EL PAíS › RUCKAUF SE ALINEA CON EE.UU. PARA BLOQUEAR UNA DISCUSION
Bombardear ciudades es derecho y humano
El canciller argentino habla de situación humanitaria, agua y alimentos pero vota contra la simple posibilidad de que la Comisión de Derechos Humanos discuta si en la guerra de Irak se están cometiendo crímenes contra la humanidad. Lo alineó Jeanne Kirkpatrick, un monumento a los halcones.
Por Martín Granovsky
El canciller Carlos Ruckauf no cree que bombardear una ciudad sea un crimen contra la humanidad, pero ni siquiera está dispuesto a poner el tema bajo análisis. Así se desprende de las instrucciones que impartió para votar en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas: de ninguna manera, dijo, la Argentina debía estar a favor de una sesión especial para discutir si en la guerra de Irak hay violación de los derechos humanos. Y la Argentina votó en contra, al revés de Brasil.
Hasta ahora, el gobierno argentino participó en un debate de forma. El jueves, en Ginebra, la Comisión de Derechos Humanos no trató la calidad de la violación de los derechos humanos ni su existencia o inexistencia sino sólo la chance de dedicarle una sesión al problema. Pero la delegación de Estados Unidos trabajó con ardor hasta conseguir una votación negativa y ahora no habrá ningún encuentro. Por parte de Washington el papel decisivo corrió por cuenta de Jeanne Kirkpatrick, a quien los argentinos conocen a través de dos caras:
u Fue la principal teórica neoconservadora sobre que las dictaduras latinoamericanas no eran más que formas de autoritarismo menos dañinas que el endiablado totalitarismo marxista.
u Durante las Malvinas dio luz verde a los generales haciéndoles creer que ella era parte de una línea negociadora opuesta a los que, frente a la guerra, no dudaron en apoyar al socio británico con logística e inteligencia.
Brasil votó a favor de instalar un debate sobre los derechos humanos en la guerra de Irak. Esa movida de Luiz Inácio Lula da Silva es toda una novedad, porque lo habitual es que Itamaraty se abstenga y evite las definiciones mayores que supone un voto abierto a favor o en contra de algo. Venezuela acompañó a Brasil junto con otros 18 países, entre ellos Siria, Cuba, Rusia y China.
Otro brasileño, Sergio Vieira de Mello, alto comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, llamó a evitar el lanzamiento de misiles de largo alcance sobre sitios con alta densidad de población.
Francia y Alemania siguieron a Estados Unidos, en un voto que llegó a los 25 representantes e incluyó a naciones como Uruguay y México. Fueron detrás de Washington aunque no coinciden con esta guerra. Diplomáticos consultados por Página/12 explicaron que el eje opositor europeo trató de esquivar otro debate abierto con la Casa Blanca.
El delegado chileno se abstuvo y de inmediato fue llamado a Santiago por el presidente Ricardo Lagos, que al parecer había dado orden de votar en contra de la resolución que habilitaba el debate.
El representante indio dijo directamente que la intervención norteamericana en Irak “carece de justificación”.
El delegado de Costa Rica fue la voz de Estados Unidos. Dijo que el peligro es que el debate “vaya más allá de la cuestión de los derechos humanos”.
Kirkpatrick se limitó a consignar que su país tratará de atender al costado humanitario de la guerra.
En esa línea se encolumnó Ruckauf cuando dijo que mientras los países discuten cosas abstractas, la población iraquí sufre penurias cada vez mayores de suministro de agua y comida y ve cómo empeoran las condiciones de salubridad.
El ministro argentino se convirtió en repetidor de un argumento que puede sintetizarse de este modo: para qué ocuparnos de temas abstractos cuando está en juego la vida concreta de la gente.
En realidad, es una falacia que consiste en imaginar al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas como una gran Cruz Roja y a cada uno de los países como socorristas o Cascos Blancos.
Los problemas humanitarios, hasta ahora, se plantearon en dos terrenos. Por un lado el Derecho Humanitario, que obliga a tratar bien a los prisioneros de guerra. El principio tradicional es que un soldado detenido y desarmado pasa a ser un civil, y en la guerra los civiles deben quedar a resguardo de los daños que se propinan los bandos en pugna. Por supuesto, los soldados no pueden ser humillados, como hicieron tanto Irak como Estados Unidos, y menos aún asesinados. Si morir en batalla no hace punible al matador, matar una vez que se consumó la rendición o el arresto es homicidio.
Por otro lado aparecieron los temas típicos del trato humanitario a la población civil. La situación en el puerto de Basora está definida como una catástrofe humanitaria no tanto por la falta de alimentos sino por la escasez de agua que el hacinamiento y el sitio militar agravan hora a hora. A medida que la guerra avance, como el principal objetivo estadounidense es la toma de las grandes ciudades, los problemas de subsistencia para la población civil serán más y más agudos.
El subterfugio de Ruckauf, bien a tono con el de Kirkpatrick, no consiste en su preocupación humanitaria sino en su despreocupación por los derechos humanos. Es como si buscara quitar trascendencia a los crímenes de la guerra.
En el Derecho Internacional –incluso anterior a las Convenciones de Ginebra– bombardear una ciudad fue siempre un crimen. Desde 1945, el bombardeo de civiles es sin vueltas un crimen contra la humanidad. En esa categoría entran los ataques contra Bagdad, donde el error de lo quirúrgico se toca con lo indiscriminado. Sin duda fueron un crimen contra la humanidad los bombardeos sobre los dos mercados, y lo mismo el misil disparado por los iraquíes contra un centro comercial de Kuwait city.
“Una de las cosas que sorprende es que en los análisis no está presente una eventual ampliación del conflicto”, dijo a Página/12 Leandro Despouy, que presidió la Comisión de Derechos Humanos y hoy es auditor general de la Nación. Despouy dijo que prefiere concentrarse en su nueva tarea pero no quiso dejar de llamar la atención en general. “Se trata de una zona sumamente conflictiva y el comportamiento de algunos Estados despertará la ira de otros, lo cual acentúa los riesgos”, dijo. “Van a quedar heridas que un sistema internacional tan debilitado demorará mucho tiempo en cicatrizar y sanar. El conflicto prenuncia cambios que ya aparecen en el conflicto mismo.”
La apelación de Ruckauf al Consejo de Seguridad tiene otro costado paradójico. Un veterano diplomático argentino, Lucio García del Solar, que fue embajador en Naciones Unidas, señaló a este diario su extrañeza ante el hecho de que ningún país pidiera su convocatoria, y tampoco el propio secretario general, Kofi Annan. Ningún país quiere decir ninguno. Ni Francia, ni Alemania, ni Irak, y menos la Argentina. Más allá de cómo vote luego cada uno, y de que Estados Unidos, Francia, China, el Reino Unido o Rusia usen su poder de veto, que el Consejo ni pueda ser llamado a sesión indica el nivel de enfrentamiento planetario que desató la guerra imperial resuelta por George W. Bush.
En el caso del canciller argentino es difícil pensar en una posición ingenua. Sus gritos humanitarios le aseguran un costado propagandístico noble, y a la vez le sirven para sortear cualquier costo político mayor ante Estados Unidos. Plantear una discusión sobre derechos humanos equivaldría a anotarse una deuda en la cuenta de la administración Bush, cosa que el ex gobernador del meta bala no quiere profundizar.