Viernes, 22 de febrero de 2008 | Hoy
El viaje del cardenal Bertone coincide con la renuncia a la presidencia de Fidel. Está la expectativa de que algo se produzca como hace diez años, con la llegada de Juan Pablo II.
Por María Laura Carpineta
Cuando el cardenal Tarcisio Bertone, número dos del Vaticano, planeó su viaje a La Habana meses atrás, jamás creyó que su visita de seis días a la isla se convertiría en una de las principales noticias mundiales. Su misión es celebrar el décimo aniversario de la histórica visita de Juan Pablo II y la normalización de las relaciones con el gobierno comunista. Sin embargo, desde que pisó la pista del aeropuerto de La Habana el miércoles a la noche, su presencia quedó teñida por las incógnitas y las expectativas que provocó la renuncia de Fidel Castro a un nuevo mandato presidencial. El cardenal tiene planeadas varias misas públicas en todo el país, pero también reuniones con la primera plana del gobierno. La oposición en la isla no tardó en aprovechar la presencia del enviado del Vaticano y se lanzó inmediatamente a buscar su ayuda para conseguir la libertad de todos sus compañeros.
El cardenal Bertone inició su primera jornada con un encuentro con la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba. Allí leyó una carta de apoyo del pontífice Benedicto XVI y luego explicó la razón de su visita. “Albergo la esperanza de que la celebración de este aniversario de la visita del papa Juan Pablo II a esta bendita tierra contribuya a dar un nuevo impulso a las relaciones entre el Estado y la Iglesia Católica en Cuba”, sostuvo. En el medio de su discurso, el cardenal también deslizó una crítica solapada. “Para que con respeto y entendimiento mutuo, la Iglesia pueda llevar a cabo plenamente su misión, estrictamente pastoral y al servicio de sus fieles, con la debida libertad”, agregó.
Desde los noventa, los sacerdotes católicos –como los de cualquier profesión– pueden profesar su religión, celebrar sus festividades y organizar programas de educación, alimentación y capacitación laboral. De hecho, son los únicos que pueden entrar a las cárceles para confesar a los presos, incluidos los disidentes políticos. Ayer, Oscar Espinosa, un dirigente opositor que fue condenado en 2003 a 28 años de prisión, pero fue liberado a los meses por problemas de salud, adelantó que tienen muchas esperanzas puestas en esta visita. “Espero que reporte resultados similares a los que produjo la visita del papa Juan Pablo II”, aseguró.
La visita papal de 1998 marcó un giro en la relación entre Cuba y la Iglesia Católica. Sin embargo, en la isla los cambios ya habían empezado antes. Ayer, Joel Suárez recordó desde su escritorio del Centro Martin Luther King, una organización educativa cubana de origen bautista, la reunión que mantuvieron en 1990 él y otros jóvenes cristianos y ecuménicos con el entonces comandante Fidel. “En total éramos 74 líderes de iglesias evangélicas y otras profesiones. La reunión con Fidel duró ocho horas y se habló de período especial, los cambios que se venían y la situación social del país. El venía de reunirse con un grupo de pastores y teólogos de la Liberación en Brasil –entre ellos Frei Betto–, quienes le habían criticado la discriminación de los cristianos en el Partido Comunista Cubano (PCC) y, por tanto, en la política”, le contó a Página/12 Suárez, un autor varias veces premiado en la isla.
La reunión dio pronto sus frutos. Al año siguiente, el Cuarto Congreso del PCC le retiró el carácter ateo a la militancia y abrió las puertas a los líderes religiosos. Al poco tiempo, el gobierno reformó la Constitución e, implícitamente, reconoció que el Estado era laico. “El Papa no vino a Cuba a cambiar las cosas. Vino a Cuba porque las cosas habían cambiado”, señaló Suárez.
Ayer la vida seguía tranquila en todo el país. A la noche, la Plaza de la Catedral en la capital se llenó de fieles para la primera misa abierta del número dos del Vaticano. “El cubano es un pueblo muy religioso. Tenemos de todo: católicos, evangélicos, judíos, anglicanos y cultos de origen africano. Pero existe mucha conciencia política y sabemos que no saldremos adelante con milagros”, explicó Suárez.
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