Miércoles, 10 de junio de 2009 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Fidel Castro *
El jueves 4 de junio, Obama pronunció en la Universidad Islámica de Al Azhar, en El Cairo, un discurso de especial interés para los que seguimos de cerca sus acciones políticas, dado el enorme poder de la superpotencia que dirige. Utilizo sus propias palabras para señalar lo que, a mi juicio, fueron las ideas básicas expresadas por él, sintetizando así su discurso en aras del tiempo.
“Nos congregamos en un momento de tensión entre EE.UU. y musulmanes alrededor del mundo...”
“Extremistas violentos se han aprovechado de estas tensiones...”
“Vine aquí a buscar un nuevo comienzo para Estados Unidos y musulmanes alrededor del mundo, que se base en intereses mutuos y el respeto mutuo...”
“La segunda fuente importante de tensión que necesitamos discutir es la situación entre los israelíes, palestinos y el mundo árabe.”
“Los estrechos vínculos de Estados Unidos con Israel son muy conocidos. Este vínculo es inquebrantable.”
“... que no quepa duda alguna: la situación para el pueblo palestino es intolerable. Estados Unidos no les dará la espalda a las aspiraciones legítimas de los palestinos de dignidad, oportunidades y un Estado propio.”
“La tercera fuente de tensión es nuestro interés compartido en los derechos y responsabilidades de los países con relación a las armas nucleares.”
“En vez de permanecer atrapados en el pasado, les he dejado en claro a los líderes y al pueblo de Irán que mi país está dispuesto a dejar eso atrás. La cuestión ahora no es a qué se opone Irán sino, más bien, qué futuro quiere forjar.”
En estos tres primeros temas de su discurso está contenido el objetivo fundamental de su viaje a esa Universidad Islámica de Egipto. No se puede culpar al nuevo presidente de Estados Unidos de la situación creada en el Medio Oriente. Es obvio que él desea encontrar una salida al colosal enredo creado allí por sus antecesores y por el propio desarrollo de los acontecimientos durante los últimos cien años.
La dificultad mayor del actual presidente consiste en que los principios que predica están en contradicción con la política que ha seguido la superpotencia durante casi siete décadas, desde que cesaron los últimos combates de la Segunda Guerra Mundial, en agosto de 1945. Hago abstracción en este instante de la política agresiva y expansionista que aplicó con los pueblos de América latina y en particular con Cuba, cuando estaba lejos todavía de ser la más poderosa nación del mundo.
Cada una de las normas que predicó Obama en El Cairo están en contradicción con las intervenciones y las guerras promovidas por su país. Si se analizan las guerras promovidas, apoyadas o llevadas a cabo por Estados Unidos en China, Corea, Vietnam, Laos, Kampuchea, entre los millones de personas que murieron, muchos eran niños, mujeres y ancianos.
Las guerras coloniales de Francia y Portugal después de la Segunda Guerra Mundial tuvieron el apoyo norteamericano; los golpes de Estado y las intervenciones en Centroamérica, Panamá, Santo Domingo, Granada, Chile, Paraguay, Uruguay, Perú y la Argentina fueron todos promovidos y apoyados por la superpotencia.
Estados Unidos nunca se opuso a la conquista por Israel de territorios árabes, ni protestó por los métodos terroristas empleados contra los palestinos. Por el contrario, creó allí una potencia nuclear, de las más avanzadas del mundo, en pleno corazón del territorio árabe y musulmán, creando en el Medio Oriente uno de los puntos más peligrosos del planeta.
* Fragmentos de la reflexón del líder cubano publicada en CubaDebate.
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