EL MUNDO › BERNABé ABRAHAM GASPAR, PADRE DEL ESTUDIANTE ADáN ABRAHAM DE LA CRUZ

“El gobierno nos engaña”

Bernabé Abraham Gaspar es el padre de uno de los 43 jóvenes desaparecidos. “No es posible que el caso se cierre porque no nos han dado ninguna respuesta sobre dónde están nuestros hijos”, dijo disconforme con las autoridades mexicanas.

 Por Adrián Pérez

Cierta vez Octavio Paz señaló la importancia de mirar la realidad cara a cara, de inventar ideas para situaciones que salen al paso. Pero en el derrotero propuesto por el escritor, poeta y ensayista mexicano, encontrar palabras que ayuden a pensar la desaparición de 43 estudiantes, y el reciente hallazgo de 61 cadáveres en un crematorio abandonado de Acapulco, parece un sinsentido. Un México de mirada socarrona mira a la muerte por encima del hombro; otro libra una lucha sin cuartel para que los resortes estatales acompañen procesos de verdad y justicia para violaciones a los derechos humanos. En este país se inscribe Bernabé Abraham Gaspar, padre de Adán Abraham de La Cruz –su paradero se desconoce desde el 26 de septiembre–, quien viajó desde el país azteca con Hilda Legideño Vargas, madre de José Antonio Tizapa, otro estudiante desaparecido, e integrantes del Centro de Derechos Humanos Agustín Pro Juárez para reunirse en Ginebra con el Comité de De-sapariciones Forzadas de Naciones Unidas. Página/12 conversó vía Skype con Gaspar sobre sus impresiones acerca del curso de la investigación, la intervención del gobierno de Enrique Peña Nieto en la búsqueda de los normalistas y el recuerdo de su hijo Adán.

–¿Cómo evalúa el grupo de padres las declaraciones del fiscal general, Jesús Murillo Karam, quien aseguró que quedó acreditado, mediante pruebas científicas, que los jóvenes fueron privados de su libertad, sus cuerpos fueron incinerados y arrojados al río San Juan?

–Al otro día que el fiscal dijera eso, fui hasta el lugar donde según él los cuerpos fueron incinerados. Para quemar a cuarenta y tres personas se precisa mucho fuego. En ese sitio vi piedras que se revientan con las llamas, se deshacen. Las piedras estaban intactas. El gobierno nos engaña. No nos ha informado hasta dónde va la investigación. No es posible que el caso se cierre porque no nos han dado ninguna respuesta sobre dónde están nuestros hijos. Por eso seguimos en lucha, exigiendo que los devuelvan. Fueron los policías quienes se los llevaron.

–Karam señaló también que no existe evidencia de participación del Ejército en el crimen de los jóvenes. A mediados de enero, el grupo de familiares se manifestó frente al 27 Batallón de Infantería de Iguala.

–Hubo gente que nos dijo que nuestros hijos estaban en el batallón. Ese día fuimos en son de paz. Queríamos que saliera un representante del Ejército a dialogar, que se investigara. En cambio, nos cercaron, empujaron y agredieron. Creemos que ellos los tienen pero no nos quieren decir dónde están.

–Están seguros de que sus hijos se encuentran en manos del Ejército.

–Son los únicos que pueden desaparecerlos. Cuando pidieron ayuda a los efectivos del Ejército, en vez de protegerlos, les quitaron sus celulares y los golpearon. El Ejército está vinculado con el narcogobierno. Nosotros somos campesinos, no tenemos armas. A nuestros hijos se les achacaba que eran delincuentes, que tenían relación con los narcos.

–El grupo de padres llamó a no votar el 7 de junio en los comicios federales mexicanos. Ese día, además, se elige gobernador en el estado de Guerrero. ¿Por qué lo hicieron?

–Queremos que las elecciones no se lleven a cabo en Guerrero. Vamos a elegir a un gobierno que si ahorita desapareció a nuestros hijos, mañana va a querer hacerlo con los padres de familia. En Guerrero, proponemos la formación de comités donde sea el mismo pueblo el que mande. Después de las elecciones va a pasar lo de siempre: acribillan a nuestros hijos, nos acribillan a nosotros.

–¿Hubo algún compromiso de las autoridades del Comité de Naciones Unidas sobre Desapariciones Forzadas?

–Van a exigirle al gobierno de Peña Nieto que se esclarezca el problema que estamos pasando en Guerrero con la escuela de Ayotzinapa.

–¿Y tienen pensado encontrarse con el presidente?

–Nos reuniríamos con él siempre y cuando nos diga antes que tiene una solución, que hay una pista sobre el paradero de nuestros hijos que nos anime.

–¿Qué mensaje le daría a Peña Nieto si lo tuviera frente a frente?

–Que le eche ganas al trabajo que tiene por delante para que podamos encontrarlos. Ellos quieren seguir estudiando y no se vale que se les tronche el camino. Son jóvenes y tienen derecho a vivir la vida que todos queremos vivir.

Gaspar se aferra a una certeza: los estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa no están muertos. Está convencido de que el Ejecutivo mexicano sabe dónde están. “A lo mejor, por una cuestión política, no los quieren entregar”, analiza y asegura: “Vamos a luchar hasta encontrar a nuestros hijos con vida y que se haga justicia. No nos vamos a quedar en paz, le vamos a hacer la vida imposible al gobierno”. Con la misma dignidad con la que rechazó 100 mil pesos ofrecidos por enviados del gobierno para acallar su reclamo de justicia, dice que mandó a su hijo a estudiar para que no sufriera como él. A fines de septiembre abandonó sus labores en el campo: a los siete años comenzó a sembrar maíz, calabaza, frijol o rábano. “Somos campesinos. Lo único que sabemos hacer es trabajar la tierra para poder alimentarnos”, sostiene. Hoy dedica tiempo completo a la búsqueda de su hijo.

Adán nació cuando Gaspar tenía 25 años y mechaba la cosecha de hortalizas con changas de albañilería. El joven normalista iba a casarse el 20 de diciembre de 2014 con Erika, la madre de sus dos hijos: José Angel, de siete años, y Alison, de tres. Gaspar, que lo recuerda en la mirada de los pequeños, cuenta que con Delfina de la Cruz, su esposa, se organiza para participar en las actividades con los padres de los otros normalistas desaparecidos. “Hemos ido a través del tiempo. Aquí vamos, bien o mal, pero vamos soportando este dolor, porque se ha sentido mal a veces; ya quiere uno que termine este tormento”, confía el papá. El joven estudiante era sonriente, le gustaba el deporte, el fútbol; se divertía, jugaba con sus hijos, con su esposa, los llevaba a pasear. Otra vez, Octavio Paz sugirió observar la realidad con otros ojos; afirmó que en esa soledad abierta que a veces presenta el camino, esperan las manos de otros solitarios. Por esos senderos a veces laberínticos andan hoy Bernabé, Delfina e Hilda junto a miles de padres y madres mexicanos.

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Bernabé Gaspar dedica tiempo completo a la búsqueda de su hijo Adán; llevó el caso a Ginebra.
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