Martes, 26 de octubre de 2010 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Jorge Argüello *
El fallido intento de golpe de Estado que soportó, afrontó y superó en Ecuador Rafael Correa pasará a la historia latinoamericana por la valentía con la que el presidente se plantó ante una rebelión violenta que puso en riesgo su propia vida. Pero, sobre todo, por un cambio cualitativo que Latinoamérica experimentó al hacer frente a la crisis ecuatoriana: la decisiva actuación de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), un bautismo tan inesperado como aleccionador hacia el futuro.
Este salto de calidad tiene precedentes que la explican. La región había recorrido una primera parte de ese camino durante los últimos años, cuando la Organización de Estados Americanos (OEA) aprobó su Carta Democrática Interamericana en 2001 y comprometió a todos los gobiernos a promover y a defender la democracia en un marco de respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales. Una ruptura del orden democrático o alteración del orden constitucional en un Estado miembro de la OEA pasó a ser sinónimo de exclusión de las sesiones de la Asamblea General, e incluso de suspensión en el ejercicio de los derechos de la organización. Así se determinó en el caso de Honduras en 2009, con la destitución del presidente Manuel Zelaya.
Luego, transcurrieron cuatro años contados desde la creación de la Conferencia Sudamericana de Naciones en 2004 hasta su transformación en la Unasur, en un marco de procesos políticos ricos e intensos en los que la creciente participación democrática de sectores sociales y de comunidades étnicas históricamente postergadas fortalecieron la conciencia democrática de toda la región desde las bases mismas de la sociedad civil.
En ese contexto, la Unasur nació para profundizar los compromisos postulados por la OEA y dar una vuelta de tuerca a la acción política de la región como un todo.
El pasado ya escrito nos deja sólo un ejercicio de ucronía: imaginar cuáles habrían sido las vidas de los pueblos de América latina durante las convulsionadas décadas anteriores si consensos como los actuales hubiesen sido posibles.
Si algo se valora en política internacional es saber cuándo actuar: timing y oportunidad para prevenir crisis o conflictos. Bástenos recordar lo acontecido en Ruanda o Kosovo para medir las consecuencias de una actuación tardía o diletante.
Así, el hecho consumado de Honduras dejo una lección que fue aprendida y, este año, la joven Unasur logró encaminar la crisis entre Colombia y Venezuela, con una actuación oportuna y decisiva. En el pasado habría sido un típico caso de intervención posible del Consejo de Seguridad de la ONU.
Semanas atrás, en el intento de golpe de Ecuador, la Unasur hizo valer ese valor agregado propio, que ahora potencia las opciones que ofrece la OEA. La firmeza con la que los jefes de Estado acudieron a Buenos Aires en cuestión de horas a respaldar con hechos concretos la autoridad democrática de Correa mostró una concentración de energía, en plazos nunca vistos e imposible de ignorar por los actores de la crisis. Que los presidentes de Colombia y Venezuela, precisamente, se unieran en Buenos Aires recién relanzadas sus relaciones bilaterales a través de la Unasur fue todo un símbolo de potencia política. La fuerza política de la Declaración de Buenos Aires mostró ese salto de calidad en la reacción regional, cuando los presidentes rechazaron cualquier intento de golpe a un “poder civil legítimamente elegido”, sin importar el atuendo institucional con el que pueda ser vestido, como ocurrió en Honduras.
La amenaza concreta –si Correa era desplazado por el golpe– del cierre de fronteras, de suspensión del comercio, del tráfico aéreo, servicios y otros suministros anunciado por la Unasur en su Declaración desde Argentina, traducen en la práctica ese salto político en defensa de las democracias de la región, considerando la alternativa disponible hasta ahora de una simple suspensión del país como miembro de la OEA.
Para la IV Cumbre de Jefas y Jefes de Estado de la Unasur prevista para noviembre en Guyana, los presidentes acordaron incorporar al tratado de la Unión una Cláusula Democrática que deje establecida, como norma, la respuesta que recibieron los golpistas de Ecuador. Más que declaraciones, la región trazará una raya definitiva, con su nueva herramienta, la Unasur, lista para un nuevo salto hacia la calidad de la democracia y la defensa irrestricta de los derechos humanos.
* Embajador. Representante permanente de Argentina ante la ONU.
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