EL MUNDO › COMO FUERON LAS ULTIMAS HORAS DEL PLAN VACA DIEZ

Crónica de la noche de la caída

Por Fernando Gualdoni
Desde La Paz

La noche del 9 al 10 de junio pasará a los anales de la historia boliviana por el inesperado revés de los acontecimientos que en pocas horas cambió la suerte del país. Tras la suspensión de la sesión del Congreso en Sucre a última hora del jueves por la irrupción en el centro de la ciudad de un millar de mineros enfurecidos por la muerte de un compañero por disparos de la policía, Bolivia se encaminaba hacia un sangriento enfrentamiento civil. Los legisladores corrieron a refugiarse donde pudieron. Los más en la sede de la gobernación provincial, otros en sus hoteles. Mientras, el senador cruceño Hormando Vaca Díez, el hombre que tenía en su mano la llave para desactivar la crisis si renunciaba a ser presidente, se resguardó en un cuartel militar.
Vaca Díez había mantenido en vilo a todo el país durante la jornada del jueves evitando pronunciarse sobre si quería ser presidente tras la renuncia de Carlos Mesa. Le correspondía según el orden sucesorio marcado por la Constitución, pero tenía en su contra a todos los movimientos sociales, que querían que diera un paso al costado y allanara el camino para la convocatoria de elecciones. El líder cocalero y diputado del Movimiento al Socialismo (MAS) Evo Morales sostenía que Vaca Díez había forjado una alianza con los partidos tradicionales para tomar el poder y que incluso había negociado el apoyo de una fracción del Ejército. El jueves fue un día de acusaciones cruzadas, insultos, desconcierto e inquietud por el futuro. No fue hasta bien entrada la noche, hasta unas horas después de suspendida la sesión, cuando todo dio un giro inesperado.
En menos de una hora, entre las 10 y las 11 de la noche, Vaca Díez, como presidente del Senado, renuncia a ocupar la presidencia en lugar de Mesa y quien le sucede en la línea constitucional, el presidente de los Diputados, Mario Cossío, hace lo mismo. Ninguno se va sin lanzar duras acusaciones contra Mesa y Morales. Vaca Díez los calificó de “falsos profetas” que forman parte de “un proceso político no democrático”. “Hemos llegado a una situación en la que los culpables se presentan como inocentes y donde las víctimas aparecen como culpables”, declaró el senador en referencia a la presión popular que había recibido para renunciar a su derecho de ocupar la jefatura del Estado.
La sesión parlamentaria se reanudó casi inmediatamente en la Casa de la Libertad de Sucre, el edificio donde se proclamara la República de Bolivia el 6 de agosto de 1825. Los 27 senadores y los 130 diputados no tardaron en aceptar la renuncia del presidente Carlos Mesa y, en vistas de las renuncias de los jefes de las Cámaras, designar presidente de Bolivia al tercero en la lista, la máxima autoridad de la Corte Suprema, Eduardo Rodríguez. Tras jurar en el cargo, el tercer mandatario que asume en la misma legislatura (después de Gonzalo Sánchez de Lozada y Mesa) señaló que estaba “convencido de que su mandato tiene que ver con una renovación del sistema político”. Añadió que se pondría a trabajar para convocar elecciones presidenciales, aunque no precisó en qué fecha. Tampoco definió si el gobierno interino se formará con un gabinete de ministros de coalición o de gestores que se hagan cargo de las cuestiones básicas del Estado hasta las elecciones.
¿Por qué Vaca Díez, tras casi un mes de protestas, espera el momento más crítico para dar un paso al costado? A lo largo de la jornada del jueves, la supuesta ambición presidencial del senador cruceño recibió tres golpes decisivos. Uno fue el comunicado de la Iglesia revelando que la mayoría de los sectores con los que se había entrevistado como mediadora en la crisis estaba en favor de la convocatoria de elecciones anticipadas. Otro se produjo cuando Nueva Fuerza Republicana (NFR), uno de los tres partidos tradicionales que supuestamente respaldaba el ascenso del senador cruceño, también se manifestó al final del día en favor de escuchar el clamor popular.
El tercer y definitivo golpe, no obstante, lo dio el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, almirante Luis Aranda, cuando solicitó a los políticos que en su decisión “interpretaran el sentir del pueblo boliviano”. El mensaje fue calificado por varios analistas como un aviso de que el ejército no estaba dispuesto a tolerar una guerra civil por el aparente empecinamiento de Vaca Díez por ser presidente. En el momento en que Aranda apareció en público ya circulaban informaciones sobre importantes movimientos de tropas en la región de Santa Cruz, la rica provincia petrolera de la que es oriundo Vaca Díez. Pero poco después, en el principal cuartel cruceño, un periodista de la televisión estatal le preguntó directamente al oficial al mando: “¿A quién obedece usted realmente?”. “Al comandante en jefe, almirante Aranda”, respondió el militar con mirada marcial a la cámara.

De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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