EL MUNDO › OPINIóN

La persistencia de una obsesión

 Por Agustín Lewit *

Las noticias a veces no traen nada nuevo, sino apenas la constatación de algo ya sabido. Eso parece haber sucedido la semana pasada con la revelación hecha por periodistas de la agencia de noticias estadounidense Associated Press (AP) sobre la instalación por parte de Estados Unidos de una red social en Cuba, orientada a producir una especie de “primavera árabe” en la isla caribeña.

El proyecto Zunzuneo, tal el nombre oficial del programa, fue traccionado formalmente por la Usaid –la Agencia de los EE.UU. para el Desarrollo Internacional– y aunque nunca entró en su “fase política”, tal como era el verdadero objetivo del mismo, constituyó de todas maneras otra flagrante violación a la soberanía de la isla. La nueva arremetida rescató una vieja estrategia del gobierno de Washington: crear las condiciones internas para romper la Revolución Cubana por dentro, esta vez apuntando especialmente a los jóvenes.

El proyecto revelado se inscribe, además, dentro de una larga y documentada lista de incesantes intentos norteamericanos por influir y alterar el rumbo interno de la política cubana, que involucró invariablemente a todas las administraciones norteamericanas desde 1960, e incluyó desde acciones militares directas hasta el aislamiento internacional, pasando por el asfixiante bloqueo económico vigente desde hace más de cuatro décadas.

El esfuerzo por años –tanto económico como político– que dicha actitud beligerante significó para la potencia del Norte sólo se explica por la obsesión que ésta tiene con Cuba, sobre todo a partir de la caída del bloque soviético. En efecto, si puede entenderse que en el contexto del mundo bipolar Cuba constituyó la pata soviética en el continente, lo que ameritaría de alguna manera la agresividad estadounidense durante ese período, tras la caída de la URSS, la isla –en una soledad sólo mitigada en los últimos años– se convirtió nada más y nada menos que en un peligroso ejemplo de resistencia y alternativa a todo lo que EE.UU. representa, a menos de 200 km de Miami. Cuba es, sin dudas, un punto oscuro para la historia imperial estadounidense.

Pero, ahora bien: más allá de una nueva prueba del ensañamiento particular con la nación caribeña, las revelaciones de AP son otra muestra más del accionar activo y dinámico de la potencia norteamericana sobre el continente, lo cual desmiente, por lo demás, aquellas tesis que sostienen la actual falta de interés del gigante del Norte en la región.

Así, pues, junto con una estrategia militar en plena expansión –algunos informes hablan de 70 bases expandidas a lo largo de América latina–, la presencia estadounidense asume hoy también métodos más solapados, pero no por ello menos intensos. Como en el recientemente conocido caso de Cuba, la Usaid, junto con la Fundación Nacional para la Democracia (NED, por sus siglas en inglés), son los principales mecanismos formales y legitimados con los que, bajo el ropaje de la cooperación para el desarrollo, EE.UU. permea las fronteras nacionales y participa activamente en casi todas las coyunturas políticas nacionales, entre otras cosas, apoyando con suculentos fondos a grupos afines a sus intereses. Dicha situación la han comprendido muy bien los gobiernos de Bolivia y Ecuador, que recientemente han expulsado a la Usaid de sus respectivos países, así como el gobierno de Guyana, que ha limitado los alcances de su programa.

Un resquebrajamiento de la revolución cubana sería, como es de suponer, un fuerte golpe a ese movimiento de países que pugna, desde hace algunos años, por alterar el rumbo regional y que ha opuesto una inédita resistencia a la hegemonía norteamericana. EE.UU. lo sabe y por eso golpea allí: como un reaseguro para su histórica posición dominante que hoy, como nunca, se encuentra cuestionada a nivel continental.

Y además –también es evidente– no puede con su obsesión de castigar constantemente a un país que ha evidenciado por décadas que enfrentar los designios del imperio, a pesar de todas las dificultades, es absolutamente posible.

* Investigador del C. C. de la Cooperación. Periodista del portal Nodal.

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