EL PAíS
Menem y Romero cerraron en una cancha inesperadamente despoblada
La concurrencia defraudó a los organizadores. Menem pegó duró a sus rivales, se autoelogió sin límites y habló de su próximo vástago.
Por Fernando Cibeira
“Ese niño”, se refirió anoche el ex presidente Carlos Menem al embarazo de su “querida y amada” Cecilia Bolocco, “va a venir con el pan bajo el brazo, pero también con la banda presidencial”. Menem cerró su campaña electoral en la cancha de River que lució sus tribunas despobladas. El ex presidente aseguró que volvía para “apagar el incendio como en 1989”, anunció un plan de obras públicas, la continuidad del Plan para Jefas y Jefes de Hogar y mucha mano dura para “poner a los delincuentes en caja”. “¿Pero qué clase de modelo productivo es éste, que ha dejado millones de desocupados e indigentes?”, lanzó contra el Gobierno.
No sólo atacó el modelo productivo que esgrimen como estandarte los oficialistas Kirchner-Scioli. “No nos olvidemos que dentro de los candidatos tenemos uno que se fue a los diez días de asumir, después de declarar la cesación de pagos”, dijo sobre Adolfo Rodríguez Saá. “El otro candidato, que ahora dice que no va a usar el helicóptero, fue un hombre de De la Rúa”, explicó sobre Ricardo López Murphy. “Y también se tuvo que ir apenas los estudiantes le hicieron una sentada: hizo saludo uno, saludo dos, y se fue”, agregó recordando su rápido paso por Economía.
En la organización hubo un grosero error de cálculo. Dejaron que la gente fuera ocupando el campo de juego sin asegurarse de llenar las tribunas, basándose en algún pálpito optimista en exceso. Consecuencia: el campo quedó bastante completo, pero la bandeja alta mostró muchos claros. Cuando veían que la mano estaba complicada, Julio Mahárbiz, conductor de la velada, improvisó: pidió que despejaran las entradas a las plateas altas porque había “miles y miles” de personas afuera que por alguna inexplicable razón no podían ingresar. Aunque había delegaciones del interior, el público, en gran mayoría, provenía de partidos del Conurbano. A partir de las 19, el acto se inició con los números musicales de rigor. Abrieron el fuego Los Zarzas, con su insistente hit cuartetero “Que vuelva Carlos” (lo tocaron cuatro veces, la última mientras entraba Menem). El cantante, Pablo Zarza, hizo gala de un dudoso gusto al dedicarle un par de temas “al tuerto de Kirchner” y otros “al hombre que tiene los huevos más grandes de la Argentina”, en referencia a Menem. Lo siguieron “Los Cuatro de Salta”, y los hermanos Cuti y Roberto Carabajal, que demostraron ser una familia de amplitud democrática porque el otro hermano –Peteco– había tocado en el acto de Kirchner. El cierre le tocó a Horacio Guarany hasta que volvieron Los Zarzas para hacer tiempo.
Con la aparición de Menem y su compañero Juan Carlos Romero comenzaron las explosiones de fuegos artificiales y de papelitos, una de las atracciones anunciadas por Antonio Riccilo, organizador del acto y hombre cercano a Alberto Kohan. La cara de los integrantes de la fórmula eran testimonio de que el marco que ofrecía el Monumental había quedado a años luz de las 110 mil personas que prometían hasta unas horas antes. Seguramente llegaron a la cuarta parte. “Con Menem se comía, no se saqueaba”, sostuvo Romero. El gobernador de Salta se mostró muy pendiente de lo que le dictaba el telepronter, disimulado con una imagen de Perón y Evita. Romero insistió con aquello de la salida de López Murphy: “A Menem no lo va a echar un grupito de veinte imberbes de la Franja Morada”, remedó a Perón. Se notó que el ascenso del candidato de Recrear se convirtió en una preocupación de último momento para los menemistas.
“Con Menem los argentinos estábamos mucho mejor, esto de ahora es un desastre”, dijo luego el ex presidente sobre sí mismo. Su discurso olió a pólvora: “Vamos a saturar las calles de la República”, “a los delincuentes vamos a ir a buscarlos a sus guaridas”, “vamos a ampliar las cárceles si es necesario”, dijo. Se despidió abrazando a la Bolocco, mágicamente reaparecida –y grávida– para el fin de la campaña.