EL PAíS › RENUNCIó EL DIRECTOR DE GESTIóN PRIVADA DEL MINISTERIO DE EDUCACIóN PORTEñO

En el nombre del arzobispo

Enrique Palmeyro dejó el área de educación privada y lo reemplazará Beatriz Jáuregui, ligada al cardenal Jorge Bergoglio. La dirección maneja 800 millones de pesos en subsidios, el único presupuesto que fue duplicado por la gestión PRO.

 Por Nora Veiras

La Ciudad de Buenos Aires es la única jurisdicción del país en la que los alumnos se reparten casi en mitades: 356 mil en escuelas estatales y 330 mil en privadas. La proporción convierte a la Dirección de Gestión Privada en un poder en sí mismo. La Iglesia Católica custodia ese reducto desde siempre, pero con la llegada del macrismo el vínculo se estrechó.

Enrique Adolfo Palmeyro sobrevivió en el cargo de director a los ministros Mariano Narodowski, Abel Posse y llegó hasta la semana pasada, bajo la gestión de Esteban Bullrich. Lo sucederá en el cargo que maneja 800 millones de pesos para subsidios –el único presupuesto que se duplicó en la gestión PRO– Beatriz Jáuregui, otra referente del cardenal Jorge Bergoglio.

“Ya hay sucesor, Esteban (Bullrich) habló con el padre Juan (Torella) y dio el visto bueno”, comentó a Página/12 un allegado al ministro. Torella es el vicario para la Educación del Arzobispado porteño, el hombre que controla el subsistema de educación privada. Su confianza con Bergoglio llega a tal punto que fue el elegido por el cardenal para darle el sacramento de unción a los enfermos al ex presidente Néstor Kirchner cuando lo operaron por una obstrucción en la carótida. Una misión fallida porque ningún familiar de Kirchner lo había pedido.

Palmeyro, un ex seminarista, egresado del profesorado de Teología del Consejo Superior de Educación Católica (Consudec), se desempeñó también como “representante de la Vicaría de Educación en la Comisión Arquidiocesana de Pastoral (ad honorem)” y “director del Programa de Escuelas Hermanas del Arzobispado de Buenos Aires”. Al comunicar su alejamiento a los directivos y docentes de establecimientos privados, dijo que le presentó la renuncia a Bullrich, pero evitó precisar los motivos de ese alejamiento. “Les recuerdo que ingresando en www.buenosaires.gov.ar/dgegp y haciendo click en ‘plan de trabajo 2010’ pueden acceder a una síntesis del mismo, incluyendo los logros alcanzados hasta el momento y un resumen de objetivos que se consideran prioritarios.” Palmeyro trasuntó así su desagrado por dejar la gestión. “Se cumplió un ciclo”, dijeron, escuetos, los colaboradores de Bullrich a Página/12.

La elegida para sucederlo ya se desempeñaba como directora pedagógica de Educación de Gestión Privada. Beatriz Jáuregui pertenece al equipo de la legisladora Viviana Morales Gorleri, la presidenta de la Comisión de Educación, a quien mencionan como la “diputada de Bergoglio”. “Trabajaba en la Vicaría y en los equipos de Esteban”, explicaron en la cartera educativa porteña. En el camino quedó otro candidato, el profesor Pivatto, quien había ocupado el cargo durante la gestión del radical Mario Giannoni en Educación, cuando Enrique Olivera completó el mandato de Fernando de la Rúa.

La Unión de Trabajadores de la Educación (UTE), el gremio de base de Ctera en la comuna porteña, objetó a Pivatto y, sobre todo, la discrecionalidad en el manejo de los subsidios. “Ningún aumento salarial justifica que entre 2008 y 2010 los subsidios para las escuelas privadas hayan pasado de 400 a 800 millones de pesos, mientras el presupuesto en infraestructura bajó de 300 a 145 millones de pesos”, detalló el secretario general del gremio, Eduardo López.

Los subsidios oscilan entre el 40 y el 100 por ciento de la masa salarial docente. Ese es el fin exclusivo del aporte estatal a la enseñanza privada. A mayor subsidio público, menor debe ser el monto de la cuota. En la práctica, el control sobre esa relación es lábil. En 2003, la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) sacó una resolución exigiéndoles a los colegios privados que en el recibo de cuota dejaran constancia del porcentaje de subsidio recibido. La resolución nunca fue ejecutada y terminó siendo derogada ante el silencioso lobby de los purpurados.

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El ministro de Educación, Esteban Bullrich, y el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri.
Imagen: Rafael Yohai
 
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