Andrés D’Alessio no llegó a saber de la muerte de Raúl Alfonsín. Pasó los últimos dos meses internado en la clínica Favaloro con un cuadro de insuficiencia respiratoria aguda. El miércoles, un día después de la muerte del ex presidente, sufrió una nueva descompensación tras la cual permaneció sedado. D’Alessio, ex integrante de la Cámara Penal que condenó a los militares en el Juicio a la Junta de Comandantes de 1985, ex procurador general de la Nación, ex decano de Derecho en la UBA, jurista, padre de nueve hijos, abuelo de 21 nietos, murió en la noche del sábado, a los 68 años, víctima de una larga enfermedad.

Para Estela de Carlotto, titular de Abuelas de Plaza de Mayo, D’Alessio “deja para aquellos que tienen que instrumentar justicia el ejemplo de que no se pierde la hombría ni la seriedad por ser tierno y humano”. Fue, dijo, “un hombre justo, respetuoso, con un carácter siempre igual, que no tenía momentos de estar cerrado y luego de apertura por una cuestión de conveniencia: nos hemos encontrado en algunas actividades sociales, como en embajadas, ya en su silla de ruedas, siempre con ánimo”.

Quienes lo conocieron de cerca admiraron la pelea que siempre dio contra las adversidades de su salud. A los cinco años, D’Alessio tuvo un cuadro de poliomielitis por el que perdió las funciones de un riñón y quedó con defensas muy bajas. Hace tres años atravesó la última embestida, cuando le trasplantaron un riñón y empezó con infecciones por las que terminó perdiendo una pierna. Dicen que desde entonces vivió al borde de la muerte, con la última ayuda de la diálisis.

A Ricardo Gil Lavedra lo conoció en la facultad, cuando eran compañeros de cátedra de la Facultad de Derecho (UBA). D’Alessio dio sus primeros pasos en el mundo del Derecho en 1958, empezó a dar clases en 1965 y fue decano de la casa durante dos períodos consecutivos: de 1994 a 2002. Las autoridades de la Universidad de Buenos Aires difundieron ayer su pesar y sus condolencias para los familiares de D’Alessio: “Su fallecimiento es una gran pérdida para todos los que integran la comunidad académica”, señalaron a través de un comunicado.

Según Gil Lavedra, D’Alessio era un liberal, un defensor de los derechos individuales, de carácter fuerte y de una inteligencia muy clara. Ayer, consultado por Página/12, recordó el día en el que los dos caminaron hasta el comité de la UCR de Charcas y Pueyrredón para afiliarse, a principios de los ’80: “Y decidimos afiliarnos –dice– porque en ese momento todo el mundo tenía en el horizonte que en la reapertura democrática había que tratar de ser activo”.

La afiliación al parecer quedó inmediatamente suspendida. Entre 1984 y 1987, D’Alessio trabajó como juez en la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y lo Correccional de Capital, desde donde se sustanció el Juicio a las Juntas, con León Arslanian, Gil Lavedra, Jorge Valerga Aráoz, Guillermo Ledesma y Edwin Torlasco. Torlasco y D’Alessio tenían a cargo la logística de las audiencias. Organizaban el acceso del público, en un juicio donde había colas desde las siete de la mañana, y reglas que impedían a militares acudir con uniformes y a los organismos de derechos humanos, con insignias. “Todos los días se repartían entradas y en realidad para nosotros era una incógnita: no sabíamos si lo íbamos a poder controlar”, dice Gil Lavedra.

D’Alessio fue quien investigó y logró la primera restitución de un hijo de desaparecidos con el caso de Paula Logares, hija de Mónica y Claudio Logares, secuestrados el 18 de mayo de 1978 en Uruguay. En 1987, el gobierno de Alfonsín lo nombró procurador general. Carlos Menem le pidió la renuncia en 1989.

Desde ayer y hasta esta mañana, sus restos son velados en el salón del consejo directivo de la Facultad de Derecho. El sepelio será hoy, a las 10, en el Cementerio de Olivos.