EL MUNDO › OPINION

Qué esperar en Irak

 Por Mercedes López San Miguel

El segundo mandato de George Bush empieza con su apuesta de “democracia”: la elección del domingo 30 de enero en Irak. La votación mostrará un cuadro harto realista de la ex tierra del sunnita Saddam Hussein, en términos de polarización y división religioso-étnica entre árabes chiítas, sunnitas, kurdos y otras minorías. Evidenciará el potencial de la insurgencia –recordemos que Al Zarqawi, el hombre de Al Qaida en Irak, ya habla de “una guerra prolongada”–, cuyo accionar ha ido en ritmo ascendente y continuo el último mes, dirigido mayormente contra la nueva fuerza iraquí. La cadena CNN informó ayer, basándose en fuentes de inteligencia, que se estiman 150 coches bomba y 250 ataques suicidas en lo que se pronostica un estallido –literal– de las elecciones.
Esta votación sólo podrá incrementar las diferencias entre sunnitas (20 por ciento de la población), chiítas (60 por ciento) y kurdos (15 por ciento). Si los primeros no votan, entonces la comunidad mayoritaria chiíta conseguirá un abrumador número de bancas en la Asamblea Nacional de Transición. En otras palabras, los chiítas, que no están combatiendo la ocupación en Irak –como lo hicieran durante dos meses en 2004 el chiíta radical Muqtada al Sadr y sus seguidores, para luego entregar las armas–, votarán bajo el sponsoreo estadounidense mientras que los sunnitas, quienes sí la están combatiendo, se rehusarán a participar en una elección que “colabora” con la fuerza ocupante, como lo ven los insurgentes. La minoría teme que ganen los chiítas. Es ese miedo el que está alimentando, y tal vez agrandando, el respaldo a una insurgencia que inicialmente –el primer año tras la caída de Bagdad– fue mucho más limitada al llamado “triángulo sunnita”.
Un tal Al Hakim encabeza la llamada lista chiíta, que con el visto bueno del ayatola Ali Al Sistani ha intentado aunar los intereses de esa comunidad. La Alianza Unida Iraquí –ése es el nombre de la candidatura número 169– se apoya también en otro partido chiíta histórico, Al Dawa, y en el polémico grupo de Ahmed Chalabi, un protegido de Washington que cayó en desgracia por sus vínculos con Irán. Además ha incluido a dos pequeños partidos turcomanos, un partido kurdo chiíta y un grupo tribal sunnita para dar contenido al principio central de la plataforma: “Irak unido”, un oxímoron frente al escenario que prevalece. Por algo la administración Bush no arriesga una fecha de retirada de sus tropas.

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