Lunes, 23 de julio de 2012 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Eduardo Aliverti
La etapa política que vive Argentina se presta a algunas confusiones. Ciertamente, hay hechos que lo justifican. Y otros que están desnaturalizados por el armado mediático.
Por ejemplo: es cierto que la provincia de Buenos Aires sufre un déficit económico estructural, que Scioli se durmió en la confianza por la asistencia nacional y que Cristina le hizo sufrir el pago del medio aguinaldo. Tal vez no hacía falta que la Presidenta jugara con la especulación de perforar al gobernador. Finalmente, la ayuda que le brindó es pan para hoy y hambre para mañana, si Scioli no se decide a encarar una reforma estructural que provea mayores recursos de los sectores más concentrados de la riqueza. Y aun si eso ocurriera, los efectos no se verían de inmediato por obvias razones de tiempos recaudatorios. Como fuere, la decisión de agujerear al mandatario provincial, porque ideológicamente está a contramano, no debe ir en perjuicio de que la gente del común deje de cobrar lo que le corresponde. En apreciación fiscal, el problema no son los que cobran, sino los que no pagan lo que deberían. Asimismo, la ausencia comunicacional del Gobierno en torno de la disparada del dólar paralelo o ilegal es inquietante. En ese sentido fue bienvenida la aparición del ministro Lorenzino, explicando que los avatares de ese mercado no tienen ninguna influencia en la marcha de la economía. Pero parecen espasmos. El Gobierno sólo confía en el carisma cristinista por cadena nacional, como si no se anoticiara que al enemigo, aunque debilitado, le sobran recursos para taladrar.
De todas maneras, lo dicho no supone que deban perderse de vista los grandes fondos. Para esta altura del año pasado, el escenario político estaba exclusivamente dominado por las elecciones primarias del 14 de agosto. Hasta poco antes, casi sólo se hablaba de si la Presidenta se presentaría como candidata. Después, todo consistió en quién sería su compañero de fórmula. Cristina arrasó con el 50 por ciento de los votos, para estupefacción de un arco opositor-mediático que hablaba del inminente fin del kirchnerismo. Mas luego, mientras la oposición brindaba un espectáculo lamentable de astillamiento y travestismo, la única incógnita pasó a ser por cuánto ganaría en los comicios presidenciales del 23 de octubre. Si nos vamos al 2010 había la masividad de los festejos por el Bicentenario, con una alegría callejera también noqueadora para los sermoneadores del odio y la depresión. Un rato más tarde se moría Kirchner. La imponencia popular del funeral volvió a dejar a la oposición con la boca abierta. Fue, para recordar íconos, el momento asqueroso y desopilante de Elisa Carrió, al aducir que el velorio lo había organizado Fuerza Bruta. Y el de Mirtha Legrand, con aquello de que Néstor no estaba en el cajón. Atónitos, los voceros del desconcierto se concentraron en plantear serias dudas sobre la fortaleza anímica de Cristina para seguir adelante y ya se sabe cómo les fue. Sigamos para atrás. En 2009 se venía de que las elecciones parlamentarias ratificaran el golpe de las patronales agrogarcas. El comando periodístico “opo-corpo” señalaba que el bloque de campestres y Peronismo Federal abría una oportunidad inmejorable para liquidar al kirchnerismo. La realidad fue que ni siquiera pudieron articular tácticas parlamentarias. El “campo” continuó orgiásticamente empachado de divisas. Archivó su falsa prepotencia de construcción política. El Gobierno fugó hacia delante cuando nadie lo preveía. La oposición acabó en el desastre de 2011. Y todavía queda resto para retroceder. Julio, 2008: Cobos, quien ahora dice que vuelve a la política transformándose en una parodia de sí mismo, vota negativo contra la 125 y se convierte en el vértice de la pirámide reaccionaria. Mariano Grondona y Hugo Biolcati (que termina de escenografiarse con lamentos pornográficos en la apertura de la exposición ruralista de Palermo, rodeado por el capanga Venegas y un jefe de Gobierno porteño discapacitado para agarrar el mate) juegan, en Hora Clave, a que Cobos está al caer para sustituir a Cristina. También terminó comprobándose que el mendocino es más bien un potus. Si se quiere, puede corroborarse igualmente lo que fue de las aspiraciones presidenciales de Mauricio, quien concluyó abandonando toda batalla nacional porque, entre otras cosas, había y hay que trabajar. Y del mismo modo analítico, quien quiera puede darse una vuelta por qué habrá sido de la vida políticamente arrolladora de testimonialistas nac&pop, dirigentes sindicales despechados, radicales que se jugaron a la derecha, padrinos extintos, derecha que apostó a los radicales, frentes amplios que no amplían nada de nada.
