EL PAíS › ESTELA CARLOTTO, PRESIDENTA DE ABUELAS DE PLAZA DE MAYO, QUE HOY CUMPLEN 25 AÑOS

Buscar a los nietos, luchar por la esperanza

Hoy cumplen 25 años las Abuelas de Plaza de Mayo, que a lo largo de ese tiempo han logrado recuperar 73 hijos de desaparecidos que habían sido secuestrados con sus padres y algunos apropiados por represores. Estela Carlotto cuenta las primeras reuniones y recuerda los primeros nietos que recuperaron en 1980. “Seguiremos buscando y no moriremos sin verlos”, afirmó.

 Por Irina Hauser

Todavía, como si el tiempo no hubiera pasado, se le representa el aroma a bizcochuelo recién preparado de la casa de Chicha Mariani, “un departamento muy coqueto en La Plata”, donde asistió a las primeras reuniones de Abuelas de Plaza de Mayo en busca de su nieto Guido. Estela Barnes de Carlotto lleva 13 años presidiendo este organismo de derechos humanos, que hoy cumple 25 años de existencia en los que logró ubicar a 73 chicos desaparecidos durante la dictadura, de unos 500 que han sido privados de su identidad. “No puedo evitar conectar el atentado que sufrí en septiembre con este aniversario” de Abuelas, dijo a Página/12. Y aseguró que peleará por que se esclarezca de la misma manera que “seguiremos buscando a nuestros nietos, porque no queremos morirnos sin verlos”, aseguró.
“Soy una mujer que no se doblega, sé que para quienes no quieren la verdad y la justicia represento un peligro, y atacándome buscan que la gente tenga miedo”, señala Carlotto. En 1977 su hija Laura estudiaba en la Facultad de Humanidades de La Plata y militaba en la Juventud Universitaria Peronista. En noviembre de ese año fue secuestrada, embarazada de dos meses, algo que sus padres supieron después a través de una ex detenida por quien les hizo saber que lo llamaría Guido, como su papá. El bebé nació el 26 de junio de 1978, en el Hospital Militar Central, y a los dos meses Estela y su marido recibieron el cadáver de Laura, con un itakazo en la mejilla.
Varias veces Estela Carlotto creyó haber encontrado a su nieto Guido, quien hoy tiene 24 años y seguramente una identidad cambiada. Por ahora no pudo ser, pero después de haber podido localizar a tantos chicos ella dice que no baja los brazos ni por su nieto ni por ningún otro. Cuando tuvo sus primeros encuentros con las Abuelas de Plaza de Mayo, en 1978, “el grupo ya estaba conformado”, relata.
“La imagen que tengo grabada de aquellas primeras reuniones es la de haberme encontrado con un grupo de tres señoras que me recibían en sus casas, dándome la bienvenida con una sonrisa, a pesar del dolor que todas teníamos. Yo estaba un poco desorientada, había llegado a ellas por mi consuegra, Nelba Falcone, que venía buscando a su hija. Chicha tiene unos ojos azules muy lindos, y su sonrisa, las atenciones que tenían en su departamento tan coqueto, todo me cautivó y me incorporé decididamente a trabajar con ellas”, recuerda. “A Chicha la llamamos ‘la venerable’, fue nuestra primera presidenta”, detalla.
“También tengo muy presentes nuestras primeras reuniones en la confitería Las Violetas, con las abuelas de Buenos Aires. Simulábamos como un festejo, un cumpleaños, tomábamos el té y cuando el que nos atendía se retiraba sacábamos de abajo de la mesa nuestras primeras cartas, nuestros primeros comunicados. Esa confitería lleva para mí un recuerdo especial, de lo clandestino, de esos primeros pasos en la comunicación de Abuelas para que nos conocieran en Argentina y en el mundo. Tratábamos de tramar alternativas nuevas. Y a la vez teníamos que tener mucho cuidado por los seguimientos. Nosotras también corríamos peligro.”
–¿Alguna de las búsquedas que usted realizó en Abuelas la conmovió particularmente?
–El caso que más me conmovió fue el de las dos primeras nenas que encontramos las Abuelas exclusivamente, en 1980. Digo esto porque cuando encontramos a los dos primeros chicos en el ‘79 fue un trabajo conjunto entre Abuelas, un organismo brasileño y la abuela de los chicos, una señora uruguaya. Esas dos primeras nenas, Tatiana y Laura, quienes habían desaparecido tres años antes junto con su mamá en Villa Ballester, para mí son un símbolo, los primeros chicos que encontramos como institución. Y fue una búsqueda en la que estuve personalmente muy involucrada. La abuela de las nenas, Laura Jotar, era vecina del negocio de mi esposo, vivían a dos cuadras. Después de que ella hizo la denuncia a mí me tocó acompañarla. Ella se apoyó mucho en mí, era una mujer enferma, con diabetes.
