juega el efecto Pakistán.
Por Antonio Caño *
desde Washington
Iowa ha sido, probablemente, el único lugar del mundo en el que el asesinato de la ex primera ministra de Pakistán Benazir Bhutto no ha desatado una ola de angustia por el peligro que representa para la paz mundial. A cuatro días de los caucuses (elecciones indirectas) para elegir candidato presidencial, la magnitud de ese terrible acontecimiento se mide, como todo lo demás, en términos de su influencia en esta campaña electoral, la más apretada que se recuerda en Estados Unidos. Lo que más importa del asesinato de Bhutto en Iowa es saber a quién beneficia y a quién perjudica para ser presidente.
Iowa es el primer paso hacia la elecciones presidenciales del 7 de noviembre. Un paso decisivo, no tanto por lo que ese Estado representa en sí mismo en cuanto a número de electores, sino por el efecto de contagio que suele producir en el resto del país. Una victoria en Iowa convierte automáticamente a un candidato en el personaje de moda, le da primeras páginas en los periódicos y le otorga dimensión nacional. Ganar en Iowa es como pasar un test de credibilidad, como ganar un concurso de televisión.
Aunque todos fueron muy cuidadosos para no ser acusados de utilizar políticamente la tragedia de Pakistán, no ha sido difícil comprobar que Hillary Clinton, cuyas principales credenciales son las de la experiencia, la solvencia intelectual y la prudencia, ha creído ver en los acontecimientos de Pakistán la prueba de que su propio perfil es el que mejor se ajusta a las necesidades del momento.
Barack Obama, que, por el contrario, corre sobre una plataforma de cambio y relevo generacional, tuvo que modificar su discurso de cierre de campaña y adaptarlo a las preocupantes noticias que llegaban de Rawalpindi. El senador vinculó los sucesos de Pakistán a la guerra de Irak y al voto a favor que en su día emitió la también senadora Hillary Clinton. Pero no es este un terreno cómodo para Obama, a quien los electores ven con más reservas por su juventud e inexperiencia que por el color de su piel.
Aunque Hillary sigue 20 puntos arriba a nivel nacional, en Iowa Obama aparecía este fin de semana ligeramente por delante de Clinton y de John Edwards, el candidato más izquierdista de los demócratas. Edwards tiene planta presidencial, es buen orador y, aunque no cuenta en las encuestas nacionales, puede aparecer en la escena si consigue una victoria en Iowa.
El panorama tampoco está muy claro del lado de los republicanos. Mike Huckabee, el pastor evangélico en ascenso, sigue siendo el favorito para los caucuses de Iowa. Pero las cosas han cambiado para John McCain, que ha ascendido al segundo lugar en las encuestas en el estado de New Hampshire y que esta semana se atrevió incluso a emplear un día entero de campaña en Iowa, donde el senador de Arizona, consciente del odio que le profesa la derecha religiosa que controla la mayoría del voto en ese estado, apenas había puesto los pies.
Las posibilidades de McCain de obtener la victoria en Iowa son prácticamente nulas. Pero, a falta todavía de un claro favorito entre los candidatos republicanos, lo más importante del hecho de que McCain vuelva a contar en las quinielas es lo que esto significa en la campaña republicana, monopolizada por el mensaje de los sectores más conservadores.
McCain es un representante de algunos viejos valores del Partido Republicano, como el patriotismo y la seguridad nacional, que empezó su candidatura en primavera como uno de los favoritos y se fue diluyendo, tanto por su apoyo sin fisuras a la guerra en Irak como por su rivalidad con personajes fundamentales de la derecha cristiana como Jerry Falwell y Pat Robertson, a los que llamó “agentes de la intolerancia”.
Rudy Giuliani, el ex alcalde de Nueva York, que aún está primero en las encuestas nacionales con una cómoda ventaja de 18 puntos, pierde terreno cada día por culpa de las sospechas sobre su actividad como abogado y consultor, así como, recientemente, por las dudas sobre su estado de salud.
El caso de Mitt Romney es muy particular. Rico y exitoso empresario, Romney intentó, como otros millonarios antes, trasladar el triunfo en los negocios a la política y, después de ser gobernador de Massachusetts, entró en la carrera presidencial silenciosamente. Ante la confusión existente en las filas conservadoras desde la caída del movimiento neocon, Romney subió hasta el primer lugar en las encuestas en Iowa y New Hampshire sin apenas oposición y sin que nadie se diera cuenta. Eso duró hasta la aparición del fenómeno Huckabee, que retrotrajo ante los electores el hecho, probablemente incompatible con la victoria, de que Romney es mormón.
Iowa no tiene la última palabra, pero sus focos aportarán la primera luz en alguna dirección.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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