¿A qué viene este repaso de sucesos? En primer lugar, al solo hecho de valorar la memoria. Sin mayores esfuerzos, porque son evocaciones que quedan a la vuelta de la esquina. Y en segundo término, se trata de la combinación entre eso y la necesidad de dimensionar cuánto de cierto, o de profundo, tiene este machacante panorama de que se pudre todo. El dólar blue, Scioli, las tarifas diferenciadas del transporte público, Moyano, el paro en los micros de larga distancia, los gendarmes en Santa Cruz, la basura inundando la Capital, la compraventa de inmuebles parada. Ante este escenario, en parte armado u operado y en parte real, de conflictos cotidianos, invariables, pretendidamente asfixiantes, ¿no hay que pegarse una (otra enésima) vuelta por cuáles son las alternativas ofrecidas por los pastores evangélicos de la oposición mediática? Se habla de los medios no por vicio profesional. Es que no hay otra oposición que ésa. Y que no la haya da el resultado de qué puede esperarse de lo que hay enfrente del kirchnerismo. Dejemos aparte que esos contendientes deben ser nutridos por la inteligencia y la militancia de quienes detestan a Cristina. Sólo tienen el odio de clase y las cacerolas (Q.E.P.D.) en esquinas top de Buenos Aires. La soja cotiza a su máximo histórico; España se derrumba con un plan de ajuste increíble, capaz de llamar a que el FMI pida prudencia; el proteccionismo comercial está mundialmente a la orden del día para que por acá sostengan los ataques contra Guillermo Moreno. Grandes temas, entre otros. ¿Alguien registra que digan algo al respecto los Binner, los Solanas, los Scioli, los radicales, los Moyano? ¿Quiénes son los cuadros políticos que rodearían a esas figuritas para dejar de usar el diminutivo? Los editorialistas de la militancia periodística opositora les reclaman a esos ¿pretendientes? que produzcan alguna acción. A Scioli, que demuestre amor propio contra las embestidas del “matón” Mariotto “dirigido” por Cristina. A Macri, que exhiba algún gesto para enrostrar que no es un nene de papá, imposibilitado de toda convocatoria que no sea para armar cenas de egresados, con sus compañeros de Cardenal Newman. Pero, ¿cómo pedirles ejecuciones a quienes no tienen una idea? Ese fue el fracaso de la cena que les dio Magnetto cuando los juntó a todos. El CEO de Clarín quería alentar a un cuatro, y se encontró con un seleccionado de pomelos.
Lo expresado por esta implosión de la derecha criolla es que lo mejor del capitalismo epocal y vernáculo lo significa Cristina. ¿Nadie se pregunta por qué no existe la oposición? Sí. Se lo preguntan muchos. Pero el problema es la respuesta. Cristina o, si se prefiere, la tensión dramática encarnada en el kirchnerismo, es que no hay absolutamente nada mejor que ella –o que lo que ella representa– para vivir mejor o para seguir zafando. Si se toma nota de eso, se entenderá qué sentido mayor o menor puede darse a los avatares de la tarjeta SUBE, los gendarmes de Santa Cruz, la cotización del dólar blue, o si les avisaron a los trabajadores del Sarmiento que hay una reestructuración operativa.
Como toda la vida, sólo es cuestión de ver la película completa. Y no los fragmentos que les interesan a las marionetas que prenden y apagan.
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