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El noticiero más loco del mundo

En la película, una comedia lunática e imprevisible, se luce Will Ferrell, un cómico tan corrosivo como ingenuo.

 Por Horacio Bernades

“Cuando un hombre sufre de angustia existencial, lo que debe hacer es ir y comprarse un traje nuevo”, dictamina muy serio Ron Burgundy, conductor del noticiero del Canal 4 de San Diego. Sus compañeros de equipo lo miran, muy circunspectos también, y se van todos juntos a resolver sus pesares en la sastrería más cercana.
Esa es la forma de encarar los problemas que tienen los protagonistas de Anchorman, the Legend of Ron Burgundy. Estrenada a mediados del año pasado en Estados Unidos, Anchorman es la más reciente comedia protagonizada por ese cómico meteórico que es Will Ferrell. Inmediatamente después de Anchorman, Woody Allen le dio uno de los papeles principales de Melinda y Melinda, de próximo estreno en la Argentina, y poco más tarde se lo verá junto a Nicole Kidman en la versión cinematográfica de Hechizada. Una de las estrellas indiscutibles del programa de televisión Saturday Night Life desde mediados de los ’90, Ferrell robó cámara en casi todas las películas protagonizadas por sus amigos y compañeros de elenco, incluyendo Austin Powers, Zoolander y Starsky & Hutch. Además de escribir y coprotagonizar El triunfo de los nerds (A night at the Roxbury).
En todas ellas hubo amplia ocasión de apreciar la rara combinación de corrosividad, lunatismo e ingenuidad de este tipo alto y con cara de entre bueno y buenudo, que sin embargo siempre parece estar escondiendo costados más oscuros, siniestros incluso. Como lo demuestra Anchorman, coescrita por Ferrell y el ex SNL Adam McKay, quien además la dirige. “Basada en hechos reales”, según miente escandalosamente un cartel inicial, el sello AVH acaba de editar Anchorman, con el título de El reportero. Ubicada en unos años ’70 de bigotes, solapas y botamangas demasiado anchos, como es muy común en las películas actuadas por cómicos surgidos de SNL, El reportero presenta a unos protagonistas tan simpáticos como estúpidos. Y logra que el espectador sienta ambas cosas al mismo tiempo.
No sólo estúpidos: el cuarteto de “héroes” de El reportero se caracteriza por ser unos machistas asquerosos. “En esos tiempos, los conductores de noticieros eran todos hombres”, informa un locutor en off buscadamente pomposo. Será la irrupción de una chica tan linda como ambiciosa la que ponga en serios problemas al grupo liderado por Burgundy, que es el número 1 en lo suyo. La chica no es otra que Christina Applegate, que a comienzos de los ’90 se lució como teenager descerebrada y promiscua en la genial serie Married with Children. Y que aquí hace el papel exactamente inverso. Como la corrosividad de Ferrell no deja títere con cabeza, el hecho de ser víctima de los abusos, atropellos y acoso de sus inmundos compañeros no impide que Veronica Corningstone no esté mostrada, al mismo tiempo, como una chica con ovarios y como una tremenda arribista, dispuesta a pisar las cabezas de quienes sean con tal de robarle el puesto al ridículo de Burgundy.
Como el estilo cómico de Ferrell se complace en el arrebato insólito, el resultado es una verdadera colección de varios de los momentos más estrambóticos que la comedia actual pueda brindar. Todo es posible aquí, desde un desfile de moda gatuna hasta una representación de un orgasmo absolutamente genial, en la que Ferrell y Applegate cabalgan sobre unicornios blancos entre fuegos artificiales de animación (con un clásico de Tom Jones poniéndole banda de sonido). “Por la barba de Zeus” o “Por el cuervo del Gran Odín”, es capaz de exclamar un asombrado Burgundy, así como no trepida en amenazar a su compañera de rubro con un “Te voy a patear los ovarios, justo en la fábrica de bebés”. Por lo demás, el tipo es lo suficientemente idiota como para leer al aire todo lo que escriban en el teleprompter, sin pensarlo dos veces. Así sea “¿Soy Roy Burgundy?”(así, entre signos de pregunta), o “¡Andá a cagar, San Diego!”. Afirmación que lo hundirá para siempre en el escarnio de sus conciudadanos.
Hay una escena en la que el gusto de Ferrell por lo inaudito lo lleva hasta el terreno de esos dementes de la animación que fueron Tex Avery y Chuck Jones. Se trata de un enfrentamiento callejero entre ¡5 equipos! de conductores de televisión (capitaneados, entre otros, por Ben Stiller, Tim Robbins y Luke Wilson), que empieza con provocaciones verbales y termina con los protagonistas asesinándose con tridentes, macanas medievales y granadas. Esa, y otra en la que el héroe se convierte, de la nada, en émulo de Ian Anderson, en un club nocturno al que había ido a tomar algo (y que incluye un show con la flauta como improvisado lanzallamas) valdrían por sí solas la película entera. Pero sucede que esa clase de escenas es la regla, y no la excepción de El reportero.

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El reportero presenta a unos protagonistas tan simpáticos como estúpidos.
 
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