EL PAíS
Las encuestas entre el oráculo y la manipulación
A un mes escaso de los comicios, lo único certero es la atomización del electorado. Las cinco primeras fórmulas presidenciales se reparten porciones que aglutinan el 80 por ciento de los votos. Las encuestas ¿sirven para mostrar lo que pasa? o ¿sólo sirven para intentar manejar la elección? Fortunato Mallimaci, Horacio González, Federico Schuster y Ernesto López polemizan sobre la utilidad de este instrumento.
POR FORTUNATO MALLIMACI*.
Una fotografía, no una película
La encuesta es un instrumento que no da cuenta de las múltiples opciones que tiene la gente a la hora de elegir. Es una fotografía y no una película. Por empezar, los casilleros ya condicionan las respuestas.
Por lo general, las encuestas nos brindan los núcleos duros, es decir la gente que pertenece a tal o cual cultura política. El tema es que ese núcleo se ha reducido y hoy hay poca gente que tenga una identidad política fija y muy fuerte. Pero, por otro lado, las encuestas actuales también nos están mostrando que las mentalidades no cambian tan rápido y que para cambiar tiene que haber algo lo suficientemente fuerte que brinde tal seguridad como para decidir ese cambio.
Las encuestas tratan de explicar. Pero lo que hace falta hoy es comprender lo que está ocurriendo en la sociedad. La mayoría de los encuestadores responde a quien les paga las encuestas. Por eso, hay que hacer como en Francia, controlarlos más, imponerles un número mínimo de encuestados, prohibir que se hagan públicas durante las semanas anteriores a las elecciones porque condicionan la opinión. No hacen a la opinión, la opinión publicada no es la opinión pública. Pero ocurre que la idea de candidatos ganadores va arrastrando a los indecisos que quieren ganar, que quieren votar a quien ganará.
Acerca de la cantidad de votos que, las encuestas dicen, suman los tres candidatos del justicialismo, es interesante analizar el porqué. Creo que los extrapartidarios vendrán, sobre todo, del voto desencantado de la Alianza que seguramente irán hacia Kirchner y Rodríguez Saá. Además, en momentos de mucha inestabilidad, como la actual, los que menos tienen, los más pobres que llegan a un 60 por ciento de la sociedad, buscan que les den certezas y seguridades. Y confían en que esa salida se las puede dar quien demuestre tener poder para lograrlo. Menem, el justicialismo, no Moreau.
*Ex decano de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
FEDERICO SCHUSTER *.
Prudencia
No desconfío de las encuestas en sí mismas. Creo que hay que tomarlas con prudencia. Son una herramienta metodológica que pueden brindar ciertos datos y otros no, pero que deben considerarse. Seguramente tienen límites y a veces se quiere sacar de ellas más de lo que las encuestas dicen, pero si están bien hechas no hay por qué sospechar de ellas. Hay que ver siempre quién las hace. Algunas puede ser que estén bien hechas pero que escondan algunos datos que quizás perjudican a su cliente, pero no son todas así.
Que los tres candidatos del justicialismo reúnan más del 60 por ciento de los votantes no es imposible. Actualmente existe un gran descrédito en el radicalismo y un Frepaso que ha desaparecido. Mucha gente, al no quedar otra alternativa fuerte, eligen votar a uno de los tres del PJ.
Sobre lo que dicen las encuestas de que el voto bronca va a disminuir, no se puede saber hasta las elecciones. Puede ser que no se perciba eso en la calle y parezca que se mantendrá al mismo nivel que en los últimos tiempos, pero a la hora de votar quizás lo hagan por algún candidato. No puede asegurarse lo contrario ahora.
Creo que puede ser que algunos números estén dando raro, pero me parece que se debe más a que ésta será una votación rara, distinta y muy fragmentada. Sospechar de todo es tan reaccionario como el otro extremo.
*Decano de Ciencias Sociales de la UBA.
POR HORACIO GONZALEZ *.
Una lúcida sospecha
Es conocido el hecho de que las encuestas tienen el motivo implícito de generar la misma opinión que dicen haber estudiado. Su supuesta ciencia queda invalidada en el mismo momento en que sus resultados se hacen públicos, pues buscan forzar la realidad para que se parezca a ellas. Sus categorías no surgen de lo que la realidad significa, sino de lo que desean que la realidad signifique a través de ellas. ¿No sirven entonces para nada? Al contrario, son uno de los más eximios lugares en los que se percibe la lucha entre las corrientes políticas que diseñan su publicidad en términos de “información estratégica” y “contrainformación”.
Esa lucha suele terminar haciendo que la realidad se asemeje a sus conclusiones apriorísticas, porque también la red encuestológica emana de gabinetes que respiran, intuyen y actúan la política real, tal como ella es.
Son herederas pseudo-rigurosas de las artes de la adivinación y de la consulta oracular. Por eso revisten importancia, pero no es la importancia que ellas se adjudican. Es una pena que en gran medida hayan intentado y logrado –nunca plenamente– suprimir el hondo llamado a lo impensado de la acción política. Forma artera del sentido común, las encuestas dicen desarrollar métodos “motivacionales” o técnicas para detectar “impulsos ocultos”, pero en verdad son ellas las que mantienen la motivación enmascarada de querer dictarnos lo que tenemos que hacer.
Sin embargo, la verdadera política, el verdadero voto, la verdadera ciudadanía, solo comienza cuando comienza la lúcida sospecha sobre las encuestas. Votamos de verdad cuando votamos también contra ellas, aunque los resultados, como muchas veces ocurre, estén pegados a la piel untuosa de las encuestas.
*Sociólogo, profesor titular UBA.
POR ERNESTO LOPEZ *.
Cerca de lo que está pasando
Me parece que las encuestas están coincidiendo bastante. Creo que esta vez no están muy lejos de lo que está pasand o en la sociedad.
Sobre el interrogante que se abre con la suma de los tres candidatos del PJ, que es superior a la suma histórica al alcanzar supuestamente el 60 por ciento de intención de voto entre los tres candidatos, me parece que en política nunca dos más dos da cuatro. En este caso vale la inversa. No me parece tan raro.
Tampoco me parece que haya voto oculto a Menem, hay apenas algunos votos vergonzantes en los niveles sociales más altos, que en público dicen que no lo votarán pero que en el cuarto oscuro sí lo harán. Pero son muy pocos y no creo que influyan.
Me parece un poco raro que Kirchner, que va primero tan sólo en Buenos Aires y en el sur del país, pero va tercero en Capital y en los distritos grandes como Córdoba, Santa Fe o Mendoza, sin embargo vaya ganando la nacional. Creo que quizás esto se deba a que tiene una buena performance en los distritos más dinámicos aunque no vaya primero. No creo que sea un engaño de la encuesta.
En cuanto a la posibilidad de que Menem puede ganar la primera vuelta pero no el ballottage, pienso que puede ocurrir ya que existe un 50 por ciento de gente en contra de Menem que en primera vuelta estará dividida en distintos partidos pero que en el ballottage votará en contra de él.
Mi sensación sobre el voto bronca es que disminuirá, como dicen las encuestas, ya que ahora hay más bien apatía, desánimo, a un mes de las elecciones. De la bronca se pasó al fastidio que provocará la dispersión del voto, más que el voto bronca.
* Sociólogo, profesor titular de la Universidad de Quilmes.