Lunes, 15 de septiembre de 2008 | Hoy
EL PAíS › A DOS AñOS DE LA DESAPARICIóN DEL TESTIGO CONTRA ETCHECOLATZ
Por Adriana Meyer
A Julio López le quedaba todavía un largo camino a recorrer como testigo. El albañil –de cuya desaparición se cumplen esta semana dos años, luego de testimoniar contra Miguel Etchecolatz– había sobrevivido a tres años de cautiverio en cinco centros clandestinos del circuito Camps, y su precisa memoria habría contribuido a condenar a medio centenar de represores. Una vez terminado el juicio contra el ex comisario, en sus planes inmediatos estaba la idea de presentarse a declarar en la causa por los crímenes cometidos en la Unidad 9 del Servicio Penitenciario. Y seguramente sería llamado cuando comenzaran los juicios orales por los casos de la comisaría 5ª de La Plata y por el centro clandestino de Arana. López también tenía algunos proyectos personales: aún no había terminado los trámites para cobrar la indemnización por su secuestro durante la dictadura y quería festejar los 78 con sus compañeros.
En los primeros años de los ‘70 ya era un padre de familia. Trabajaba de albañil toda la semana y en sus ratos libres se acercaba a participar en la Unidad Básica de Los Hornos, que respondía a la Juventud Peronista. Sus compañeros cuentan que siguió hasta las últimas consecuencias. Pastor Asuaje, su amigo y confesor, define que “era el ejemplo de un obrero con poca formación pero gran claridad y tozudez, dispuesto a sacrificarse”. El hijo mayor de López, Ruben, recuerda esas tardes de domingo cuando jugaba a la carrera de embolsados, mientras su papá, “peronista de toda la vida”, Patricia Dell’Orto y Marco de Ambrosio servían chocolate a los chicos.
El 27 de octubre de 1976 Jorge Julio López fue secuestrado por una patota encabezada por el ex jefe de Investigaciones de la policía bonaerense. “Rompieron la puerta. Etchecolatz estaba en el auto. Me vendaron los ojos con un pulóver por encima de la cabeza, y me ataron con las mangas y con alambre, pero podía ver”, relató en su última declaración judicial. López fue llevado primero a Cuatrerismo y luego a Arana. “Ahí nos picanearon toda la noche. Etchecolatz no tenía compasión, él mismo iba y nos pateaba”, describió al referirse a quien fuera la mano derecha de Ramón Camps.
De Arana pasó al centro clandestino que funcionaba en la comisaría 5ª de La Plata, hasta diciembre de ese año. “Ponían lo que le decían el asador, era la cama, atados de pies y manos, y después le pasaban la picana, los pateaban”, describió López en julio de 1999 ante la Cámara Federal en el Juicio por la Verdad de La Plata. “¿Usted fue objeto de esos tormentos?”, le preguntó el presidente del tribunal, Leopoldo Schiffrin. “Sí, si usted tiene alguna duda le muestro el pecho”, respondió el testigo. Con mayor nivel de detalle declaró siete años después sobre los mismos hechos, en el juicio contra Etchecolatz. Era la cuarta vez que lo hacía, y lo habría vuelto a hacer en el inminente juicio oral por los delitos cometidos en comisaría 5ª. La causa iba a ser elevada sin su caso, pero el fiscal federal Sergio Franco amplió el requerimiento para que los acusados también sean juzgados por la privación ilegal de la libertad, torturas y tentativa de homicidio de Jorge Julio López. En principio iban a juicio 10 represores, pero a Juan Fiorillo y Reinaldo Tabernero la muerte les dio la absolución. El fiscal imputó, además, a Hugo Guallama, Miguel Etchecolatz, Raúl Pedro Muñoz, Carlos Alberto Basualto, Oscar Bravo, Juan Ramón Rodas, Gregorio Medina, Julio César Pasquale, Héctor Herrera, Jorge Bergés, Julio César Garachico, Manuel Aguiar, un policía de apellido Urcola, Angel “Ganga” Trotta, Carlos “Manopla” Gómez, José Orellana, un penitenciario de apellido Ponce y un funcionario policial conocido como Rudi Calvo. Trotta y Aguiar quedaron afuera porque fallecieron.
Dijo el fiscal Franco: “La importancia de los testimonios de López y su verosimilitud surgen de la constante comparación de sus dichos con los de otros sobrevivientes y presuntos victimarios. Si bien el paso de los años y las condiciones de detención padecidas por López constituyen un impedimento para aportar precisiones, el testigo demostró en las cuatro oportunidades que declaró que tiene una gran memoria y lucidez”. Y recordó que la principal prueba de cargo por los homicidios de la pareja Dell’Orto-De Marco contra Etchecolatz fue el testimonio de López, “único testigo vivo de aquellas ejecuciones”. El fiscal destacó que “la precisión de los relatos y el mejoramiento de ellos, en cuanto a descripción de lugares, víctimas y victimarios, con el transcurso del tiempo, evidencian la preocupación del testigo por reconstruir la historia que padeció y son una muestra cabal de su verosimilitud”.
En su primera declaración testimonial ante la Cámara Federal, López había indicado que Camps presenciaba y ejecutaba las torturas en el Pozo de Arana junto a un hombre flaco con cara de mono. Y después pudo señalar, con el tiempo, que aquel hombre era Etchecolatz. Lo mismo ocurrió con el método de tortura utilizado por el ex comisario y sus laderos. López refirió que en Arana había sido picaneado con alambres conectados a las baterías de los autos que servían para secuestrar personas y que, posteriormente, cuando fue llevado a la comisaría 5ª fue torturado con una picana conectada a la red eléctrica. En el juicio oral recordó aquel momento: “Etchecolatz decía ‘dale, dale, subila un poco más’ que ‘la de allá (por la picana de Arana) era floja’”. Por otro lado, López reconoció a Bergés entre los represores de la comisaría 5ª, en coincidencia con el reconocimiento de voz de ese mismo imputado que hizo Adriana Calvo en los días previos al –y durante el– parto de la desaparecida Inés Ortega. Al parecer, el juez Arnaldo Corazza no hizo la misma ponderación que el fiscal porque aún no se pronunció sobre este escrito presentado en enero de 2007.
López pasó de la comisaría 5ª a la 8ª hasta que en abril de 1977 ingresó a la Unidad 9 de La Plata, donde quedó a disposición del Poder Ejecutivo. Su liberación coincidió con la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA a esa cárcel, en septiembre de 1979. “Entraron los Derechos Humanos por el frente y a nosotros nos largaron por atrás para que no nos vieran”, contó. La causa por los crímenes cometidos en la Unidad 9 también será juzgada por el Tribunal Oral que preside Carlos Rozanski, con 17 imputados y 2 prófugos, varios de los cuales aún gozan de cierta protección política. Pero López no figurará como caso, no llegó a concretar lo que había acordado con otros sobrevivientes: ir a declarar. También habría sido testigo en el juicio, aún lejano, por Arana, en el que hay diez procesados y seis pedidos de capturas, aunque algunos ya fallecieron, como Mario Tocho, Carlos Vercellone y Mario Jaime.
El 25 de noviembre quería hacer una fiesta (eso sí, a la canasta). Habría sido un doble festejo: el final de juicio y su cumpleaños. Un merecido momento de distensión para él y sus compañeros sobrevivientes, luego de tanto trajinar juzgados, audiencias y reconocimientos de campos de exterminio.
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