Martes, 23 de noviembre de 2010 | Hoy
EL PAíS › HOY COMIENZAN LOS ALEGATOS EN EL PROCESO A VIDELA Y MENéNDEZ EN CóRDOBA
El juicio por delitos de lesa humanidad con mayor cantidad de imputados en el país entra en su tramo final. Las querellas y la fiscalía pedirán las penas más altas. Las pruebas y los testimonios recolectados. La complicidad de la Justicia y la Iglesia. La violencia sexual.
Por Martín Notarfrancesco
“La responsabilidad no se delega, se asume. El cabo no es culpable de todo... Hago responsable al Ejército por haberme arruinado la vida.” Con estas palabras, el ex cabo Miguel Angel Pérez rompió el pacto de sangre y silencio que Luciano Menéndez impuso en el Tercer Cuerpo de Ejército. Confesó haber rematado a Raúl “Paco” Bauducco, uno de los presos políticos alojados en el Pabellón 6 de la Unidad Penitenciaria 1 (UP1). El 5 de julio de 1976 sacaron a más de cien “detenidos subversivos” al patio. Desnudos, contra la pared, manos en alto y piernas abiertas, recibían los golpes. Era una de las típicas requisas, comandada por el teniente Enrique Pedro Mones Ruiz. Bauducco no aguantó más y cayó sobre las rodillas. El cabo lo exhortó a levantarse. Paco no reaccionaba. “Levantate o te mato.” Paco murió con un disparo en el pómulo. Humberto Vera estaba parado al lado y, en su declaración, recordó el humo saliendo entre los pelos de Bauducco.
La etapa de recolección de pruebas concluyó el jueves pasado. El juicio lleva cinco meses de audiencias, por las que desfilaron 110 testigos. El fusilamiento sistemático de 31 presos políticos entre abril y octubre de 1976 fue reconstruido con numerosas pruebas. El dictador Jorge Rafael Videla volvió al banquillo luego del Juicio a las Juntas de 1985. En esta oportunidad eligió una defensa distinta y habló. Fue el 16 de septiembre. Para cerrar su alocución leyó un párrafo de Nicolás Rodríguez Peña, uno de los próceres de 1810: “Que fuimos crueles, vaya con el cargo. Mientras tanto, ahí tienen ustedes una patria que no está en el compromiso de serlo. La salvamos como creíamos que debíamos hacerlo. ¿Hubo otros medios? Nosotros no los tuvimos, ni creíamos que con otros medios fuéramos capaces de hacer lo que hicimos. Arrójennos la culpa al rostro y gocen de los resultados, nosotros seremos los verdugos, sean ustedes hombres libres”. Con esa intervención, el dictador intentó reinstalar la vieja mentira de que el terrorismo de Estado fue una guerra. Pero también dijo que existe un solo Ejército, que va de los San Martín a los Videla, y que los juicios por los delitos de lesa humanidad cometidos son una campaña de desprestigio al uniforme verde.
Uno de los momentos más impactantes de las audiencias se registró con el testimonio de algunas ex detenidas. La maestra Soledad García pasó cuatro años y medio en prisión sin causa alguna en su contra. Antes de terminar su declaración, se dio vuelta y miró de frente a Videla para decirle que los desaparecidos sí que existieron y ya no están, los mataron. Ante una sala atónita y un Videla desencajado le pidió que diga dónde están. Entre ellos su compañero, Eduardo Requena.
A los diez días de la muerte de Bauducco, otro asesinato estremeció al penal. El teniente Alsina descubrió a René “Cacho” Moukarzel con un paquete de sal y decidió matarlo. Pero antes todos tenían que sufrir. Fue el día más frío del año. Alsina estaqueó a Moukarzel en el patio de mujeres y lo dejó hasta entrada la noche. Abrió las ventanas para que desde las celdas sus compañeras lo vieran agonizar. Cada tanto ordenaba que le tiraran un baldazo de agua. A pesar de los tremendos tormentos no logró que Cacho gritara “¡viva el Ejército!”.
“Qué triste que es la historia para un verdugo cuando la víctima no se rinde. Ese ejemplo, esa entereza, nos fortaleció”, recordó Gloria Di Rienzo, que escuchó los gritos de Moukarzel desde el Pabellón 14. Graciela Galarraga vio toda la secuencia. Reconoció que cuando quedó sola en su celda de 3 metros por 1 le pegaba cabezazos a la pared. Necesitaba borrar lo que había visto.
