Jueves, 5 de abril de 2012 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Rodolfo Mattarollo *
Cuántas veces habrá dicho Eduardo Luis, después de dictaduras, exilios e indultos, ante la inesperada política de derechos humanos de Néstor Kirchner, que en el caso de nuestra generación se estaba dando eso que es tan difícil, tan infrecuente, ese a la vez privilegio y desafío de “tener una segunda oportunidad en la vida”.
Quien esto decía era un emblemático abogado de los años ’70 –esa década cuyas claves secretas había que buscarlas, insistía, en la profunda renovación del pensamiento político argentino operada en los años ’60–. Era al mismo tiempo un historiador, que en la elaboración de innumerables ensayos con Rodolfo Ortega Peña, si bien mostraba las limitaciones de la izquierda tradicional para comprender la “cuestión nacional”, buscaba la síntesis del enfoque nacional y popular y la perspectiva clasista en nuestra breve y cruel historia.
El secretario de Derechos Humanos del gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que nos ha dejado en la mañana del 3 de abril, fue artífice de esa noción de “terrorismo de Estado”, hoy objeto de un vasto consenso, según la cual la pedagogía del terror como método reorganizador de la sociedad y del Estado caracterizaba una dictadura cívico-militar de nuevo tipo establecida a partir del 24 de marzo de 1976. Como ocurría con Rodolfo Ortega Peña, podría decirse de Eduardo Luis que militar y trabajar con él era una fiesta. Cómo olvidar su falta de solemnidad, su irreverencia, su sentido del humor, su agudeza incomparable.
Su obra diversa se inscribe en la tradición no de los raros sino en la gran corriente de los revolucionarios de Argentina y de América latina. Para los que hemos trabajado con él desde hace cuarenta años, para los lectores de su último libro, titulado con síntesis casi latina Contra Mitre, los que sabemos hasta qué punto fue fiel al lema que tantas veces repetía –a los astros por el camino áspero (ad astra per aspera)–, tal vez encontremos una forma de expresarnos, pocas horas después de su partida, con los acentos deliberadamente neoclásicos de ese poeta que amó, porque veía su poesía triunfar sobre sus concepciones políticas, Jorge Luis Borges, quien, en el poema de homenaje a Alfonso Reyes decía –lo estoy citando de memoria desde Haití–: La providencia nos dio a algunos el sector o el arco, pero a ti la total circunferencia... al impar tributemos y al diverso, las palmas y el clamor de la victoria, no profanen mis lágrimas el verso, que nuestro amor inscribe a su memoria.
* Embajador; representante especial de la Secretaría Técnica de Unasur en Haití.
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