El papa Francisco viajará esta semana a Corea del Sur, cuna de una fe católica “viva y creciente”, según señaló el Vaticano, siguiendo su deseo de acudir a las “periferias geográficas y existenciales”. El viaje tiene lugar quince años después de que un pontífice pisara Asia por última vez. Desde que asumiera el pontificado hace año y medio, Bergoglio subrayó su intención de salir del centro espiritual o geográfico para participar en lo que el denomina “la cultura del encuentro”. Conforme con esos preceptos, no extraña la elección del papa de viajar, por ejemplo, a Albania el próximo 21 de septiembre o de cruzar de nuevo el planeta, a sus 77 años, para visitar entre el 13 y el 18 de agosto Corea del Sur, un país con 5,5 millones de católicos que representan más del 10 por ciento de su población. Y es que la Santa Sede considera a la Iglesia surcoreana “viva”, en constante crecimiento y muy activa en el plano misionero. Por esa razón, este viaje era prioritario para el pontífice –en palabras del portavoz vaticano, Federico Lombardi–, ya que, además, Asia no ha recibido a un papa en los últimos quince años, después de la visita pastoral de Juan Pablo II a la India en 1999.