En la Casa Rosada interpretaron la victoria del socialista François Hollande como un fracaso de las políticas de ajuste que impulsaba el presidente conservador Nicolas Sarkozy no sólo para Francia sino para el resto de la Unión Europea. El análisis abarcaba también el resultado en las elecciones griegas de ayer, que marcaron el ascenso de fuerzas habitualmente en los márgenes de la política, incluyendo a una agrupación neonazi. “No importa si los que la impulsan son de derecha o de centroizquierda, lo que fracasan son las políticas de ajuste permanente”, evaluaban en el gobierno argentino.

Cristina Kirchner supo tener buena relación con la ex esposa de Hollande, la también dirigente socialista Sególène Royal, derrotada por Sarkozy en la anterior presidencial. Tan bueno resultó el vínculo que Royal fue invitada especial al bunker de CFK el día que ganó las elecciones presidenciales, en octubre de 2007. Pero, ya en la Casa Rosada, Cristina Kirchner no se llevó nada mal en lo personal con Sarkozy, con quien tuvo coincidencias en materia de derechos humanos y causas humanitarias. Ambos tiraron para el mismo lado cuando buscaron que las FARC colombianas liberaran a Ingrid Betancourt.

En lo que no coincidieron fue en lo económico, especialmente en la manera en la que el mundo desarrollado debía hacer frente a la crisis financiera. Tuvieron incluso algún cruce explícito, como ocurrió en la Cumbre del G-20 que se realizó en Toronto, en 2010. Cristina Kirchner recordó la salida argentina de la crisis y propuso políticas expansivas para que Europa emergiera del atolladero. Sarkozy le salió al cruce y dijo que ella no entendía la presión que estaba sufriendo el euro. “Yo no digo que todos los países deban hacer lo mismo, cada país elige el camino que mejor le conviene”, retrucó entonces CFK.

Cuando luego mantuvieron un encuentro en el Palacio del Elíseo, en septiembre del año pasado, coincidieron diplomáticamente que la crisis que atravesaba Grecia era diferente a la que había sufrido la Argentina. Poco después en el próximo G-20, en Cannes, Barack Obama bromeó con Sarkozy: “Nicolas, tenemos que aprender de Cristina”, le dijo con respecto al abrumador triunfo que le había permitido ser reelecta.

Para el gobierno argentino, Sarkozy no aprendió e insistió obcecadamente en su intención de llevar a Francia –y a Europa– al terreno del ajuste, lo que ayer le costó la presidencia. Hoy, Francia muestra un alto endeudamiento y un escuálido índice de crecimiento. “El resultado demuestra la injusticia y el fracaso de un ajuste que no sirvió para nada”, analizaban en el gobierno argentino luego de conocidos los resultados. En la Rosada preferían no dividir entre gobiernos de izquierda o de derecha sino entre quienes ponen en marcha o no ajustes salvajes como salvavidas a una economía en crisis. “Rodríguez Zapatero es socialista, pero también puso en marcha un ajuste y perdió”, recordaban.

Y así como en el sistema político griego se vio sorprendido ayer por la aparición de nuevos jugadores provenientes de los extremos del arco político, imaginaban el surgimiento de movimientos xenófobos en otros lugares, como por ejemplo Alemania, principal objetivo para los inmigrantes.

En cuanto a la relación bilateral con Francia, en la Cancillería no imaginaban grandes cambios pese a que, a priori, se podía imaginar una mayor afinidad ideológica entre ambos gobiernos. “Habrá que ver sobre la marcha cómo funciona. En general, en Europa suelen ser más sinceros los gobiernos de derecha, que dicen las cosas de frente. Los socialistas te explican que no puedan aceptar ninguna concesión porque la derecha no los deja”, concluían.