Una de las jornadas más calientes se vivió el 22 de septiembre, cuando declaró vía teleconferencia desde Londres el sobreviviente Carlos Raimundo “Charlie” Moore, que estuvo seis años cautivo en el Departamento de Informaciones de la Policía de Córdoba (D2). Allí nadie sobrevivía más de tres semanas. Se fugó en 1980 y cruzó a Brasil. Antes de partir hacia Inglaterra pidió una máquina de escribir y redactó de un tirón un testimonio de 70 páginas. Ahora, frente a una computadora en el consulado argentino de Londres, reconoció a casi todos los imputados policías. Detalló operativos y el funcionamiento que conoció en su cautiverio. Su testimonio es la clave que permitirá la condena de varios represores. Moore vivió en el corazón de la bestia, sintetizó Miguel Robles, un policía cuyo padre, también policía, fue asesinado por la D2. A Miguel siempre le dijeron que habían sido los Montoneros. A fines de 2009 fue a Inglaterra y Moore le contó la verdad. La búsqueda es el título que Miguel eligió para el libro que escribió tras aquel encuentro. La presidenta Cristina Fernández comentó por Twitter lo impactada que quedó al leerlo.
Una de las particularidades del juicio es el entramado de complicidades que revela. Las víctimas eran militantes políticos apresados antes del golpe. Por eso recalaron en la cárcel y no en centros clandestinos. La eliminación física requería algún artilugio, ya que el Estado reconocía tener detenidas a estas personas. La Justicia federal fue la encargada. Las indagatorias se realizaban dentro de la cárcel y en presencia de los militares. Los jueces federales Adolfo Zamboni Ledesma y Miguel Angel Puga se encargaron de firmar las órdenes para que policías o militares retiraran a los presos. Una vez afuera, los asesinaban. El operativo culminaba con un comunicado del III Cuerpo diciendo que los subversivos se habían querido fugar y habían muerto en el intento. A partir del golpe, los presos políticos no pudieron contar más con un abogado personal. La Justicia les asignó defensores oficiales. Eduardo Luis Molina es muy recordado: el letrado se caracterizaba por pedir favores sexuales a cambio de una prometida defensa. “Vos no querés hablar y además no te querés sacar la bombachita, así no vas a salir más”, le dijo a María Teresa Sánchez.
La cúpula de la Iglesia Católica aportó lo suyo. Los capellanes Eduardo Mackinnon y Sabas Gallardo fueron enviados por el cardenal Raúl Primatesta para tranquilizar a los presos. Cuando llegaron, Fermín Rivera percibió una luz de esperanza y les contó todo lo que estaba pasando dentro del penal. Su ilusión terminó cuando le dijeron que hasta tres días de tortura no constituían pecado.
Un elemento novedoso en el proceso fue la comprensión de las vejaciones sexuales como crímenes políticos. Hasta el momento son pocas las víctimas, mujeres u hombres, que traspasan esta frontera. Muchas veces no se trata de una realidad negada, sino que ante el sinfín de métodos de torturas padecidos, la violencia sexual no se percibe como un delito. María del Rosario Miguel Muñoz tiene 60 años, es psicóloga, vive en Francia y le dicen “Charo”. Se exilió apenas pudo salir de la cárcel, en 1978. Volvió para declarar en este juicio. Con su español afrancesado contó detalles de su calvario. El fiscal Carlos Gonella le preguntó si estaba dispuesta a denunciar los abusos sexuales. Al ser de instancia privada, requieren la voluntad de la víctima. Muñoz no dudó en responder y al otro día se presentó ante el Juzgado de Instrucción.
Por aquellos días alguien recordó una inspección realizada en la cárcel cuando la causa estaba en plena investigación. En una de las puertas de chapa de las celdas que ocuparon las mujeres había un mensaje: “Será maldito para siempre el gendarme que aquí me violó”. La mayor claridad al respecto la aportó la última testigo, Doris Caffieri, viuda de Bauducco, que también estuvo detenida en la UP1 y viajó desde España para declarar.
“En los procedimientos siempre nos desnudaban. Era una morbosidad. Que nos hagan desnudar es una violación. Me metieron la mano en la vagina antes de parir. Yo lo considero una violación. No hace falta que te pongan un pene. Sí, he sido violada muchas veces.”
Desde hoy las querellas formularán sus conclusiones y pedirán las penas. Seguirán la fiscalía y, por último, las defensas. A mediados de diciembre el tribunal pretende dar lectura al veredicto. El abogado de Hijos y Familiares, querellante en este juicio, Claudio Orosz, confió que para Videla, Menéndez y toda la cadena de mandos militares pedirán la máximo pena. En el mismo sentido se pronunció Carlos Gonella desde la fiscalía, aferrado a las contundentes pruebas reunidas.
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