ESPECTáCULOS › IVAN NOBLE DEBUTO COMO SOLISTA CON “PREGUNTAS EQUIVOCADAS”
“El rock es una maquinaria comercial”
El ex cantante de Los Caballeros de la Quema está empezando a foguearse en público con un disco en el que ahonda en las sensaciones de un rocker que pasó la barrera de los 30. Sobre eso, su faceta de actor, el final de su banda y los prejuicios que los músicos alimentan, habla en esta entrevista.
Por Cristian Vitale
Desde que se editó Fulanos de nadie, último disco de Los Caballeros de la Quema, o tal vez antes, a Iván Noble le ocurrieron contradicciones relacionadas con su faceta de actor en televisión, situaciones algo diferentes al perfil que en los ‘90 se ganó la admiración de la generación del “rock barrial” a fuerza de canciones de amores y derrotas. “A los 30 la vida se transforma en un flipper: aparecés en lugares que no imaginabas, saludás gente cuya existencia no sospechabas y entendés que las decisiones a tomar son más complicadas que a los 18”, confiesa a Página/12 en un bar de Palermo Viejo. Noble no sólo está pensando en voz alta sobre su vida después de los 30; también está explicando “la adultez” que impregna a las historias cantadas de su primer disco solista Preguntas equivocadas.
“Tengo que lucharla como esos futbolistas que quedan libres y van a entrenar con San Telmo”, admite ante su ópera prima. Preguntas... fue presentado en una función íntima el jueves por la noche en La Trastienda, y en el mes que comienza lo rodará por varias provincias. “No sé qué va a pasar, pero estoy preparado para ser un solista under. No tengo un cheque en blanco. La historia reciente de los solistas así lo demuestra: Cerati no toca en River, Vicentico tampoco. Veré cuánto me la banco a nivel codicia y ego. Ojalá no me aburguese la ambición.” El CD, editado por BMG, tiene 13 canciones. La mayoría alcanza el tono confesional que Noble muestra desde La paciencia de la araña (1998), aunque con mayores dosis de subjetividad. “El título se originó mientras miraba una escena de Humphrey Bogart en la que la heroína le tira un cenicero y el tipo, antes de cerrar la puerta, dice ‘debo estar haciendo las preguntas equivocadas’. Entendí que lo que me estaba pasando era que me pegaba el primer viejazo, un viejazo que trato de llevar con toda la elegancia posible.”
–¿Le duele envejecer?
–No. Ya me asumí como mortal. Las preguntas que se hace uno a los 20 no son tan importantes, pero después de los 30 uno ve que todo es más finito de lo que creía. Empezás a hacerte las preguntas que se viene haciendo el hombre hace miles de años, preguntas que cada vez tienen menos respuestas. No quiero hacer de esto un edificio filosófico. Prefiero disfrutar el momento descorchando un vinito con amigos y viendo la vida pasar.
–Lo que el disco parece transmitir se nota mucho en canciones como “Preguntas...” o en “Malas compañías”, de y con Serrat. Son como miradas hacia adentro...
–Ocurre que en la banda, pese a que yo me encargaba de escribir las letras, había un encuadre de situación grupal. En cambio, las canciones en primera persona le caen muy bien a los discos solistas, pese a que ciertas confesiones sean mentirosas o pretenciosas. O que escribas no de lo que sos sino de lo que te hubiese gustado ser, o lo que nunca pudiste ser.
Noble observa su trabajo como un intento por entrar a la “torre de la canción” en la que moran Spinetta, García y Páez. “Ellos hicieron mucho, sus discos tienen una voz propia. Yo recién empiezo”, admite. En lo musical, reconoce concesiones “electrónicas” que jamás hubiese pensado. “Es un disco distinto a Caballeros por la utilización de elementos electrónicos. Pero están las canciones. Y en este sentido es pariente de los últimos Caballeros... sólo que las canciones visten otras pilchas”.
–La incorporación de loops, scratchings, ruiditos...
–Durante tiempo subestimé la música electrónica sin conocerla, lo que le pasa a mi abuelo cuando mira MTV y grita “el rock es una porquería”. En principio tiene razón porque el primer contacto con el rock a través de MTV es el de tipos gritando y mirando las cámaras en contrapicada. Y a mí me pasaba eso, pero en otro plano... las veces que me dio curiosidad por la electrónica fui a lugares equivocados, a Pachá o El Divino, y pensaba “esta música es un gran negocio para el agua mineral”. Después entendí que así como el rock y el tango tienen sus géneros, también esa música los tiene, porque algunos músicos usan los aparatos en función de la canción.
–¿Cómo imagina que recibirán el disco los seguidores de Los Caballeros?
