Lunes, 20 de abril de 2009 | Hoy
EL PAíS › EL GRUPO MILITAR DE ESTADOS UNIDOS EN LA ARGENTINA DEBERá DESALOJAR LAS OFICINAS QUE OCUPA EN EL EDIFICIO LIBERTADOR
Con el fin de la Guerra Fría cambiaron los convenios entre las Fuerzas Armadas de la Argentina y Estados Unidos. Como parte de esos reacomodos, el Ministerio de Defensa decidió que los militares norteamericanos que estaban desde los años ’60 en el Libertador busquen otra sede.
Por Nora Veiras
Por el piso 13 del imponente Edificio Libertador se puede escuchar a oficiales extranjeros hablando en inglés o en un castellano chapurreado. No están de visita: la sede del Ministerio de Defensa y del Ejército es el lugar de destino del Grupo Militar de los Estados Unidos en la Argentina. Desde la década del ’60, esas presencias están también naturalizadas en la Armada y la Fuerza Aérea. La ministra Nilda Garré decidió que en un plazo perentorio tendrán que desalojar las oficinas. “Resulta lógico que, en un edificio central de estas características, no tengamos oficiales de otros países. Es un criterio básico de soberanía nacional. La Guerra Fría terminó y hay que reacomodar convenios”, explicó a Página/12 un funcionario mientras se preocupaba en aclarar que las relaciones entre ambos países son más que cordiales.
“El tema y la forma es muy normal. No hubo exabruptos ni ultimátum”, abundó el colaborador de Garré, habitué en las reuniones de la ministra con el embajador Earl Anthony Wayne. Sin embargo, quienes están en contacto directo con el coronel Edwin Passmore, jefe del Grupo Militar, aseguran que el plazo expira a fin de mes. “En la embajada ya no entra más gente. Evo Morales echó de Bolivia a unos sesenta agentes de la DEA, de Ecuador y Venezuela también relevaron a otros y todos se concentraron en Buenos Aires”, comentó un oficial sorprendido porque sus pares estadounidenses están viendo dónde apostarse. El agregado de Defensa de la embajada, Douglas Lengenfelder, fue quien recibió la notificación oficial de Garré. Algunos de los empleados de la embajada, que trabajan como nexos con las Fuerzas Armadas, son familiares directos de altos jefes argentinos.
La llegada de uniformados estadounidenses se remonta a la década del ’60. Los memoriosos aseguran que sólo durante el breve interregno del gobierno de Héctor Cámpora tuvieron que abandonar sus despachos en el edificio de Paseo Colón al 200. Pero volvieron rápidamente: en esa sede se desplegaron en el piso 13, en la Armada ocupan escritorios en el cuarto piso del Edificio Libertad, donde trabajan los hombres del Servicio de Inteligencia Naval. En la presentación oficial figuran como Misión de Cooperación Técnica y reportan directamente a la embajada. En los albores del retorno a la democracia aportaron argumentos para coartar el avance de los proyectos de desarrollo armamentístico nacional, como el desarrollo del misil Cóndor, el submarino que se planeaba construir en el astillero Domecq García y el Tanque Argentino Mediano (TAM).
“Defensa está encauzando un proceso de revisión de los convenios de cooperación e intercambio con distintos países. En 1988 se sancionó la Ley de Defensa que recién se reglamentó el año pasado. Se le pidió a la Embajada de los Estados Unidos una reunión bilateral mixta para analizar todos estos temas”, señaló el funcionario de Defensa y aseguró que se encontrarán en el segundo semestre. Algunos de esos proyectos conjuntos quedaron en suspenso por la insistencia de los EE.UU. en borrar las fronteras entre los asuntos de Defensa y Seguridad interior.
En el marco de la V Cumbre de las Américas, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner acaba de plantearle a su par estadounidense Barack Obama que “el cambio de relación requiere una actitud diferente, de no injerencia por parte de los Estados Unidos”, y señaló que los presidentes “relataron el doloroso presente de injerencias en procesos internos de sus países”, y que Obama aseguró que “durante su gobierno no iba a ser así”.
