Lunes, 28 de diciembre de 2009 | Hoy
EL PAíS › UNA ENCUESTA SOBRE LAS INSTITUCIONES DEMOCRáTICAS
A 26 años del retorno democrático, una encuesta revela que hoy prevalece una imagen negativa sobre el sistema y sus instituciones. Con todo, la de la democracia es mucho mejor que la de los partidos y, sobre todo, de los políticos.
Desde la restauración de la democracia en Argentina en 1983 se sucedieron seis presidentes elegidos por el voto popular. Veintiséis años después de este hito de la historia argentina reciente y cerca del Bicentenario de la Revolución de Mayo es relevante realizar un análisis sobre la opinión de la sociedad sobre su desarrollo. En este sentido, el sistema democrático, a pesar de la sólida instauración como gobierno basado en el voto secreto y universal, parece dar muestras de fatiga. La imagen positiva de la democracia en la actualidad se reduce al 36 por ciento de los argentinos. Sin embargo, esta valoración es muy superior a dos de las instituciones sobre la que se sostiene la división de poderes: la Justicia y el Congreso nacional. Estas sólo tienen un 15 por ciento de imagen positiva cada una.
Los datos surgen de un trabajo realizado por la consultora Pulso Social Investigación en la última semana de noviembre en base a una muestra de 925 casos en todo el país.
Allí, la valoración de la democracia como idea triplica la valoración sobre los partidos políticos, y septuplica a los políticos en sí. Los políticos obteniendo sólo un 5 por ciento de imagen positiva son el reflejo de una crisis sobre la capacidad de la clase dirigente para liderar el proceso actual y pone en crisis la credibilidad del sistema.
La actuación tanto de la Justicia como del Congreso y los partidos es desaprobada por más de la mitad de los entrevistados. Esta imagen pesimista en cuanto a su actuación en el marco institucional llega a su extremo en la evaluación de los políticos que son vistos en forma negativa por siete de cada diez argentinos. La democracia como idea global, pero también como respuesta a la mejor vida de la población, tiene una imagen negativa menor del 30 por ciento.
La imagen de la democracia es positiva, pero no por mucho margen. Los déficit para solucionar los problemas generales de la sociedad argentina impactan con fuerza en esta percepción y condiciona el interés de los ciudadanos por la vida pública.
El dato que debe encender algunas alarmas es que la percepción indiferente de la democracia se profundiza en la franja que va de los 18 a los 30 años, donde el 44 por ciento se expresa de esta forma. Dos hipótesis subyacen aquí, la primera ligada a la creciente apatía que muestran los jóvenes de todo lo que pasa fuera de su mundo. La segunda se identifica con la percepción de la democracia como única forma conocida por este segmento. Los de 30, tope superior del intervalo, tenían cuatro años en 1983, cuando asumió Raúl Alfonsín. En cambio, en las demás franjas de edades la percepción de la democracia es plenamente positiva. Sin embargo, la imagen negativa es similar en todos los estratos.
Analizando las posturas según el nivel socioeconómico de los consultados se nota que el mayor “disgusto” con el sistema de gobierno reside en los sectores medios. Si bien la indiferencia prima, estos sectores expresan en 5 puntos una mayor percepción negativa que los otros dos sectores en que se divide la escala (niveles altos y bajo, 27 y 28 por ciento de imagen negativa, respectivamente).
Por supuesto, no es posible deslindar la percepción de los ciudadanos sobre la democracia en términos generales con una situación coyuntural o la imagen que tienen de un gobierno puntual. Sin embargo, esta “contaminación” de identidad es un indicador de falta de arraigo cívico de la democracia actual, la ausencia de una visión de la democracia como “modo de vida”, más que como una concatenación de gobiernos en el tiempo.
Los políticos en Argentina no son un simple accidente. Es el conjunto de mujeres y hombres que por diferentes razones ocupan o aspiran a ocupar espacios de poder en el Estado. Es cierto que sin nombres y apellidos la conceptualización se vuelve genérica, pero se deben destacar dos cuestiones: florece en la población una imagen formada sobre la existencia de “una clase política” como una corporación. Luego, suele identificarse una ruptura en la línea que divide a la sociedad civil con la política.