–Me lo pregunto y no tengo respuestas. Hay un termómetro que es la calle, pibes que preguntan. Tengo en claro que cuando una banda de muchos años se separa, con el rito que unía a Caballeros con sus fans, muchos pueden estar defraudados. Dependerá de cuán lejos puedan poner ese dolor.
–¿Especuló con el tiempo de edición para que esas “heridas” cierren?
–No, pero me vino bien. Tardé porque no tenía canciones para grabar el disco. Salir a tocar a los dos meses de la separación con diez canciones de Caballeros y tres nuevas hubiese sido un curro, una forma de hacerme el otario con el duelo que tenía que hacer, en lo personal y en lo artístico.
–¿Cómo explicaría las razones que llevaron a Los Caballeros a separarse?
–Me sorprende que a la gente le sorprenda que las bandas se separen. Incluso me parece raro que haya bandas que sigan tocando. Puede haber muchas versiones... la mía es que me sentía simplemente desapasionado. No fue por culpa del baterista o algo así. Más bien el culpable fui yo, que perdí la magia en algún lugar. Tampoco es fácil ponerse de acuerdo 10 años, aunque haya bandas que siguen adelante porque está el kiosco armado.
–Como The Rolling Stones, por dar un ejemplo obvio.
–Las bandas de afuera se juntan una vez por año y si se detestan se va cada uno a su mansión. No hay más explicaciones... me aburría. Cuando me decían “nos vamos el fin de semana a Comodoro Rivadavia” sentía lo mismo que cuando me mandaban a inglés. Tal vez sea un delirio que lo que te apasionó tanto tiempo se convierta en un laburo rutinario, pero fue así: no hubo trompadas, ni gente que se haya acostado con la novia del otro.
–¿Cómo es la relación con sus ex compañeros?
–Carlitos Arín, el saxofonista, toca en el disco. A Pato y Pablo, guitarrista y bajista, me los crucé un par de veces. A Martín y al baterista Javier (Cavo) no los vi más, porque fue una separación civilizada pero quedaron dolores. En cualquier banda hay batalla de egos, proyectos que se cruzan, etcétera.
–Hay un Iván Noble que le desea cáncer en los huevos a Videla y Massera, o liderando un grupo ligado al rock and roll. Hay otro que actúa en TV y sale en revistas de la farándula. ¿Cómo maneja esas dos facetas?
–Iván Noble no es ni tan inmaculado, ni tan combativo, ni tan mediático, ni tan farandulero. Ocurre que a los 18 años las cosas no tienen mucho espesor: o sos del palo o no sos del palo. Entiendo esa visión porque yo la tuve. Pero si tengo que hacer una autocrítica es que durante un tiempo me comió el personaje. Y eso es complicado porque uno no aprende a ser conocido... como decía Lou Reed, más bien crecés en público. De un día para el otro salís en las revistas y nadie te dice cómo tenés que comportarte o a quién tenés que darle notas y a quién no.
–¿Infiere que otros lo hacen dentro del rock?
–Nunca hice clientelismo con mis fans. Pero muchos impolutos del rock resignan cosas y dicen lo que los demás esperan. Uno de los últimos gestos de Caballeros fue participar de un disco homenaje a Soda Stereo. En nuestros shows la gente cantaba “que se muera Cerati”, pero lo hicimos porque se nos daba la gana. Y sé que varias bandas no fueron porque su gente los mataría. ¿Qué cosa es el rock sino hacer lo que querés, lo que te da la gana? Cuando dije que ya no me apasionaba Caballeros, muchos se enojaron. ¿Qué quieren, que mienta? Muchos de sus héroes tampoco disfrutan tocar en sus bandas. Hay una liturgia de cierta parte del rock que necesita de la fe y apela a un clientelismo que termina en que tenés que dejar tu auto a diez cuadras de Obras. Yo me mordí la cola más de una vez, pero cuando me siento a componer una canción me siento conmigo.
–¿La separación entre la obra y el artista?
–Puede pasar que sea un imbécil, pero me ocupo de que eso no les ocurra a mis canciones. No soy el Che Guevara ni el padre Farinello. Soy un tipo que hace canciones. Hay que humanizar el rock, sino parece que es la reserva moral y estética de la cultura. Hay bandas que van a tocar a recitales auspiciados por una cerveza y después piden disculpas. Sinceremos el asunto, son las cerveceras las que pagan el cachet.
–¿Qué hacer entonces?
–Lo que hacen La Renga o Los Redondos, no ir. El rock es una maquinaria comercial, y la guitarra que usás es Gibson. Y a mí nadie me asegura que Jorge Gibson es mejor tipo que Juan Brahma. No hinchemos las pelotas. Podemos discutir sobre la farandulización o no del rock, pero hagámoslo con herramientas serias y terminemos con ese marxismo de solapa.