El año pasado, George W. Bush sorprendió a los gobiernos latinoamericanos con la puesta en marcha de la IV Flota destinada a patrullar los mares del Caribe y el Atlántico sur en su lucha contra el narcotráfico y como “ayuda humanitaria”. Todos los países de la región criticaron la iniciativa, que reactualizaba una herramienta de la Segunda Guerra Mundial concebida para reforzar los bloqueos y la defensa ante los ataques nazis, y que había sido desactivada en 1950.
Garré le manifestó cara a cara el rechazo al secretario de Defensa, Robert Gates, quien sería posteriormente ratificado en el cargo por Obama. Durante la conferencia de ministros de Defensa del continente realizada en Canadá, el encuentro bilateral con Gates se agotó en siete minutos. Hoy empieza el Operativo Unitas Gold, comandado por la IV Flota y la Argentina sólo envió observadores.
La IV Flota actúa bajo jurisdicción del Comando Sur con asiento en la Florida. La cartera de Defensa un año antes había anunciado la decisión de no enviar más oficiales argentinos a la aggiornada Escuela de las Américas, institución que había sido el nido de formación de los represores latinoamericanos, dependiente justamente del Comando Sur. En la página web de la Escuela de las Américas figuran tres argentinos como inscriptos en 2009. Defensa aseguró a este diario que ningún oficial de las Fuerzas Armadas del país está participando de esos cursos en los que abundan los alumnos de Colombia y Chile.
En noviembre de 2007, Garré recibió en su despacho a una delegación parlamentaria de los Estados Unidos. Roscoe Bartlet, un veterano integrante de la Cámara de Representantes del Partido Republicano, se sinceró: “Nosotros tenemos una obsesión con ser la policía del mundo y creo que no es lo mejor para nosotros, ni para los demás”. Un mes antes, Evo Morales en Bolivia había denunciado que tenía pruebas de que integrantes de la Agencia Estadounidense Antidrogas (DEA) disparaban contra los cocaleros cuando él era su líder. El año pasado expulsó al embajador Philip Goldberg. El diplomático había sido declarado “persona no grata”, acusado de impulsar una conspiración contra su gobierno.
En 2002, en Venezuela, la Embajada de los Estados Unidos participó en forma directa en el fallido golpe de Estado para derrocar a Hugo Chávez. El 2 de febrero de 2006, Chávez expulsó al agregado naval estadounidense, el capitán John Correa, tras acusarlo de espionaje. El año pasado, en simultáneo con Morales, el venezolano volvió a cortar relaciones con el gobierno de Bush. Echó al embajador tras denunciar contactos espurios con militares de su país y recién este fin de semana anunció que propuso a Roy Chaderton, representante ante la Organización de Estados Americanos (OEA) para que asuma la embajada en Washington.
El coronel Edwin Passmore, jefe del Grupo Militar de Estados Unidos en la Argentina, cumplió antes esa misión en Caracas. El hombre tiene experiencia: se desempeñó también en Afganistán y como asesor de Inteligencia del ministro de Defensa de Kuwait durante la invasión a Irak. Ahora, en Buenos Aires, está buscando dónde aposentar a su misión.
Más allá de la presencia de uniformados en misiones “técnicas” en América latina, Estados Unidos tiene bases militares como Manta (Ecuador), Tres Esquinas y Leticia (Colombia), Iquitos (Perú), Reina Beatriz (Aruba), Hato (Curazao) y Comalapa (El Salvador). Estas bases se complementan con Vieques (Puerto Rico), Guantánamo (Cuba) y Soto de Cano (Honduras). En Brasil desarrollaron un intenso lobby para tratar de controlar la base de Alcántara en la boca del Amazonas y en la Argentina alimentaron la idea de montar una en Tierra del Fuego. En Ecuador, el presidente Rafael Correa anunció que este año se tendrán que retirar las tropas estadounidenses de Manta. La participación de agentes del gobierno de Bush en la operación militar que encabezó Colombia, invadiendo territorio ecuatoriano para desmantelar a las FARC, tensó las relaciones entre ambos países.
Con esta historia y después de los dichos de Obama en la Cumbre de Trinidad y Tobago, en la Argentina están expectantes por confirmar si Thomas Shannon, el subsecretario de Estados Unidos para el Hemisferio Sur, sobreviviente de la administración Bush, será el reemplazante de Wayne en la embajada de la calle Colombia. Mientras tanto hacen lugar para recibir a los oficiales que tendrán que abandonar el piso 13 del Edificio Libertador.
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