Martes, 26 de octubre de 2010 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Aritz Recalde *
Repudiamos el asesinato de Mariano Ferreyra y de cualquier argentino, sea cual fuere su causa. Rechazamos el empleo de la violencia como un mecanismo para resolver diferencias políticas, sin distinción de credos o de ideologías. También hay que destacar que el asesinato de un dirigente sindical no puede quedar atado a la especulación electoral.
La Justicia tiene la última palabra sobre quién fue el autor material e intelectual del asesinato. Pese a eso, creemos que es llamativo que se produzca un asesinato a plena luz del día y frente a las cámaras de televisión. Asimismo, creemos extraño que se dispare sobre un dirigente que carece de relevancia política en el entramado sindical y en la acción gremial particular. El dirigente del PO no era afiliado de la Unión Ferroviaria, tema a partir del cual se puede entrever que no se buscó en el blanco político a un adversario de poder real en la Unión Ferroviaria. La mención a un “exceso” de la dirigencia sindical es un argumento que, no por atendible, no deja de llamar la atención. La forma en que se realizó el asesinato se parece más a una acción política y psicológica que a un “exceso”.
Más allá de lo dicho y pese al interrogante que tiene que dilucidar la Justicia, de lo que no quedan dudas es de las operaciones que están realizando los medios de comunicación. Con el asesinato se busca movilizar a la opinión pública contra la CGT y el gobierno nacional. ¿Con qué motivo? Debilitar a la CGT e impedir que continúe unida al gobierno nacional. Si triunfa el Gobierno y se fortalece la CGT, se va a aprobar la ley de participación obrera de las ganancias, se va a sancionar la ley de reforma financiera, se va aplicar la ley de servicios audiovisuales, se van a profundizar las medidas como el subsidio universal por hijo y la entrega de jubilaciones y se va a seguir impidiendo, desde la Unasur, que las derechas y el Pentágono derriben a gobiernos como el de Evo Morales o el de Rafael Correa.
La derecha mediática utiliza la falta de sentido político de la dirigencia de izquierda, que se presta a la especulación electoral sobre la espalda del dirigente asesinado. Los dirigentes del PO y otras fuerzas similares culpan sin prueba y sin argumento sólido alguno de tan agravante acusación a la Juventud Sindical, al gobierno nacional, a la CGT y a Hugo Moyano. Moyano se reunió con los trabajadores reprimidos, a los que les dio el apoyo público de la CGT: eso no importaría en opinión de los medios y de la izquierda, ya que es un “burócrata”. En una central con millones de afiliados, la diversidad de los entramados es inmensa y se dice muy poco bajo la acusación de “burocracia sindical”. Las acusaciones de “burocracia” se generalizan a todo el movimiento obrero, menos a la escasamente representativa dirigencia de izquierda. En esta operación se debilita el movimiento obrero, ya que todos los trabajadores son caratulados como idiotas útiles de una conducción asesina y traidora. En especial, se trata de mostrar que el acto del 15 de octubre fue protagonizado por burócratas y potenciales asesinos.
Pese a lo que dicen por televisión los periodistas, la “burocracia de la CGT” recuperó el poder adquisitivo del salario de sus representados, recobró las paritarias, apoyó la aplicación de un proyecto de país que produjo más de 4,5 millones de empleos y actualmente discute en el Parlamento una ley para otorgar participación en las ganancias a los trabajadores. En la CGT, como en otras instituciones, hay diferentes actores y actitudes. Hay dirigentes mafiosos y honestos, negociadores y luchadores, pragmáticos e idealistas. Frente a esto, la tarea denigratoria que realizan la derecha y la izquierda solamente fortalece a los intereses de las grandes corporaciones.
El embate de la derecha latinoamericana dejó señales en Bolivia, en Honduras, en Ecuador y ya lo ha hecho en nuestro país con la desaparición de Julio López. El mecanismo es la desestabilización mediática y política y la implementación y promoción de hechos de violencia. La derecha argentina asesinó a Ferreyra. Con la campaña mediática, lo que busca es utilizarlo para atacar el movimiento sindical y a los trabajadores argentinos. El muerto se lo tiran al gobierno nacional, a la CGT y al conjunto de los trabajadores que marcharon el 15 de octubre en River, no sólo al PO, a los tercerizados o la izquierda.
Solamente la unidad de las centrales gremiales con el gobierno nacional pueden garantizar que se haga justicia a los culpables materiales e intelectuales del asesinato.
* Sociólogo, editor del blog www.sociologiatercermundo.blogspot.com.
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