Lunes, 17 de marzo de 2014 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Oscar Laborde *
Estuvimos junto al diputado nacional Edgardo Depetri, formando parte de la delegación del Foro de San Pablo que concurrió a Caracas para llevar nuestra solidaridad con el gobierno de Nicolás Maduro y poder ver, in situ, el brutal ataque al que está siendo sometido el pueblo venezolano y su proceso democrático. Nos reunimos con el canciller Elías Jaua y, en un documento entregado al presidente Maduro, reafirmamos el compromiso de difundir la realidad de Venezuela en nuestros países.
La derecha venezolana, conducida por la norteamericana, estaba convencida, de que con la muerte del comandante Chávez (marzo de 2013) no tendría dificultades en imponerse electoralmente. La subestimación del proceso popular –en la creencia de que el mismo era producto de un líder carismático que, con sus mentiras y fantasías, confundía y encantaba a las multitudes– los llevó a suponer eso; pero Nicolás Maduro, aun por estrecho margen, logró imponerse. Comenzaron, entonces, una tarea de desestabilización con desabastecimiento, suba de precios, fomento de la violencia y una campaña mediática nacional e internacional, tratando de hacer ver que el gobierno se desplomaba y que Maduro había ganado por el recuerdo del líder recientemente fallecido.
Sin embargo, las elecciones municipales del 8 de diciembre demostraron que el chavismo mantenía el caudal electoral (54 por ciento) que lo llevó a ganar en 18 de las 19 elecciones disputadas. En ese momento, ante la imposibilidad de triunfar democráticamente en comicios libres (la propia oposición les dio el carácter de plebiscito), tomaron la decisión de trabajar para derrocar al gobierno y provocar una intervención militar exterior.
Por eso cambiaron su modalidad, y de las movilizaciones proselitistas pasaron a acciones violentas, al intento de copamiento de instalaciones estatales y al asesinato selectivo, para provocar la reacción. Pero esta práctica sólo obtiene el acompañamiento de una parte de la oposición, y ocurre en tres estados de un total de 23 más el Distrito Capital, y sólo en seis municipios.
Fuimos testigos de que las llamadas guarimbas tienen la complicidad de las policías municipales para construir barricadas y agredir con bombas molotov; aunque, como en toda Latinoamérica, esas aisladas pero feroces protestas tienen una exacerbación mediática, absolutamente funcional a las mismas. Estas acciones están conducidas desde Estados Unidos y practicadas por paramilitares colombianos, situación que el propio Alvaro Uribe no se preocupa por disimular.
Vimos un pueblo convencido, movilizado en las calles, con una unidad férrea y decidido a no caer en la provocación, pero también a no retroceder un paso en lo conquistado. El proceso bolivariano está más firme que nunca, y los pueblos latinoamericanos comprenden que en su suerte está nuestra suerte.
* Dirigente del Frente Transversal.
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