–¿Cómo fue toda esa búsqueda?
–Teníamos noción de que las nenas habían sido abandonadas en una plaza, por la zona, y dadas en adopción. “Si fueron secuestradas en San Martín, busquen por ahí”, me acuerdo que nos aconsejó una secretaria de menores de La Plata. Así, a esta señora la llevábamos y la traíamos, con la camioneta de mi marido, fuimos muchas veces, hasta que dimos con un juez de apellido Basso. Fuimos como de costumbre, y de pronto nos mostró un expediente con fotos de dos nenas, cuyos nombres coincidían y habían estado en Casa Cuna. Yo me doy cuenta de que eran ellas, parecían de la misma diferencia de edad (una tenía meses y la otra cuatro años). Laura no terminaba de reconocerlas. Las veía muy distintas, la más chica era piel y hueso y a la otra le habían cortado el cabello. Pero yo me daba cuenta de que el juez sabía perfectamente de qué hablábamos. “Usted sabe muy bien que son ellas”, le dije yo. Y resulta que estaban en una pieza al lado, con su madre adoptiva. A Laura la dejaron verlas. La madre resultó ser una persona magnífica y nunca se negó a recibir a los abuelos, quienes, de hecho, decidieron que siguieran viviendo con sus padres adoptivos. Incluso Tatiana, que ahora tiene 27 años y es psicóloga, trabaja en Abuelas para encontrar a otros chicos. Laura, la abuela, antes de morir me llevó al fondo de su casita sencilla y me mostró un roble que había plantado con su hijo desaparecido. “Si algún día vuelve muéstrele este ropero, déle esta ropa y consígale un trabajo”, me dijo con la esperanza intacta.
–Otros casos han sido bastante más complicados. ¿Cuáles fueron los principales escollos en todos estos años?
–El principal escollo está en quienes han robado los niños, se escapan y los esconden. Son gente que no les permite a estos chicos recuperar su libertad. Y estos chicos guardan fidelidad con estos apropiadores aun sabiendo que hay un delito de por medio, tienen afecto por quienes los criaron. Y muchas veces estos apropiadores les pasan facturas de fidelidad y culpa. Entonces los chicos piden que no les pase nada a esos padres falsos, se sienten victimizadores de ellos y nos piden a las Abuelas algo que no nos compete. Es la Justicia la que debe evaluar quién es un ladrón. ¿Cómo decirles a estos jóvenes que no defiendan a quienes mataron a sus papás, si sienten afecto por ellos? Esto es uno de los temas más complicados para nosotros. Todavía siguen como rehenes de una historia.
–¿En qué medida usted relaciona los balazos recientes a su casa con estos 25 años de Abuelas?
–No puedo evitar conectar el atentado que sufrí en septiembre con este aniversario de Abuelas. Lo conecto porque soy una mujer que no se doblega, sé que para quienes no quieren la verdad y la justicia represento un peligro, y atacándome buscan que la gente tenga miedo. El agravio ha sido por eso, iba a ser muy conmocionante si me mataban. Han enfocado a una persona, a mí, para producir un efecto social. No sé quién fue, digo que fue la mafia de manera general. Exijo que se aclare, que se sepa quiénes fueron y por qué. Estoy diciendo algo muy serio, ni en la dictadura, ni en estos 25 años me pasó semejante cosa. Esto demuestra la fragilidad en la que vivimos los argentinos, una señal para que nos juntemos a luchar por el bien común, que es el de salvar al país.
–¿Qué cambió en Abuelas todo este tiempo?
–El objetivo principal sigue siendo el mismo, seguiremos buscando a nuestros nietos, porque no moriremos sin verlos. Y también queremos saber qué pasó con sus papás. Como tema secundario, pero también muy importante, es luchar por todos los derechos humanos, estar en todos los lugares donde hay que luchar contra el hambre y la desocupación, y defender la dignidad. Y suscribimos todo lo que busque resolver la situación de nuestro país.

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Estela Barnes de Carlotto, que desde hace 13 años es presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo.
 
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