EL MUNDO › OPINIóN

La novedad que vino de la India

 Por Boaventura de Sousa Santos *

En la última década, la India fue avasallada por el mismo modelo de desarrollo neoliberal que hoy domina en buena parte del mundo y que la derecha europea y sus agentes locales están imponiendo en el sur de Europa. Las situaciones de la India y el sur de Europa son difícilmente comparables, pero tienen tres características comunes: la concentración de la riqueza, la degradación de las políticas sociales (salud y educación) y la corrupción política sistémica, que alcanza a los principales partidos que participan de los gobiernos y la administración pública.

La frustración de los ciudadanos indios ante la venalidad de la clase política llevó a un viejo activista neogandhiano, Anna Hazare, a organizar en 2011 un movimiento para luchar contra la corrupción, que ganó popularidad y transformó las huelgas de hambre de su líder en un acontecimiento nacional e incluso internacional. En 2013, un amplio grupo de seguidores decidió convertir al movimiento en un partido, al que llamaron el Partido del Hombre Común. El partido surgió sin grandes bases programáticas más allá de la lucha contra la corrupción, pero con un fuerte mensaje ético: reducir los salarios de los políticos electos, prohibir la renovación de los mandatos, basar el trabajo militante en voluntarios y no en funcionarios, luchar contra las asociaciones público-privadas en nombre del interés público, erradicar la plaga de los consultores a través de los cuales los intereses privados se convierten en públicos, promover la democracia participativa como una manera de neutralizar la corrupción de los dirigentes políticos. A partir de esa base ética, el partido se negó a ser clasificado como de izquierda o de derecha, dando voz al sentimiento popular de que, una vez en el poder, los dos grandes partidos de gobierno (el Partido del Congreso, centroizquierda, y el Partido Popular, derecha) apenas se diferencian.

En diciembre pasado, el partido compitió en las elecciones municipales en Nueva Delhi y, para sorpresa de sus propios militantes, fue el segundo partido más votado y el único capaz de formar gobierno. Fue un soplo de aire fresco y, en febrero, el Partido del Hombre Común era el centro de todas las conversaciones. De acuerdo con su magro programa, el partido propuso dos leyes, una contra la corrupción y otra instituyendo el presupuesto participativo en el gobierno de la ciudad, y exigió una reducción en el precio de la energía eléctrica, considerado un caso paradigmático de corrupción política. Como era un gobierno de minoría, dependía de sus aliados en la asamblea municipal. Cuando se le negó el apoyo, renunció en lugar de hacer concesiones. Estuvo 49 días en el poder y su coherencia hizo que viera aumentar el número de seguidores tras la renuncia.

Perplejo, le pregunté a un colega y amigo, quien durante 42 años fue militante del Partido Comunista de la India y durante 20 años miembro del comité central, qué lo había llevado a adherir al Partido del Hombre Común: “Fuimos víctimas del mismo veneno con que matamos a nuestros mejores militantes y dirigentes, favoreciendo una burocracia cuyo objetivo era mantenerse en el poder a cualquier precio. Es hora de empezar de nuevo, y como un militante voluntario de base”. Otro colega y amigo, socialista y fiel votante del Partido del Congreso: “Me sumé cuando vi que el Partido del Hombre Común se enfrentaba con Mukesh Ambani, el hombre más rico de Asia, cuya facultad para fijar las tarifas de electricidad es tan grande como para poner y sacar ministros, incluyendo a los de mi partido”.

Sospecho que tarde o temprano van a surgir partidos del hombre y la mujer comunes en nuestros países, asolados por la corrupción y por la captura de la democracia por parte de intereses minoritarios pero económicamente muy poderosos. En Portugal ya tiene nombre y muchos seguidores: se llamará Partido 25 de Abril (evocando la Revolución de los Claveles del 25 de abril de 1974). Cuarenta años después de la revolución, será la respuesta política a los que, aprovechando un momento de debilidad, destruyeron en tres años lo que los portugueses construyeron durante cuarenta. El 25 de Abril es el nombre de los portugueses y las portuguesas comunes cuya dignidad no está en venta en el mercado de los mercenarios, donde todos los días se vende el país. Será un partido de nuevo tipo, que estará presente en la política de muchos países, sea que se constituya o no. Si se constituye, tendrá el voto de muchos y muchas; si no se constituye, igualmente tendrá el voto de muchos y muchas, bajo la forma del voto en blanco.

* Doctor en Sociología del Derecho, Universidad de Coimbra (Portugal).

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