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Ocho policías colombianos murieron ayer en una emboscada de un grupo guerrillero. Anoche el gobierno aún no sabía si había sido un ataque de las FARC o del ELN, el segundo grupo rebelde armado más importante del país. Según informaron las autoridades locales del departamento de Arauca, el convoy policial se dirigía al cementerio a identificar un cuerpo. “La patrulla fue atacada por un grupo guerrillero sin identificar hasta el momento, con bombas, y luego fueron rematados con armas de fuego”, explicó el alcalde de Fortul, Jorge Muñoz.

Según informaban ayer los medios colombianos, el grupo de guerrilleros habría esperado a que el convoy pasara para detonar una bomba que habían colocado a la vera del camino. Después del estallido y en el medio de la conmoción y el humo, los acribillaron. “Fue un ataque cobarde porque les pusieron una bomba y después los remataron. Esa no es una forma de combatir, es un ataque terrorista cobarde”, aseguró el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, horas después de que se conociera el ataque.

Mientras el jefe de la Policía Nacional viajó inmediatamente al municipio de Arauca para una reunión de seguridad de urgencia, el alcalde Muñoz declaró el toque de queda y militarizó toda la zona. No quiere arriesgarse. Hace sólo dos días un frente de las FARC atacó a una patrulla policial también en el sur del país, en el departamento de Nariño. En aquel ataque dos policías resultaron heridos. Pero la emboscada resonó en todos los rincones del país porque la primera dama, Lina Moreno, había pasado exactamente por el mismo lugar apenas unas horas antes.

Al mismo tiempo que se informaba de la muerte de los ocho policías, en Brasilia el presidente Luiz Inácio Lula da Silva se reunía con Ingrid Betancourt y hacía un llamado a las FARC para que depusieran las armas.