Más allá de esto, no hay dudas de que gran parte del desencantamiento de los ciudadanos con la democracia y sus instituciones se descarga en este grupo. Siete de cada diez argentinos tiene una percepción negativa de los “políticos” en general y sólo un 5 por ciento los ve positivamente.
Paradójicamente, la impresión negativa se agudiza conforme se incrementa la edad de los ciudadanos, mientras que la positiva mejora levemente en el estrato de los adultos.
La apreciación negativa de la clase política es prácticamente pareja en todos los estratos. Sin embargo, se puede encontrar que los porteños atesoran la peor imagen de los políticos. Para los encuestados del resto del país, la imagen positiva supera el 10 por ciento.
La única herramienta electoral que existe en la actualidad son los partidos políticos que, solos o en frentes, son los que deben transmitir a la sociedad sus propuestas electorales. Con los años sus principales “misiones” se han distorsionado para convertirse en personas jurídicas sin otro fin que permitir a los políticos presentarse a las elecciones,
La antigua pertenencia a un partido que enorgullecía a sus miembros se ha desplazado hacia el rechazo de la mayoría de la población: casi seis de cada diez argentinos tiene una imagen negativa de estas agrupaciones, y apenas en uno de cada 10 es positiva. Las mujeres son levemente más negativas que sus pares de sexo masculino, mientras organizada la información por grupos etarios, los mayores son quienes tienen peor imagen de los partidos al igual que sucedía con los políticos. Un dato curioso es que los más jóvenes tienen una imagen levemente más positiva que el resto.
Se puede observar en forma comparativa que los partidos tienen una imagen “menos negativa” que los políticos que los contienen. También aquí opera una suerte de disrupción debida a la falta de identificación a grandes rasgos entre los políticos y los partidos de donde surgen.
El Congreso tiene además de su incumbencia constitucional –dictar leyes– la característica de reunir a las expresiones políticas más representativas, tanto del oficialismo como de la oposición. De aquí que las expectativas sobre este órgano suelen ser altas, sobre todo luego de las elecciones de medio mandato. Sin embargo, independientemente de la información sobre la actuación del Congreso que pudieran tener los entrevistados, la mitad cree que su desempeño es negativo. En términos de edad, los mayores son quienes más críticas tienen al Legislativo. Los jóvenes tienen opinión dividida entre la negativa y la indiferencia, pero con un 20 por ciento son quienes más evaluaron en forma positiva.
Clasificando según el estrato económico y social, los que provienen de hogares de nivel medio son los más indiferentes a la actuación del legislativo (37 por ciento) y tienen una imagen levemente más positiva que el resto (16 por ciento, contra el 15 de nivel alto y 13 de nivel bajo).
El lugar de residencia arroja algunos resultados relevantes. Mientras los porteños son los más indiferentes (40 por ciento), los habitantes del GBA, tienen una percepción más negativa (53 por ciento). La única y relativa “buena noticia” proviene de los ciudadanos de las otras ciudades encuestadas: dos de cada diez tienen una visión positiva.
Si bien el Poder Judicial integra el Estado con los otros dos poderes, el concepto de justicia es mucho más amplio que el de un cuerpo organizado. Por otro lado, el Poder Judicial se encuentra ampliamente ramificado, a diferencia de los otros dos. Dado que si bien el Ejecutivo se organiza en formas de ministerios, secretarías y demás, la función constitucional corresponde al Presidente. De manera similar el Poder Legislativo es un grupo limitado de mujeres y hombres, ya sea en la Cámara de Diputados o de Senadores. La justicia en cambio se encuentra dividida en una amplia variedad de tribunales de los cuales los que más notoriedad suelen tener son los jueces federales y por supuesto la Corte Suprema de Justicia.
Tal como pasó con las demás instancias evaluadas, la percepción de la actuación del Poder Judicial es mayormente negativa. También como se pudo verificar a lo largo del informe, los más disconformes son las personas de mayor edad. Los jóvenes, por su parte, lideran en el sector de indiferentes, en buena medida por desconocimiento.
En el análisis no deja de sorprender el hecho de que, dentro de la imagen negativa general, dos de cada diez entrevistados del menor nivel socioeconómico consideran positivo el accionar del Poder Judicial. Los integrantes de los sectores medios son quienes tienen la peor imagen, con una distribución muy parecida a la de los sectores altos.
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