EL PAíS › OPINIóN

Cuentas pendientes de la democracia

 Por Carlos F. De Angelis *

Luego de un cuarto de siglo, no ausente de crisis y dificultades, la democracia argentina parece dar muestras de fatiga que deben ser analizadas. Este desgaste no es abstracto, sino que puede ser identificado en la vida cotidiana donde crecen signos de intolerancia y expresiones autoritarias.

Las situaciones que jaquearon a la democracia en el pasado fueron visibles: asonadas militares, hiperinflación o los saqueos. Hoy la acechanza proviene de un enemigo silencioso: la creciente pérdida de la valoración del sistema democrático y de sus instituciones.

En el estudio realizado por la consultora Pulso Social Investigación sobre una muestra nacional de 925 casos durante la última semana del mes de noviembre se puede ver que la imagen positiva de la democracia se reduce al 36 por ciento de los argentinos, y que a un número similar les resulta indiferente. Otro dato preocupante surge del estudio: la percepción indiferente se profundiza entre los jóvenes, donde casi menos de la mitad se expresa de esta forma.

Paradójicamente, la estima de la democracia es superior a sus instituciones. Los políticos, los partidos, la Justicia y el Congreso poseen una muy baja valoración positiva. El caso de los políticos es emblemático. Son rechazados por siete de cada diez argentinos. Y los partidos, marchitas organizaciones políticas, poseen una percepción negativa de seis de cada diez.

La perspectiva de una clase política que priorizaría sus intereses particulares por sobre los de la ciudadanía se ha instalado como dogma. Cambiar esta percepción llevará mucho trabajo y varias generaciones. Luego, el reemplazo de las identidades partidarias por modelos que asimilan las candidaturas a marcas de productos, puede ser exitoso en la coyuntura, sin embargo contribuye al descrédito de la dirigencia, sobre todo cuando se evidencia que esas “marcas” no logran transformarse en gestoras eficaces de lo público.

Siguiendo los datos de estudio se destaca que el desprestigio de la política alcanza también a las instituciones de la democracia, como el Congreso, máxime cuando su actuación ha sido cuestionada desde distintos ámbitos de la sociedad. El Congreso tiene la característica de reunir a las diversas expresiones políticas. De aquí que las expectativas sobre este órgano deberían ser altas. Sin embargo, la mitad de los argentinos creen que su desempeño es negativo. Similar situación ocurre en el Poder Judicial cuya percepción negativa alcanza el 60 por ciento.

Resulta difícil imaginar una mejor democracia cuando sus instituciones e integrantes son denostados por la opinión pública. La democracia se vuelve un concepto inocuo y meramente formal, una idea flotante que puede ser reemplazada por otra si parece más atractiva o más operativa.

La democracia no es un monumento ni un recuerdo de mejores épocas, sino un organismo vivo que sólo puede asentarse en una sociedad democrática en términos políticos pero también económicos. Sin una mejor distribución del ingreso, la inclusión social y un futuro sustentable para todos no se vuelven una realidad palpable, el voto pasa a ser un acto vacío de contenido.

Pero, cómo se sale de la trampa, dónde parte de la ciudadanía pide soluciones inmediatas y mágicas a los problemas de la sociedad, y dónde buena parte de la clase política propone soluciones de corto plazo, sin la planificación necesaria o estudios que evalúen sus impactos.

Cómo correrse de la demanda que pide “diálogo” pero que ve toda negociación como una claudicación. Cómo se cambia una sociedad que muestra una creciente apatía y desinterés sobre lo público o común, que rechaza participar, pero a la vez reclama una renovación de la clase dirigente.

Desde ya, existen muchas alternativas para mejorar la calidad institucional, ampliar la participación, extender el derecho a voto en áreas inexploradas, etcétera, pero en este caso, a diferencia que para bailar un tango, hacen falta muchos más que dos.

* Sociólogo y autor de Radiografía del voto porteño: la Argentina que viene. Editorial Atuel.

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